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EL BURLADERO

Callejero justiciero

Carrillo y Fraga merecen calles en Madrid porque evolucionaron a posiciones democráticas

Carlos Herrera

Esa excrecencia legislativa que fue dada en llamar «Ley de la Memoria Histórica» y que, en puridad, suponía la eliminación de cualquier referencia al conjunto de exaltaciones no coincidentes con los integrantes del bando perdedor de la Guerra Civil, es el nuevo juguete con el ... que cuentan algunos Consistorios para remover intestinalmente la concordia ciudadana. En eso estamos: el Ayuntamiento de Madrid, como si no tuviera cosas más importantes que hacer, estudia renombrar algunas calles que, hasta ahora, exhiben nombres sospechosos. Los estalinistas tardíos de Izquierda Unida proponían renombrar calles que les despertaban dermatitis ideológica: Bernabéu, Muñoz Seca, Calvo Sotelo y tal. Y los nuevos munícipes aupados al poder gracias a la infinita generosidad del PSOE asumen esa labor y proponen estudiar la situación, Manuela Carmena al frente. Según los estudiosos de la historia relativamente reciente, nombres como los anteriores son sospechosos de franquistas, aunque murieran antes de que Franco liderara la asonada contra los republicanos. Muñoz Seca murió asesinado en el 36, creo recordar. Era un brillante autor pasado por ese odio fusilero que al parecer no existía en el bando que a la postre no ganó. Digamos que acusarle de franquista era, cuando menos, anticipatorio. La muerte de Calvo Sotelo la conocemos todos y su figura, guste más o menos, era trascendente en la España de la época. Si merece una calle la Pasionaria ¿por qué no la va a merecer Calvo Sotelo? A Bernabéu no hay cojones de quitarle la calle: la masa de seguidores madridistas pesa mucho en la componenda ciudadana como para ganarse enemigos innecesarios. Poco importa que fuera un hombre que creara un imperio futbolístico aplicando básicamente el sentido común: para el imaginario justiciero de la izquierda más sectaria del sur de Europa, el jubilado de Santa Pola es reo de franquismo (con lo que habría que repudiar, según ese criterio, a media España de la época). Es indudable que, siguiendo ese catón, Agustín de Foxá y José María Pemán son candidatos a la cremación histórica. Poco importa que uno, el primero, fuera uno de los personajes más interesantes de la primera mitad del siglo XX: la autoría de la magnífica novela «Madrid, de Corte a Checa» es justificativa para estos imbéciles de una purga en condiciones. No digamos Pemán, el gaditano prodigioso que sería objeto de estudio en los colegios de cualquier país normal. Por no hablar de Salvador Dalí, el artista más completo que un siglo entero ha sido capaz de contemplar. Et Alii…

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