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pecados capitales

La Reina Letizia

Como tantos, la recibí con espíritu crítico. Sin embargo, no ha cometido errores de bulto

Lo que en adelante viene vulnera las elementales reglas de una articulista por muy modesta que, como es el caso, se sea: nunca hablar en primera persona y, si se osa pisar esa línea de leso estilo, jamás orear las entretelas particulares. Sin embargo, me ... acojo al espíritu liberal de esta Casa para incumplir, en atención a la materia, los usos y costumbres del columnismo. A España le va a ir bien, muy bien, con la Reina Letizia. Ya está dicho. Quitado este peso de encima, he aquí mi coartada: se lo debo. Puede perderme, además, que comparto con ella la letra «M» del DNI, la generación (aunque me gana en juventud) y la profesión que ella eligió cuando, como todas, lo de soñar con ser princesa no pasaba de ser parte del manual de adolescente, tan previsible como embadurnarnos las pestañas de rímel o subirnos en los tacones de mamá. Solo que en ella se cumplió. Como a Borges con la literatura, a Letizia le pasó que su vida no fue otra cosa que un sueño dirigido.

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