VIDAS EJEMPLARES
Nigel y cía...
Con una Europa desbordada por la crecida asiática, ya no hay país sin su circo populista
Luis Ventoso
HAY políticos de flema y manguitos, cuya vida es más aburrida que las obras completas de José Saramago (la Academia Sueca me perdone). Y hay otros que no son nada fiables, pero cuya biografía avanza con el pulso atolondrado de una película de acción y ... provocación, con ribetes también de comedieta. Nigel Farage, de 50 años, el líder eurófobo del UKIP inglés, el político lenguaraz que amenaza con robarle la cartera a Cameron, forma parte de la segunda estirpe. A los 21 años, un coche se lo llevó por delante. Pero lo más complicado del tratamiento fue ponerlo en condiciones de pasar por el quirófano, porque cuando lo atropellaron el bueno de Nigel caminaba como una peonza. Luego superó un cáncer de testículo. Y como un gato peleón, todavía quemó una vida más. En la campaña de las elecciones generales del 2010 decidió saltarse la prohibición de hacer campaña en la jornada de reflexión. Muy pillín, alquiló a un piloto polaco para que lo pasease en avioneta con una gran pancarta de su partido a cola. La avioneta se desplomó y cayó boca abajo. Realmente es un milagro que político y polaco sigan respirando. De vuelta en el Parlamento europeo, Nigel, genio y figura, comparó su siniestro con el del euro.
Farage cultiva la imagen de hombre común, debilidades incluidas: parroquiano de pub, fumador, y si toca fiesta, mujeriego también. Desde 1999 aguanta casado en segundas nupcias con una alemana. Pero por el medio, la prensa amarilla británica publicó el testimonio de una lituana contando una velada picarona con él y otra ocasión lo pillaron en un club de striptease en Francia. En esos casos no se pone especialmente nervioso, se acoge a su muletilla: «Ya sabes, solo se vive una vez». Hijo de un agente de bolsa alcohólico, que abandonó a la familia cuando tenía cinco años, ha seguido el ejemplo paterno, en la bolsa y con la botella. A los 18 años ya trabajaba en la City como bróker de materias primas. Extremadamente inteligente, se hizo de oro antes de pasarse a la política. ¿Y qué piensa Nigel de la cosa pública? Es un conservador thatcheriano, liberal en lo económico, libertario en lo que hace a las costumbres, más bien xenófobo y visceralmente antieuropeo. Un nacionalista inglés de sentido del humor contagioso, con su bocaza casi siempre abierta en una gran risotada, y que llega a los sitios solo, sin escolta. ¿Soluciones? ¿Propuestas serias? Nada: un guiso populista de odio al inmigrante, patriotismo a la vieja usanza y campechanía a bocajarro. Pero va a dar la sorpresa en las elecciones generales de mayo.
En cada gran país europeo va apareciendo un Farage. En Francia es rubia y neofascista. En España es comunista, televisivo y con coleta. En Italia es directamente un cómico. Europa ha iniciado la cuesta abajo. No es abrupta, pero sí inexorable, porque Asia ha despertado y son más y más aplicados. Demudados, perplejos, nos agarramos como tablas de salvación a flotadores de vivos colores… que pierden aire por todos los lados. No es lo mismo tomarse unas pintas con Nigel en su pub de cabecera, el George & Dragon, que entregarle las llaves de tu casa. Pero en eso anda media Europa.
HAY políticos de flema y manguitos, cuya vida es más aburrida que las obras completas de José Saramago (la Academia Sueca me perdone). Y hay otros que no son nada fiables, pero cuya biografía avanza con el pulso atolondrado de una película de acción y provocación, con ribetes también de comedieta. Nigel Farage, de 50 años, el líder eurófobo del UKIP inglés, el político lenguaraz que amenaza con robarle la cartera a Cameron, forma parte de la segunda estirpe. A los 21 años, un coche se lo llevó por delante. Pero lo más complicado del tratamiento fue ponerlo en condiciones de pasar por el quirófano, porque cuando lo atropellaron el bueno de Nigel caminaba como una peonza. Luego superó un cáncer de testículo. Y como un gato peleón, todavía quemó una vida más. En la campaña de las elecciones generales del 2010 decidió saltarse la prohibición de hacer campaña en la jornada de reflexión. Muy pillín, alquiló a un piloto polaco para que lo pasease en avioneta con una gran pancarta de su partido a cola. La avioneta se desplomó y cayó boca abajo. Realmente es un milagro que político y polaco sigan respirando. De vuelta en el Parlamento europeo, Nigel, genio y figura, comparó su siniestro con el del euro.
Farage cultiva la imagen de hombre común, debilidades incluidas: parroquiano de pub, fumador, y si toca fiesta, mujeriego también. Desde 1999 aguanta casado en segundas nupcias con una alemana. Pero por el medio, la prensa amarilla británica publicó el testimonio de una lituana contando una velada picarona con él y en otra ocasión lo pillaron en un club de striptease en Francia. En esos casos no se pone especialmente nervioso, se acoge a su muletilla: «Ya sabes, solo se vive una vez». Hijo de un agente de bolsa alcohólico, que abandonó a la familia cuando tenía cinco años, ha seguido el ejemplo paterno, en la bolsa y con la botella. A los 18 años ya trabajaba en la City como bróker de materias primas. Extremadamente inteligente, se hizo de oro antes de pasarse a la política. ¿Y qué piensa Nigel de la cosa pública? Es un conservador thatcheriano, liberal en lo económico, libertario en lo que hace a las costumbres, más bien xenófobo y visceralmente antieuropeo. Un nacionalista inglés de sentido del humor contagioso, con su bocaza casi siempre abierta en una gran risotada, y que llega a los sitios solo, sin escolta. ¿Soluciones? ¿Propuestas serias? Nada: un guiso populista de odio al inmigrante, patriotismo a la vieja usanza y campechanía a bocajarro. Pero va a dar la sorpresa en las elecciones generales de mayo.
En cada gran país europeo va apareciendo un Farage. En Francia es rubia y neofascista. En España es comunista, televisivo y con coleta. En Italia es directamente un cómico. Europa ha iniciado la cuesta abajo. No es abrupta, pero sí inexorable, porque Asia ha despertado y son más y más aplicados. Demudados, perplejos, nos agarramos como tablas de salvación a flotadores de vivos colores… que pierden aire por todos los lados. No es lo mismo tomarse unas pintas con Nigel en su pub de cabecera, el George & Dragon, que entregarle las llaves de tu casa. Pero en eso anda media Europa.
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