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El chantaje de las fobias

ESTOY del cuento de las fobias hasta donde yo te diga. Usted se llama Pepe, pongamos, yo emito una consideración crítica hacia su forma de guiarse en un determinado aspecto, usted se cabrea y me suelta que lo que yo padezco es, básicamente, «Pepefobia». Algo ... parecido ocurre cuando discrepas abiertamente del criterio de un musulmán integrista, de un sionista o de un nacionalista. Si usted es abiertamente contrario a la utilización de la religión islámica por parte de aquellos que lo hacen para masacrar a no musulmanes y a otros musulmanes, para censurar a los que en nombre del Islam enarbolan cruzadas cotidianas contra las mujeres o los homosexuales, usted tiene todas las papeletas de convertirse en un claro ejemplo de «Islamofobia», eso que algunos timoratos dan en llamar «miedo irracional al Islam». Si usted, desde el reconocimiento por el derecho a existir del Estado de Israel y el aprecio sincero por su peripecia histórica, discrepa de algunas estrategias adoptadas por algunos gobiernos judíos en relación con su difícil -y a veces injustificable- vecindad, pasará a ser, con toda probabilidad un «antisemita» colindante con los nazis. Si a usted se le ocurre competir de igual a igual con un ciudadano de una «raza» de dimensiones demográficas menores que la suya y aplica todo su empeño en vencer en una disputa, una pendencia o una simple discusión, no pasarán más de unos segundos en que algunos lerdos le califiquen de «racista». Y ya no hablemos si a usted se le ocurre discrepar de los argumentos viscerales -básicamente intestinales- de cualquiera de los nacionalismos que pastorean por España. Entonces está usted perdido porque no habrán de pasar más de unos minutos para que alguien le acuse de «Catalanofobia» o «Vascofobia».

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