«No tiene por qué haber gente rebuscando en los cubos de la basura»
Cuatro bancos de alimentos cubren las necesidades de casi 100.000 gallegos. De sus almacenes salen cada año millones de kilos de comida que garantizan un plato de comida a los que la crisis ha dejado en peor lugar. Aquí, nada caduca
patricia abet
José Pita es el fundador del Banco de Alimentos Rías Altas y el presidente de todos los Bancos de Alimentos de Galicia. De su mano, ABC recorrerá el mayor almacén de comida de toda la Comunidad , encargado de dar cobertura a la zona ... sur de la provincia de La Coruña y de repartir más de tres millones y medio de kilos de productos al año. En esta nave de 3.000 metros cuadrados han llegado a trabajar hasta treinta voluntarios. La mayoría son personas jubiladas o en paro que se encargan de recibir las mercancías, organizar los lotes y pesar y registrar la salida de comida. «Gente coherente y muy sensible» tal y como los describe Pita, la persona responsable de que los alimentos que llegan a esta nave acaben en la mesa de los que más la necesitan.
Convencido de que «si toda la comida que se tira y se desperdicia volviese al circuito, nadie pasaría hambre», este abogado laboralista reconoce que la crisis sirvió para hacer aflorar el sentimiento solidario de los gallegos. «Cuando hacemos las operaciones kilo en los supermercados, es mucha la gente que se acerca y te explica que a ellos no les sobra pero que van a colaborar porque nunca se sabe cómo estaremos mañana». Y es que, desde que fundó el Banco de Alimentos Rías Altas hace ahora tres años, Pita ha visto mudar el perfil de la pobreza en la Comunidad.
¿Quién dona los alimentos? La UE, la Xunta y los supermercados
«Al principio había el pobre que todos conocíamos y que en poco tiempo se convirtió en lo que yo llamo pobre vergonzante, gente de clase media que nunca había tenido dificultades para comer. De ellos se pasó a los pobres de corbata, profesionales de clase media y alta que no tienen a dónde agarrarse ni para pagar la hipoteca », comenta. Las grandes superficies son las principales suministradoras de comida del Banco, además del Gobierno gallego y la UE. De Europa llegan los excedentes comunitarios —conocidos como Fega— y con los que el Banco abastece a cerca de 250 entidades repartidas por toda Galicia. Las frutas y las hortalizas, alrededor de un millón de kilos al año, las dona la Xunta a través del Foga y llegan con una periodicidad semanal.
El resto de los productos que llenan las estanterías de este almacén provienen de los supermercados. «Sin las grandes superficies no podríamos existir», reconoce Pita mientras señala los palés de comida con la mano . «Es una maravilla cómo funcionan —detalla—. Día nos envía todo lo que está a punto de caducar sin que nosotros se lo pidamos y en Mercadona nos preguntan qué necesitamos para enviárnoslo. En el caso de Carrefour, la semana pasada fuimos a por cinco mil kilos de comida y nos duplicaron la cantidad».
La comida no es un negocio «Lo que entregamos gratis, se da gratis»
Con todo, los cuatro bancos que se distribuyen por toda la geografía gallega sólo llegan a abastecer a un 30 o un 40 por ciento de todas las personas que lo necesitan. «Y cada día más cocinas y comedores nos dicen que los grupos van en aumento», lamenta Pita. Perfectamente alineados y organizados, los alimentos que llena los lineales de este almacén santiagués se vacían a diario para cubrir las carencias de aquellos que no pueden afrontar este gasto básico. De ahí que todos los productos lleven una etiqueta que recuerda que «lo que entregamos gratis, queremos que se dé gratis». Cada tipo de alimento se guarda en una zona, siempre de atrás a delante para garantizar que nada caduque. En las estanterías abundan la pasta y el arroz — «es lo que más nos entra», cuenta el director del Banco mientras recorre la primera estancia del almacén—, pero también hay mermelada, legumbres, leche, galletas, azúcar, harina o café.
De los decomisos al Banco
«Repartimos el pescado de barcos llenos»
Entre palés y lotes de productos, Pita nos guía hasta la otra ala de esta nave. Una gran sala de techos altos y casi vacía. «Hay pocas cosas porque todo se ha repartido ya. Eso es lo bueno, que la comida salga, que no se almacene», confiesa. En el suelo quedan todavía algu-nas cajas con manzanas, melones y muchos arcones de pescado. «Son de un decomiso de la Guardia Civil en Ribeira, había cuatro toneladas de pescado pero ya las hemos repartido. Siempre que hay un decomiso nos avisan para que esa comida no se pierda».
Cuando la luz de apaga y los portones del almacén se cierran, queda «la satisfacción de haber repartido todo lo que se ha podido» y una preocupación diaria, « que no falten la leche y las galletas».
«No tiene por qué haber gente rebuscando en los cubos de la basura»
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