VIDAS EJEMPLARES
ROMPER CON TODO
LUIS VENTOSO
¿Es un acierto destrozar todo aquello que daba estabilidad?
ITALIA presenta mejores ratios económicos que España, porque cuenta con algo de lo que aquí carecemos: multinacionales que permanecen fieles al Made in Italy y no han deslocalizado en masa sus fábricas a Asia. Pero ... si se olfatea al detalle, Italia no parece un paradigma de virtudes. Su sistema político es una pizza partida en tantas porciones que ya no cabe en la caja del sentido común. Acaban de elegir como segunda fuerza a un demagogo baqueteado y corrupto y el tercer partido más votado lo encabeza un bufón. ¡Cómo nos flagelaríamos aquí si en las próximas elecciones se presentase el humorista José Mota y se llevase el 20% de los votos! El abismo Norte-Sur de Italia es salvaje, con un problema de criminalidad organizada endémico. La corrupción es moneda común y gamberradas que aquí abrirían periódicos y telediarios allí mueren en un brevete, por sobrecarga de pícaros. España, aún hundida, conserva la ambición colectiva de ir a más. Italia trasmite la sensación que es un maravilloso país… que vive de rentas. Prueba práctica: visiten el baño de un bar en Roma y en Madrid y extraigan sus conclusiones sobre quién ha dado el salto a la contemporaneidad.
Si a un chaval español de los años 50 le profetizasen el nivel de vida de sus nietos se le escaparía una risita sarcástica. Este era un país paupérrimo, cainita, emigrante y sin libertades. Ni siquiera hoy, cuando estamos acogotados, haciendo frente a un doble colapso bancario e inmobiliario, cabe comparación posible entre aquella postración y la actual. No son muchos los países que han doblado el pulso a su historia con tanto éxito.
España gozaba hasta anteayer de unos cimientos que aportaban confianza y seguridad (algún día se escribirán tesis sobre la demolición de certidumbres útiles que legó la tontuna zapaterista). Había una arquitectura constitucional aprobada masivamente en referéndum y dos grandes partidos estatales vertebradores. Disfrutábamos de una monarquía incuestionada, sutil fuente de estabilidad. Todos sabíamos que uno de Vic era tan español como uno de Alcorcón, y así lo asumían ambos. Pero de año y medio para acá, casualmente coincidiendo con la salida del poder de la izquierda, se ha iniciado un ejercicio suicida: dinamitar con saña todo lo que funcionaba. Unas veces la mecha la prenden grupúsculos antisistema, alzaprimados por un PSOE a la deriva y astillado. Otras, la mera vanidad de algún periodista crepuscular que quiere morir matando. En ocasiones se magnifica el barullo de las redes sociales (este país tiene 47 millones de vecinos y hay diez millones en Twitter: ¡37 millones viven ajenos!). Como guinda del guiso, la rancia, extemporánea y egoísta pulsión separatista.
Todo vale. La palabra de un mangui se respeta más que la de un presidente. La vida privada del Rey entra con alharacas en la subasta mediática; las andanzas de un pariente golfo se intentan convertir en una causa general contra la Monarquía. Las barbaridades legales de Mas y Junqueras son coreadas con pasmo y pavor, mientras los catalanes que también se sienten españoles, la mayoría, carecen de ámbito de expresión. Ayer supimos que entre todos, sudando tinta, hemos logrado dejar el déficit por debajo 7%, un dato que devuelve la confianza en España. No se preocupen. El guiñol seguirá: Urdangarín, Bárcenas y Mas. Ahí se acaba un país que ha decidido, estúpidamente, arrojar su autoestima al cubo de los detritus..
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