Los «antiglobalización» y Kim Jong-il amenazan la cumbre del G-20

En medio de la tensión nuclear con Corea del Norte, Seúl se blinda ante la previsión de multitudinarias y violentas protestas contra el G-20

afp

PABLO M. DÍEZ

Seúl está blindada. La cumbre del G-20, que reúne el jueves y el viernes a los países más industrializados y a las potencias emergentes, ha puesto a esta megalópolis de 10 millones de habitantes en alerta 3, el nivel de alarma más alto en ... Corea del Sur. Para velar por la seguridad del encuentro, que reúne a 32 mandatarios, un centenar de magnates empresariales y 10.000 participantes, el Gobierno ha movilizado a 60.000 policías y soldados, 20.000 de ellos agentes antidisturbios.

Desde la “Batalla de Seattle” durante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1999, los movimientos “antiglobalización” aprovechan estos eventos para protagonizar multitudinarias manifestaciones que arrasan ciudades enteras y provocan destrozos millonarios. Las protestas más violentas tuvieron lugar en 2001 durante la reunión del G-8 en Génova, donde 200.000 personas tomaron las calles y desataron un caos de vandalismo y anarquía. Abatido a tiros por un carabinero, el joven activista Carlo Giulani se convirtió en un mártir para los “antiglobalizadores”.

Tras los disturbios que ensombrecieron cumbres anteriores, la Policía surcoreana ha vetado la entrada a 200 extranjeros, la mayoría con antecedentes por alborotos. Pero no es la única amenaza que se cierne sobre el encuentro.

Los propios sindicatos agrarios surcoreanos aprovecharán la presencia de miles de periodistas y cámaras de televisión para hacer ruido. Conociendo la fiereza de los agricultores de este país y su experiencia “reventando” cumbres como la de la OMC en Hong Kong (2005), cabe esperar nuevas escenas de “guerrillas urbanas”, armadas con cañas de bambú , estandartes y tambores, luchando contra los acorazados antidisturbios de la Policía entre nubes de gases lacrimógenos y cañones de agua.

Todo ello sin contar con desagradables sorpresas como la que dio el campesino surcoreano Lee Kyung-hae , quien se suicidó haciéndose el “harakiri” ante las cámaras en la cumbre de la OMC en Cancún en 2003.

Alerta máxima

Con los aeropuertos, hoteles, estaciones y paradas de metro bajo vigilancia, la Policía levantará una valla de 2 metros para impedir que las protestas lleguen al Centro de Exposiciones y Congresos de Seúl, sede de la cumbre. Tras los paquetes bomba enviados desde Yemen, hasta los folletos publicitarios pasan por los escáneres.

A estas amenazas terroristas se suma la tensión con el régimen comunista de Corea del Norte, que dispone de bombas atómicas. A sólo 50 kilómetros de Seúl perdura la última frontera de la Guerra Fría, donde suelen estallar incidentes como el que costó la vida en marzo a 46 marineros surcoreanos al naufragar la corbeta “Cheonan”, al parecer hundida por un torpedo del Norte.

El Ejército de Corea del Sur, formado por jóvenes que cumplen una "mili" obligatoria de dos años, ha activado la alerta máxima. Como ambos países siguen técnicamente en estado de guerra porque en 1953 sólo declararon un armisticio pero no llegaron a firmar la paz, cazas F-16 de las Fuerzas Aéreas surcoreanas escoltarán a los 43 aviones en los que llegarán los dignatarios más poderosos del mundo, como Obama, Hu Jintao, Merkel o Sarkozy. Con misiles antiaéreos y 28.500 “marines” americanos acantonados en el Paralelo 38, que divide a las dos Coreas desde el final de la guerra (1950-53), Seúl da la bienvenida al G-20.

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