necrológicas
«El Mae», un fabricante de mentes libres
Nos dio las herramientas necesarias para ser librepensadores: mentes abiertas, sensibles, adaptables, coherentes

Hace pocos días, nos dejó José Antonio Castro «El Mae», director del Colegio Montessori, ubicado en el santacrucero barrio de El Toscal. Se fue de repente, así como hacen los grandes genios del escapismo, sin tiempo para despedidas ni lamentaciones. Y con él se va un trocito de nuestra infancia, una infancia muy feliz en una escuela pequeña con olor a madera y a tiza, y con su gata «Loca» paseándose a sus anchas por los pupitres.
«El Mae», diminutivo cariñoso de maestro, nos enseñó lo verdaderamente importante de la enseñanza, eso que no está en los libros. Nos facilitó las herramientas necesarias para ser, como él siempre decía, librepensadores: mentes abiertas, sensibles, adaptables, coherentes…
Aún recuerdo cuando fui llorando a su despacho diciéndole –Mae, ¿estoy suspendida, verdad? Es que puse en el examen que Carlomagno era el hermano de Alejandro Magno (¡casi nada!)… Él sacó enseguida su pañuelo de tela para que me secara las lágrimas y me dijo con una amplia sonrisa: –No, querida (ese querida que siempre pronunciaba y que realmente te hacía sentir así), no estás suspendida, tienes un sobresaliente. Claro que no son hermanos, pero tu examen está tan bien redactado y tu expresión es tan buena que el resto no me importa.
Y así era él. Al margen de las programaciones didácticas y de los manuales de enseñanza, de LODES, LOGSES, LOCES, LOES y LOMCES... lo que le importaba a «El Mae» éramos nosotros. A él no le interesaba formar a genios, sino a buenas personas. Por eso no había Día de la Banderita que se nos resistiera, o Día de la Paz que no tuviera las calles de Santa Cruz salpicadas de niños del Montessori disfrazados de paloma cantando a favor de la paz.
Siempre con su guayabera blanca, sus manos entrelazadas a la espalda y su mentón hacia arriba, «El Mae» nos llamaba a clase con su característico «Vaaaaamos» y allí nos contaba la Historia como si fuera una historia, con romanos que se iban de fiesta y por eso perdían las batallas, o con indígenas que vivían estupendamente hasta que llegó un chico desgarbado montado en una calavera a hacer las Américas.
Por todo esto y por mucho más, «Mae», aunque nos dejas realmente tristes (simplemente eres de ese tipo de personas que parece increíble que ya no vayan a estar), nos has regalado tantos momentos mágicos y tan buenos recuerdos, que es imposible pensar en ti y no sonreír.
Elena Rey (para ti, Evangelina) Generación del 76
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete