Volkswagen Beetle TSI 160, ¿abierto o cerrado?
Comparamos dos opciones de carrocería con un mismo motor: el icónico Beetle de Volkswagen en variantes cerrada o descapotable Cabrio, aún más caprichoso. De prestaciones idénticas y consumos similares, les distancia una cifra considerable: 4.000 euros. Además, el coupé es más funcional. Por ahí van «los tiros»...
La verdad es que Volkswagen ha cuajado un excelente trabajo en la segunda generación Beetle , contado desde su reaparición. Y lo ha hecho, sobre todo, porque ha «limado» aspectos no del todo resueltos en su antecesor, como una habitabilidad trasera (antes justa) y ... un maletero pequeño. Otro parebién: el resultado estético queda más próximo al del Beetle original, un acierto que el Mini , su más estrecho competidor, logró desde un principio, como el 500 de Fiat .
Durante 2 semanas, hemos analizado a fondo las posibilidades de este modelo, y además en sus 2 posibles carrocerías: cerrada , o coupé, y descapotable Cabrio (sus valores en la ficha técnica sobre estas líneas figuran entre paréntesis, y hay un vídeo en el que apreciarlo en movimiento al final del texto); de ambas se pueden apreciar detalles accediendo a esta galería de imágenes . Y hemos igualado motor (un brillante gasolina TSI sobrealimentado de 160 CV), cambio (manual de 6 marchas) y acabado (Sport), para evaluar sus diferencias con la mayor precisión posible.
La primera, claro, es el precio. Los separa una cantidad apreciable: algo más de 4.000 euros. No son lo que se dice pocos, más si cabe cuando el Beetle cerrado, que es más económico, no se apea en este caso de 26.000 euros.
Funcional o no
Otra diferencia a considerar es el maletero, que en el Beetle asciende a unos aprovechables 310 litros, accesibles mediante un cómodo portón y ampliables venciendo los respaldos traseros (vienen partidos en secciones simétricas porque los 2 coches son de 4 plazas). Todo lo contrario que en el Beetle Cabrio: solo 225 litros practicables desde una angosta boca de carga. Además, su techo móvil añade una funda protectora para colocarla (operación engorrosa, aunque cumpla una función estética y proteja de la suciedad) si viaja abierto, y ésta hay que dejarla en algún sitio. Es decir, en el maletero, de modo que menos espacio aún.
Para colmo de males, y esto si es algo muy a valorar, mientras que en el Beetle las plazas traseras resultan, por fin, más o menos aprovechables, las del Beetle Cabrio pasan por mínimas por anchura y hueco para las piernas a nada que los asientos delanteros viajen restrasados. Si a ello se añade que sus respaldos son apreciablemente verticales (para dejar hueco para la capota), por cierto, también abatibles para colar unas tablas de snowboard, por ejemplo, apenas si resta sitio para el traslado de un par de chavales, a ser posible pequeños.
Dicho de otro modo: si de por sí el Beetle no es un coche funcional (es obvio que tampoco lo intenta), en su alternativa Cabrio pasa por ser algo parecido a un biplaza o, en la práctica, si se quiere, un 2+2, con dos asientos traseros de uso esporádico... y breve.
Fruta de temporada
Dicho esto, no es menos cierto que el Beetle Cabrio encandila a los sentidos, sobre todo cuando llega el buen tiempo y lo descubrimos como si vistiésemos ropa de verano. Presume de una notable robustez (de ahí que sus puertas pesen lo que pesan), algo que se aprecia superando baches o ante fuertes apoyos en conducción rápida. Ahí no hay «grillitos» o desajustes que valgan, lo que responde a los refuerzos aplicados a la carrocería, que implican un sobrepeso de unos 100 kg, pero que en la práctica no se aprecian porque las prestaciones del Beetle abierto son simétricas a las del cerrado, como las sensaciones de conducción.
Al respecto, son automóviles fáciles de llevar, predecibles, con direcciones precisas y frenos suficientes. Incluso toleran «alegrías», como ir más o menos rápido en tramos virados, sin que pierdan la trayectoria marcada, ni el Cabrio. Y eso que no conviene engañarse, pues no se trata de deportivos.
Volviendo al Cabrio, la capota abre y cierra hasta 50 km/h, muy práctico si en marcha chispea o el sol aprieta. Además, la operación completa dura 12 segundos, a los que sumar los 4 que invierten las ventanillas en subir o bajar. Lástima que, a diferencia de otros descapotables, no se pueda hacer a coche parado o sin el contacto puesto.
Por cierto, su cobertura textil, que no requiere cierre interior alguno, determina buena estanqueidad, aunque alejada en sonoridad de los valores que declara el Beetle «a secas». Éste no ofrece tanto glamour, pero por ejemplo sus puertas carecen de marco, como en los coupé. Buen «guiño».
El motor analizado no es el más enérgico de la gama (opción reservada al 2.0 TSI de 210 CV) ni el más austero (hay turbodiésel TDI de hasta 140 CV), pero como buen término medio ofrece un interesante equilibrio. Suma turbo y compresor, que aseguran buen empuje en todo el régimen de funcionamiento. De hecho, despliega un interesante reprís, gratificante al adelantar o superar un largo repecho sin toquetear el cambio (de buenos tacto y guiado). Vaya, no convierte a estos coches en «misiles», pero permite ritmos holgados sin disparar el gasto (media real en torno a 8,5 l/100 km).
Por lo demás, nuestros protagonistas, productos de gran calidad hechos para durar años sin dar problemas, son altamente personalizables (desde luego en lo decorativo), casi como para llegar a definir un Beetle sin igual; eso sí, a golpe de talonario. Más o menos bien equipados (con muchos elementos, como el alumbrado xenón, relegados a la carta de opcionales), depreciarán con lentitud, en particular el Cabrio, algo muy a tener en cuenta.
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