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HORIZONTE

José Antonio Monago, como Franco

Los discursos de los presidentes autonómicos pueden tener «condición histórica». Por su desvarío

Ramón Pérez Maura

ENTRE todo el dinero que nuestros muchos presidentes autonómicos gastan en asesoría de imagen y comunicación ninguno consume un céntimo en un profesional que le diga que debería dejar de pronunciar el discurso anual de fin de año. Entre otras cosas, porque quien aconseje eso perderá su posibilidad de presentar una factura por asesorar. Y ya se sabe que en los tiempos que corren la caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Según leo hasta en ABC el discurso de fin de año de los presidentes autonómicos ha devenido en «tradicional». Sin duda porque vivimos épocas en que las tradiciones pueden tener sólo diez, veinte o treinta años. Y así, a ver quién le niega su «identidad histórica» a Artur Mas... Pero tal vez descubran que la condición de «tradicional» de estos discursos tiene un origen indeseado. Aunque me atrevo a decir que los discursos de los presidentes autonómicos de 2013 sí pueden tener «condición histórica». Por su desvarío.

Supongo que alguno tiene que haber, pero no he sido capaz de confirmar que ni uno solo de los presidentes autonómicos haya dejado de hacer un mensaje institucional «al país». Es decir, a la provincia o provincias que integran su comunidad. Este empeño en emular el mensaje navideño del Rey en verdad es digno de mejor causa. Sólo ese afán de evocar el discurso regio justifica estas fechas. ¿Por qué no hacerlo el día de la fiesta de cada comunidad? Aunque tal vez algún asesor, sin necesidad de gastarse un solo céntimo en investigación, pudiera explicarles que a quien de verdad emulan es a quien inventó en España el discurso de fin de año: don Francisco Franco Bahamonde. El Rey creyó que había que alejarse de él. Nuestros capos autonómicos no. Ellos lo imitan creyendo ponerse a la altura de Su Majestad. No paramos de mejorar.

Este año hemos asistido a una catarata de reivindicaciones de los diversos dirigentes autonómicos que en su inmensa mayoría pertenecen al mismo partido que el presidente del Gobierno. Evocan aquella escena vodevilesca del paisano, ofendido por alguien de fuerza mayor y que, sabedor de su impotencia, grita a su colega «¡agárrame, Manolo, que le rompo la cara!». Y en esa escenografía han encajado los presidentes que denunciaban su situación fiscal o su derecho a ser tratados como todos los demás.

Pero hay uno que ha superado a todos: el presidente de la Junta de Extremadura. Aun suponiendo que tenga algún sentido el que un presidente autonómico haga un discurso de balance del año y perspectivas para su comunidad en los doce meses venideros, me gustaría que me explicase cómo puede él hablar en nombre de todos «los extremeños» sobre el aborto cuando afirma que «Extremadura apoya una reforma de la ley del aborto por consenso». Sólo le faltó emplear el «nos» mayestático. Pero es que la influencia de Franco sobre los discursos de fin de año es muy marcada. Y como el invicto, Monago se cree ya que puede hablar en nombre de todos los extremeños. Incluso para negar el derecho natural.

José Antonio Monago, como Franco

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