POSTALES
A seis días vista
El debate, que fue un muermo, con Valenciano soltándonos un mitin y Arias leyéndonos una conferencia, parecía uno de esos combates amañados
Que Miguel Arias Cañete perdió por puntos su debate con Elena Valenciano y que, luego, se dejó K.O. a sí mismo al tratar de justificarse solo podrán negarlo la familia del ministro y algún que otro ferviente seguidor de su partido. Lo importante, sin ... embargo, es cómo influirá en las elecciones del próximo domingo, cuando todas las encuestas se disolverán en la única que cuenta: la de los votos en las urnas.
El debate, que fue un muermo, con Valenciano soltándonos un mitin y Arias leyéndonos una conferencia, parecía uno de esos combates amañados y en cierto modo lo era, pues se habían pactado las condiciones. Dentro de ellas, sin embargo, se tiraron a la yugular. Pero mientras Arias cometió todos los errores que no deben cometerse en televisión, empezando por leer, Valenciano utilizó todos sus trucos, comenzando por interrumpir constantemente al interlocutor, por lo que la victoria fue suya. Lo que ocurre es que la conocemos demasiado para que nos traguemos cuanto dice.
El desastre vino luego, cuando Arias intentó disculparse, metiéndose en el berenjenal del machismo donde tenía todas las de perder. Me recordó aquel personaje de Stefan Zweig –¿o era de Somerset Maugham?– que, en un viaje por barco se empeñó en explicar a todo el mundo que no había tenido la culpa de que se ahogara un amigo y terminó la travesía con el entero pasaje convencido de que había sido culpable de que su amigo se ahogase. Si uno se equivoca, lo mejor es reconocerlo cuanto antes, para no aumentar el daño. Daño que crece si se echa mano de argumentos deleznables, como le ocurrió al ministro. Sacar la «superioridad intelectual» para justificar su derrota no fue sólo un «crimen político». Fue también un error factual inmenso. Las chicas están dando sopas con honda a los chicos en la enseñanza secundaria y superior, y empiezan a dársela en la actividad profesional. Se ve en el mismo gabinete del que forma parte Arias.
Pero, como les decía, lo importante es el efecto que tendrá en las elecciones del próximo domingo. Cara a Bruselas, escasísimas. En Bruselas, las decisiones no dependen –puede que afortunadamente– de si los españoles enviamos un hombre o una mujer, socialista o conservador. En Bruselas las decisiones se toman por quien tiene más peso y más fuerza, más representación e influencia, que viene dada por su aportación a las arcas comunes. O, como se decía antes en el fútbol, quienes terminan siempre ganando son los alemanes.
Aquí, en España, tendremos que esperar al día 25 para saberlo, tan alborotado está el patio y tan vivas las pasiones. La razón me inclina a pensar que los españoles no tomamos las decisiones importantes por un debate televisado y una metedura de pata clamorosa.
Pero luego me acuerdo del 11-M y ya no estoy tan seguro.
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