Ucrania celebra su independencia con temor a nuevos ataques rusos
EE.UU. teme un recrudecimiento de las hostilidades y pide a sus ciudadanos que abandonen Ucrania
El filósofo ultranacionalista Duguin animó a «combatir» por Rusia en el velatorio de su hija celebrado en Moscú
Muere en un atentado en Moscú la hija del 'cerebro de Putin', Alexander Dugin
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Iniciar sesiónMientras los miembros de la Guardia de Honor de Ucrania izaban ayer en Kiev una bandera nacional en el marco de los preparativos para celebrar el Día de la Independencia en el país invadido, que festeja hoy la escisión de la Unión Soviética del 24 ... de agosto de 1991, el filósofo ultranacionalista ruso Alexánder Duguin despedía en Moscú a su hija, en un velatorio presidido por el féretro de la joven asesinada el pasado sábado por una bomba colocada en su coche.
«No tenía miedo, es verdad», recordó ayer el pensador, acompañado por una gran fotografía de Daria Dúguina de fondo. «Cuando hablamos por última vez en el festival de la Tradición, me dijo: «Padre, me siento como un guerrero; me siento como un héroe. Y quiero ser así; no quiero ningún otro destino. Quiero estar con mi gente y con mi país»», añadió. «Si alguien se ha conmovido con su trágica muerte, su personalidad y su integridad, ella solo tendría un deseo: «No me recordéis, no me glorifiquéis. Combatid por nuestro gran país, proteged nuestra fe y nuestra sagrada ortodoxia. Amad a nuestro pueblo ruso». Porque ella murió por el pueblo. Murió por Rusia en la línea de frente. Y la línea de frente está aquí», concluyó con emoción. Siguiendo ese tono, el magnate ruso Konstantin Malofeyev, cercano a los Duguin, señaló: «Las personas que luchan contra nosotros no entienden que el pueblo ruso no está formado solo por aquellos que están vivos ahora. Está formado por aquellos que vivieron antes que nosotros y vivirán después. Y seremos más fuertes con la sangre de nuestro mártires».
Cruce de acusaciones
Esos discursos fúnebres, sin embargo, parecen tener un trasfondo más oscuro y de largo alcance que el llanto natural de un padre por la pérdida de un hijo o de un buen amigo que presencia la tragedia en una familia querida. Según temen numerosos analistas y servicios de Inteligencia occidentales, el asesinato de la joven puede convertirse en el episodio con el que las tropas del Kremlin justifiquen un recrudecimiento de su ofensiva en Ucrania, además de un mecanismo para conmover a la sociedad rusa y fortalecer su respaldo a la invasión. Así lo denunciaba ayer Oleksiy Danílov, jefe del consejo de seguridad ucraniano, a través de un mensaje de Twitter, en el que sostenía que «el apoyo a la guerra está cayendo en Rusia» y que «el FSB [servicio ruso de Inteligencia] planea organizar una serie de atentados terroristas en ciudades rusas con bajas masivas de civiles». «Dúguina es la primera en la lista. A diferencia de Rusia, Ucrania no está en guerra con civiles», afirmaba.
Los cruces de acusaciones sobre el atentado confirman las sospechas sobre si la muerte de Dúguina puede suponer un punto de inflexión
«[El asesinato de Dúguina] fue un crimen bárbaro para el que no puede haber perdón. No puede haber piedad para los organizadores, los patrocinadores y los ejecutores», dijo ayer el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, pareciendo confirmar las sospechas ucranianas. Solo un día antes, el lunes, el presidente ruso, Vladímir Putin, lamentó el «crimen vil y cruel» que acabó con la hija del padre del neoeurasianismo, una doctrina política antiliberal compuesta por sueños imperialistas, místicos y belicosos.
