Suscribete a
ABC Premium

MONTECASSINO

Veneración al héroe fracasado

Todos aseguraban haberse enterado cuando a partir de 1944 se fueron liberando los campos de la topografía del terror

Hermann Tertsch

«Al terminar la guerra supe que los gobiernos, los líderes, los eruditos, los escritores declaraban no haber estado al corriente de lo acaecido a los judíos. Se mostraban sorprendidos. La muerte de seis millones de seres inocentes era un aterrador secreto. Aquel día me ... convertí en judío. Soy polaco, norteamericano, judío cristiano, católico practicante. Y aunque no soy un hereje, declaro que la humanidad ha cometido un segundo pecado original: por obediencia o por negligencia, por ignorancia autoimpuesta o por insensibilidad, por egoísmo o por hipocresía, o incluso por frío cálculo. Ese pecado atormentará a la humanidad hasta el fin del mundo». Quien así habló al romper un largo silencio de décadas fue un hombre decepcionado que había demostrado un valor apenas concebible para evitar al mundo algunas de sus peores pesadillas. Ya hace mucho tiempo también de aquello, de cuando este soldado, espía, mensajero y gran señor polaco se avino a contar sus sentimientos, la vertiente personal de una vida que había sido durante años, en las peores condiciones imaginables, una inmensa gesta, una obra maestra de talento y abnegación en el servicio a la libertad, a la dignidad y a la verdad. Rompió el silencio para enriquecer el mayor y más estremecedor documento jamás hecho sobre la monstruosidad humana que es la película de testimonios «Shoah», de Claude Lanzmann. Y Jan Karski –porque de este increíble ser humano escribo con motivo de su centenario– habló así porque él, y sobre todo él, sabía que aquello, la pretensión de todos de haber ignorado la suerte de millones de judíos que murieron en los campos de exterminio nazis, era una colosal mentira.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia