El cine opta por el artista maldito
javier moral
Si elaboráramos un ranking de los Grandes Hombres que definen nuestro presente a tenor de su presencia en la gran pantalla, no tengan la menor duda de que el artista plástico se encontraría entre los puestos más altos. Frente al anodino poeta arrebatado por las ... musas en la más estricta intimidad, o el ensimismado científico absorto en su bata blanca con sus probetas, el artista plástico continúa gozando de una enorme popularidad social y una relevante proyección cine matográfica.
No en vano, desde su temprana aparición en las inaugurales sesiones cinematográficas de finales del s. XIX, un sinfín de películas han intentado descifrar las claves de la identidad artística, la esencia del genio, el factor diferencial que lo eleva por encima de la masa.
La nómina de biografías fílmicas es ampliamente conocida por todos y han afianzado la imagen del artista maldito, sujeto dibujado con el trazo monocorde del genio excéntrico, excluido y marginal. Pocos mitos han contribuido a fijar esta imagen como Vincent Van Gogh , el “loco del pelo rojo”. La llamativa traducción al español del título original del film de Vincent Minelli , Lust for Life (“anhelo de vida”), lo ilustra a la perfección.
El Van Gogh inmortalizado por Kirk Douglas asume sobre sus espaldas todos los grandes rasgos del pintor atormentado, imbuido de una sensibilidad extrema que trasciende las convenciones sociales y la mediocridad imperante. Ni siquiera su familia será capaz de comprender al genio que habitaba en el interior del frustrado predicador; su fatal destino estaba escrito de antemano.
Ahora bien, en el prolijo listado de biografías de artistas en el que también cabría incluir a figuras como Lautrec , Modigliani , Munch , Klimt , Pollock , e incluso algunos españoles, Picasso y Goya pero también Dalí y Oscar Domínguez , llaman poderosamente la atención algunas elisiones que conviene reseñar. ¿Por qué apenas se han realizado películas sobre artistas del Medievo? ¿O por qué existen tan pocas biografías de artistas mujeres? ¿O por qué Rembrandt ha disfrutado de numerosas recreaciones cinematográficas frente a Rubens , privado hasta donde sé de algún film biográfico que nos cuente su vida?
La respuesta a estas complejas cuestiones, permítanme la arrogancia, es sencilla. En pocas palabras, toda sociedad elige de entre los sujetos biografiables que constituyen el sustrato virtual (infinito) de lo histórico, aquellos que considera dignos de ser recordados. Es decir, la pantalla muestra aquellos modelos de identidad que interesan a los espectadores. Se trata por tanto de una elección ideológica en sentido fuerte que permite rastrear los mimbres con que se construye el imaginario social y que, en el caso que nos ocupa, parece obvio que se decanta por el drama vital y la tragedia.
Se entiende así la atención mayoritaria que el cine ha prestado a los ejemplos más aciagos de las prevanguardias parisinas de finales del s. XIX, aquellos que mejor representan la diferenciación del artista como sujeto contrario a las normas impuestas por la sociedad burguesa en el s. XVIII. Van Gogh, Toulouse Lautrec, Modigliani o Gauguin , frente al “científico” Seurat , el moderado Matisse , el padre del arte moderno Cézanne o el longevo Renoir .
La fuerza del estereotipo es tal que se ha proyectado sin problemas hacia el pasado. De ahí la pródiga atención prestada a Rembrandt en detrimento de Rubens, artistas coetáneos que ilustran dos estereotipos enfrentados de la profesión artística. El primero, era hijo de molinero y a duras penas sabía leer. Nunca salió de Holanda, trabajó únicamente para la burguesía nacional y mantuvo una agitada vida sentimental tras la muerte de su esposa Saskia que le enfrentó a la sociedad holandesa del s. XVI.
El segundo por el contrario, hijo de padres católicos de clase alta, era instruido y gozó siempre de una fortuna estable como él mismo reconoció en una carta que recogía la máxima de Tácito , Experti sumus invicem fortuna et ego (la fortuna y yo hemos llegado a conocernos). Estuvo felizmente casado dos veces después de enviudar, desempeñó importantes labores diplomáticas por toda Europa , y encontró sus clientes entre la realeza, dignatarios eclesiásticos y la nobleza europea.
Finalmente, a la muerte de los artistas (acontecidas a la misma edad, 63 años), su situación personal no podía ser más alejada: Rubens era un personaje rico, en la cima del reconocimiento y del bienestar económico, mientras que Rembrandt murió pobre y alejado de la cumbre. Rembrandt versus Rubens, o el malditismo frente a la normalidad, la elección de la sociedad parece bastante clara.
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