Los cruces de acusaciones sobre el atentado confirman las sospechas sobre si la muerte de Dúguina puede suponer un punto de inflexión. Mientras los ucranianos siguen negando cualquier vinculación con la desaparición de la joven -que seguía las tesis de su padre y se había destacado en cadenas de televisión rusas como una firme defensora de la autodenominada 'operación militar especial', según la jerga impuesta por el Kremlin-, el FSB acusó el lunes a una mujer llamada Natalia Vovk, una presunta agente ucraniana que se mudó con su hija a Moscú el pasado julio para preparar el asesinato. Siempre según el relato de la Inteligencia rusa, Vovk pertenecía al batallón Azov, una organización considerada terrorista por Moscú, y huyó a Estonia tras la explosión. Por su parte, Ilia Ponomarev, un opositor del Kremlin exiliado en Ucrania, hacía responsable del atentado al hasta ahora desconocido Ejército Nacional Republicano, una organización clandestina contraria a Putin que aparentemente combate para derrocar al autócrata y poner fin a la guerra.
Incertidumbre
«Este año, más que ningún otro, los colores amarillo y azul simbolizan la libertad que rechaza rendirse a la tiranía», dijo ayer el ministro ucraniano de Exteriores, Dimitro Kuleba, en referencia al Día de la Independencia, una fecha acapara todas las miradas y enciende todas las alertas, pues el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ya advirtió el pasado domingo que «Rusia puede intentar hacer algo particularmente cruel» durante los festejos que conmemoran la ruptura del yugo soviético. En ese sentido, Kiev ha prohibido las celebraciones públicas en la capital, lo que ha multiplicado las sospechas sobre un posible empeoramiento de las hostilidades.
Sin ir más lejos, el Departamento de Estado de EE.UU. rogaba ayer a los ciudadanos estadounidenses que abandonaran el país invadido lo antes posible, expresando su temor a nuevos ataques contra infraestructuras civiles e instalaciones gubernamentales. «La Embajada de los EE. UU. insta a los ciudadanos estadounidenses a salir de Ucrania ahora utilizando las opciones de transporte terrestre privadas disponibles si es seguro hacerlo», se explicitaba a través de un mensaje de alerta. Una advertencia que fue recibida con cierto desencanto por uno de los principales asesores de Zelenski, Mikailo Podoliak, que se refirió en un mensaje de Twitter al creciente miedo ante los posibles bombardeos «contra objetivos civiles y centros urbanos» y lamentó «la falta de liderazgo global, voluntad política y armas». «¿Quizá sea el momento de cambiar el enfoque?», se preguntaba.
El presidente Zelenski afirmó ayer que Ucrania recuperará Crimea «por cualquier medio» y «sin consultar a otros países»
En ese clima de incertidumbre, Zelenski se reunió ayer en Kiev con el presidente de Polonia, Andrzej Duda, para debatir sobre el incremento de ayuda armamentística a Ucrania. Preguntado sobre las informaciones que apuntan al posible empeoramiento de la guerra a lo largo de esta semana, el mandatario, vestido con una camisa tradicional ucraniana de color verde militar, respondió enérgico, afirmando que Rusia recibirá una «respuesta poderosa», que se volverá «más, y más fuerte», en caso de que esas amenazas finalmente se cumplan. Del mismo modo, Zelenski abogó por la «desocupación» de la península de Crimea, anexionada por Rusia tras la celebración de un referéndum ilegal en marzo de 2014, y auténtica antesala de la guerra que se libra ahora. «Crimea es parte de nuestro pueblo, de nuestra sociedad», afirmó el presidente. «Recuperaremos Crimea por cualquier medio que consideremos correcto, sin consultar a otros países», añadió.
Aunque la liga ucraniana de fútbol disputó ayer su primer partido tras medio año de guerra, lo cierto es que el país está muy lejos de volver a la normalidad y dejar atrás las violencia. Según anunció el lunes el comandante en jefe del Ejército ucraniano, Valeri Zaluzhni, unos 9.000 soldados han perdido la vida desde el inicio de las hostilidades en febrero. Otros la han conservado, pero algunos han resultado presos, y su destino resulta inquietante. Así lo lamentó ayer la ONU, haciéndose eco de las informaciones sobre los juicios que se preparan en Rusia contra prisioneros ucranianos y de las imágenes que muestran la construcción de jaulas metálicas en la filarmónica de Mariúpol destinadas a ellos. «No se puede dictar ninguna sentencia o castigo contra ellos a menos que la dicte un tribunal imparcial y regularmente constituido», reclamó Ravina Shamdasani, portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
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