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«Fiel al anhelo político de mi padre»

Esta España es el legado de una dinastía plurisecular que nos ha dado la libertad que no hubo en dos repúblicas

El reinado de Don Juan Carlos ha sido único por muchas razones. La primera por su capacidad para sorprender a infinidad de detractores, desde Santiago Carrillo, que se apresuró a apodarle «Juan Carlos el Breve», hasta los epígonos del franquismo que pretendían impedirle hacer la ... reforma, «de la Ley a la Ley» como bien consiguió hacer con la impagable ayuda de Torcuato Fernández-Miranda.

Desde el primer minuto dio a entender con gestos inequívocos cuál era su objetivo y por ello lo recordó en sus palabras de ayer, al anunciar su voluntad de abdicar: ser «fiel al legado político de mi padre». Y lo logró con creces. Y mal que pese a algunos, esta España de nuestros días es el legado político de una dinastía plurisecular que ha sabido dar a nuestro país las instituciones de la libertad que no fue capaz de encontrar ni bajo dos repúblicas ni con otras dos dinastías usurpadoras de nuestra Corona.

De los seis Reyes que precedieron en el trono a Don Juan Carlos tres murieron en la cama (Alfonso XII, Fernando VII y Carlos III) y tres fallecieron en el exilio: Alfonso XIII, Isabel II y Carlos IV. Ni ellos ni ningún otro Borbón renunció a la Corona voluntaria y permanentemente. Para buscar ese precedente hay que remontarse al Rey-Emperador Carlos V. Por eso puede decirse con justicia que el de Juan Carlos I es un gesto único en su dinastía -al menos en tiempos modernos-. Pero un gesto que puede ser la mejor rúbrica de un gran reinado. Porque llega en el momento idóneo, con el Rey demostrando que tiene una forma física e intelectual excelente para sus 76 años, con los deberes dinásticos cumplidos con muy alta nota al haber sabido formar a un Príncipe mejor preparado que ninguno de sus antepasados, y con España asentada entre las grandes naciones de Occidente.

Es muy fácil desconocer el papel que la Corona ha jugado en los últimos 40 años. Y es muy triste ver cómo los medios de comunicación de empresarios que llevan décadas disfrutando de la bonanza que les ha garantizado la Monarquía de Don Juan Carlos hacen chanzas con aquél a quien tanto deben. Y algunos advenedizos se apresuran a reivindicar mérito propio en una operación labrada por el Rey desde hace meses y en fase de ejecución desde enero. Operación que demuestra la seriedad de un país tan propenso en ocasiones a ser un patio de monipodio. Pero que esta vez ha podido mantenerse en un secreto casi perfecto. Un mérito del propio Rey y del Príncipe de Asturias, pero también del presidente del Gobierno y del líder de la oposición. Cuando algunos se apresuran a dictaminar como inviable un sistema que ha hecho tanto por España, el gesto de la abdicación de Don Juan Carlos quizá pudiera servir para reflexionar si es posible encontrar en las instituciones personalidades con similar altura de miras. Un altura que es consustancial con quien ejerce una funcion en la que el único éxito que puede tener él es el éxito de España. Y Juan Carlos I ha hecho más grande a España.

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