UNA RAYA EN EL AGUA
Los trucos de Leviatán
La expresión electoral del descontento ha forzado al Gobierno a una rebaja fiscal que alivie el malestar de sus votantes
Ignacio Camacho
Desde que empezó la crisis, en 2008, el número de parados en España ha aumentado en 3,5 millones. Sin embargo Hacienda recauda al año unos 2.000 millones de euros más que entonces. La conclusión es fácil: menos personas pagan más dinero para sostener ... un Estado ineficiente que no ha sido capaz de contraerse en la medida en que lo han hecho los salarios, la productividad, el consumo y el ahorro de los contribuyentes.
La expresión del malestar de los paganos en las últimas elecciones europeas ha forzado al Gobierno a una rebaja fiscal que limite el descontento de las clases medias, su base natural de respaldo. El Partido Popular se juega el poder en 2015 y ha exigido, o más bien implorado, al presidente Rajoy un alivio de la presión sobre sus electores. Renuente siempre a reducir la recaudación, el Ministerio de Hacienda ha sembrado la reforma de cláusulas restrictivas que atenúen el valor de sus propias medidas, entre ellas la limitación de las deducciones y la muy cruel imposición sobre las indemnizaciones por despido. Es la resistencia de Leviatán, la tendencia autodefensiva del gran aparato burocrático remiso a saltarse su propia lógica. Montoro, un fiscalista experto con clara vocación política, ha diseñado una rebaja llamativa y sugerente en sus grandes cifras y tramposilla en la letra pequeña. El objetivo esencial no es tanto reducir los impuestos como producir la impresión de que bajan, sobre todo a través de una disminución inmediata de las retenciones en las nóminas asalariadas.
La estructura fiscal siempre es un juego de birlibirloque en el que los técnicos son los dueños de la baraja. Un fárrago de tipos nominales y efectivos, una faramalla variable de gravámenes y un revoltijo de exenciones y descuentos disfrazan la realidad conjunta de los impuestos a los ojos de cualquier profano, que sólo puede al final atenerse a sus propias cuentas sin percibir una idea global del mapa recaudatorio. Pero el principio general es sencillo: lo que le conceden a uno se lo quitan a otro. El criterio de selección es político, o sea, clientelar, electoralista. Así ha sido, así es y así será.
Con todo, un descenso tributario es una buena noticia, desde luego mucho mejor que su contraria. Más dinero en el bolsillo de los ciudadanos es más consumo, más inversión y probablemente más empleo. El Gobierno compite contra sí mismo, reflejado en el espejo de sus propias promesas, y en ese sentido será difícil que regrese a la casilla de salida: la de la media fiscal que encontró en 2011. En tres años de ajustes ha estabilizado la economía y tiene cierto margen para aplicar bálsamo político. También la obligación de devolver parte de lo que ha exigido. Juzgue cada cual según su suerte. Friedman dejó escrito que siempre es buen momento para bajar los impuestos: por cualquier razón, en cualquier circunstancia y bajo cualquier pretexto.
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