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La historia de las fuentes que veneran «merengues» y «colchoneros»

Ambas estatuas, unidas por origen e historia, han mantenido una trayectoria paralela hasta que el deporte las convirtió en rivales

La historia de las fuentes que veneran «merengues» y «colchoneros» Isabel permuy/óscar del pozo

sara medialdea

Dos estatuas de dioses son símbolo par a los seguidores del Atlético y los del Real Madrid . Lo cierto es que el símbolo de los segundos, Cibeles, llegó a Madrid antes que su compañero del Olimpo, el dios Neptuno. Concretamente, la estatua del dios del mar fue finalizada en 1786, mientras que la deidad símbolo de la tierra se instaló en 1782. Eso sí, salieron de la misma mano: la de Ventura Rodríguez , el arquitecto que se encargó de ambos diseños.

Hay muchas más cosas que unen a los dos dioses que las que les separan, aunque las dos aficiones que el sábado compitieron por la Copa de la Champions marquen muy clara la principal diferencia: la de los colores que defienden.

Haciendo un poco de historia, ambas deidades fueron producto de un mismo proyecto: el del Salón del Prado, que se acompañaba de una serie de estatuas inspiradas en la mitología grecorromana. Cibeles y Neptuno se miraban a la cara en su primitiva ubicación, cada una en una plaza del paseo del Prado.

Mismo autor, misma piedra

Cibeles, la diosa montada en un carro, es símbolo de la tierra, la agricultura y la fecundidad. Por cabalgadura lleva unos leones, Hipómenes y Atalanta, antiguos amantes, dice el mito, convertidos en fieras por un enfado de Zeus. Diosa y leones eran de mármol cárdeno del pueblo de Montesclaros (Toledo); el resto es de piedra de Redueña, en la madrileña sierra de La Cabrera.

La fuente de Cibeles no sólo tenía que ser un adorno: también la quisieron con una utilidad más práctica, y por eso le añadieron una figura infantil con una jarra de la que brotaba un surtidor de agua potable, para el uso público.

Más adelante, el nuevo Maestro Mayor de Madrid, Juan de Villanueva, hizo poner en los costados de la fuente dos esculturas de piedra de un dragón y un oso que arrojaban agua por unos caños de bronce. El dragón se destinó para uso público, y el oso para que llenasen sus barriles 50 aguadores. No duraron mucho: en 1862 el dragón y el oso fueron retirados.

En 1895, el monumento se trasladó al centro de la plaza, y girada hacia el primer tramo de la calle de Alcalá, por lo que dejó de mirar a Neptuno.

También Neptuno se hizo con mármol blanco de Montesclaros, y de la mano de Juan Pascual de Mena. Pero la muerte de éste en 1784 obligó a buscar a otra persona para terminar la fuente: fue su discípulo, José Arias, además de José Rodríguez, Pablo de la Cerda y José Guerra.

La fuente consiste en un gran pilón circular, en cuyo centro se encuentra la figura de Neptuno, dios de los mares, con una culebra enroscada en la mano derecha y el tridente en la izquierda. Se mantiene sobre una gran concha de la que tiran dos caballos de mar. Alrededor del carro se ven focas y delfines.

Neptuno pudo añorar el cruce de miradas con Cibeles durante tres años: los que pasaron desde que la fuente de la diosa se movió al centro de la plaza, en 1895, hasta que él mismo se «mudó» también al centro, en 1898.

Si los poderes de Cibeles son de creación y fecundidad, los de Neptuno resultan más tormentosos: el dios del mar puede desencadenar violentas tempestades, o aplacarlas.

Caminos cruzados

Durante casi cien años, ambos dioses de piedra mantuvieron las formas, cada uno en su espacio, sin relación alguna. Pero el deporte, que todo lo puede, volvió a cruzar sus caminos a finales del siglo XX. Y todo empezó en Cibeles, que desde mediados de los años 70 se había convertido en lugar de celebración habitual para los aficionados de los dos principales equipos de fútbol de la ciudad: el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Y no solo para ellos: también los triunfos de la selección nacional de fútbol, del equipo blanco de baloncesto e incluso de alguna hinchada extranjera –como los italianos– tuvieron la fuente como escenario.

En 1985 fue el último año de celebración rojiblanca en Cibeles. Después vinieron una sucesión de victorias merengues, que hicieron replantearse a los atléticos la conveniencia de volver a un lugar que el imaginario popular ya vinculaba al Real Madrid . Así que en la final de la Copa del Rey de 1991, los colchoneros se marcharon a Neptuno. El vecino dios tan grandioso en su apariencia, tan elegante con su tridente, y con poderes tan espectaculares, se convirtió desde los 90 en el emblema y símbolo de los rojiblancos.

Baños y asientos

En esos tiempos, no estaba tan asentada la obligación de cuidar el patrimonio cultural, con lo que no era extraño que más de un aficionado terminase literalmente bañándose en la fuente, o los jugadores sentados entre los pliegues del vestido de la diosa.

La situación podía acabar en algo serio: tanto Neptuno como Cibeles aparecieron en alguna ocasión sin brazo la segunda, sin tridente el primero. Así que para evitar males mayores, el Ayuntamiento decidió no dejar que se tocaran las estatuas. Lo puso en marcha en 2003, prohibiendo al Real Madrid hacerlo por primera vez, con gran polémica entre los aficionados y disgusto de los jugadores. Desde entonces, se accede a la diosa sólo mediante una pasarela.

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