POSTALES
La burbuja futbolística
¿La culpa? Está muy repartida. Desde los gobiernos a los aficionados, con todo lo que hay en medio
José María Carrascal
QUE el fútbol es más que un deporte lo demuestra la Comisión Europea abriendo expedientes a siete equipos españoles, con el Madrid y el Barça entre ellos. Por este lado, se ha puesto el grito en el cielo, como si fuera un atentado a la ... dignidad nacional, no faltando quien lo atribuya a envidia e interés en arrebatar a nuestros clubes y selección el liderato que ostentan a nivel continental y mundial. O sea que, si Cervantes escribiese hoy el Quijote, haría decir al Caballero de la Triste Figura al entrar en Tomelloso: «Con el campo de fútbol hemos topado, Sancho».
Completa el cuadro que se haya involucrado al comisario Europeo de la Competencia por presunta parcialidad en el caso; a uno de los jugadores más famosos, en presuntas connivencias con los cárteles de la droga; al presidente de uno de los clubes más victoriosos, por presunta distracción de millones de euros; a otro con iguales victorias, por presunto pelotazo –nunca mejor dicho– urbanístico, y tendrán un panorama muy poco deportivo y aún menos edificante.
¿La culpa? Está muy repartida. Desde los gobiernos a los aficionados, con todo lo que hay en medio. Hemos creado un auténtico monstruo. Y una burbuja, que nada tiene que envidiar a la inmobiliaria que, como explote, nos envía a Marte sin cohete ni escafandra. Nadie sabe cómo se pagan unos traspasos astronómicos por jugadores que luego se pasan la temporada en el banquillo. Las directivas de los clubes son una jungla con toda clase de fieras. Los agujeros de sus finanzas sólo son superados por los de los partidos políticos. Las batallas en las gradas sobrepasan las libradas en el césped. Los árbitros pitan penaltis que no son y pasan por alto los que son. El presidente de la Federación Internacional ridiculiza a uno de los mejores jugadores ridiculizándose de paso a sí mismo, y, para completar el espectáculo, jugadores de las más distintas procedencias se han convertido en algo así como la esencia de comunidades donde sólo están de paso. Para que luego presumamos de seres racionales.
En cualquier caso, el fútbol está tan endeudado, desquiciado, hinchado y manejado por personajes tan poco recomendables como el resto de las instituciones de nuestro tiempo, incluidos los Estados, la Comunidad Europea, el Tribunal de Estrasburgo, la ONU o la OPEC. Lo único bueno de él es que ha sustituido las batallas con que los europeos nos entreteníamos de tanto en tanto. El día que ocurra lo mismo en África y Asia, el mundo será un poco más habitable.
Si la Comisión Europa quiere arreglar el fútbol, le deseamos mucha suerte. Pero con la debida humildad le rogaríamos que, antes, procurase arreglar, por este orden, el problema de los bancos, el de la corrupción, el de la inmigración ilegal, el de los paraísos fiscales, el de los nacionalismos internos, y el del creciente antieuropeísmo. Todos ellos bastante más fáciles de resolver que el del fútbol.
Y les dejo, porque ha empezado el partido del Atlético con el Levante.
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