De lejos
El hombre blandengue del Kremlin
Movilización parcial, referéndums de anexión y nuevas amenazas nucleares ilustran la creciente desesperación de Putin en Ucrania
Putin moviliza a 300.000 reservistas y abre la puerta al uso de armas nucleares
Ucrania intercambia 215 prisioneros de guerra por el oligarca prorruso Viktor Medvedchuk
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Iniciar sesiónLa debilidad, incluso la simple apariencia de debilidad, resultan letales para autócratas y gánsteres como Vladímir Putin. El culto a un líder todopoderoso e infalible figura entre los elementos esenciales del 'ruscismo', el neologismo que identifica la deriva fascista que en los últimos años ... protagoniza Rusia con su corrupto Estado corporativista, el culto a un pasado mítico, la censura y la represión, las teorías conspirativas y las mentiras, la propaganda centralizada, el supremacismo y la glorificación de una guerra miserable como la iniciada hace siete meses contra Ucrania.
Especialista en hacerle la cobra a Occidente con el aplauso de su comparsa transversal de 'biZcochitos', Putin no se puede permitir el lujo de ser percibido como el hombre blandengue del Kremlin. Amenazar sin rematar relega al matón al peligroso estatus de mero bravucón. Por eso, para reafirmar su cuestionada autoridad, Putin insiste una y otra vez en que no va de farol y que no está boxeando por encima de su peso como acostumbra. Por eso, la insistencia en que su poderío militar no es pura fachada a pesar de esa tradición tan rusa de postureo reflejada en las 'villas Potemkin', simples decorados construidos exclusivamente para impresionar.
Es cierto que Rusia nunca es tan débil como sus enemigos quieren creer ni tan fuerte como aparenta el Kremlin. Pero un régimen seguro de sí mismo, que dice ser referente de un inexorable futuro iliberal, no debería verse en la obligación de invertir tanto tiempo y recursos en cuestionar la modernidad y la democracia, alentar el miedo a las diferencias, suprimir el pensamiento crítico, y no respetar ni la más básica dignidad del ser humano ni la integridad territorial de sus vecinos.
Creciente desesperación de Putin
La movilización parcial de 300.000 reservistas, los acelerados referéndums de anexión en cuatro regiones ucranianas y las renovadas amenazas nucleares solamente pueden explicarse por la creciente desesperación de Putin ante la cada vez más evidente debacle en Ucrania. El genialísimo líder ruso se encuentra entre la espada de su demostrada incapacidad militar y la pared de la histórica correlación entre derrotas en el campo de batalla y radicales cambios políticos en Moscú.
Como parte fundamental de su estrategia en Ucrania, Putin ha intentado hasta ahora encapsular la guerra asumiendo el mínimo coste político. Al fin y al cabo, pese a su lastre retrógrado es un autócrata moderno al que le importa el respaldo de su opinión pública. Para no romper el contrato social que supondría una movilización general y desplegar en el campo de batalla a chavales cumpliendo su servicio militar obligatorio, Putin ha optado durante los últimos meses por avanzar despacio con ayuda de selectivos recursos.
Entre estimaciones que apuntan a 80.000 militares rusos muertos o heridos, el peso de la ofensiva ordenada por Putin el pasado febrero se ha concentrado en mercenarios, minorías asiáticas como los soldados que perpetraron la matanza de Bucha, los más pobres, voluntarios-involuntarios, los habitantes rusos del Donbass y fuerzas profesionales. De esta manera, la gran mayoría de los rusos han podido participar en este conflicto mirando la televisión cómodamente en sus casas.
Referendos trileros
Activar 300.000 reservistas, además de un reto de organización imposible de materializar a corto plazo, supone empezar a saltarse ese acuerdo tácito para limitar las peores consecuencias para Rusia de esta guerra injustificada. Todos los jóvenes que huyen de Rusia por Armenia, Turquía o Finlandia, junto a los que rebuscan en Google excusas para no ser llamados a filas, temen que ellos serán los siguientes dentro de este inquietante gradualismo.
Los referendos trileros convocados por las autoproclamadas repúblicas populares del KGB en Donetsk y Lugansk, junto a los territorios parcialmente controlados por las fuerzas rusas en Jersón y Zaporiyia, evidencian también la creciente debilidad de Putin. El paripé con urnas opacas para declarar como propio el 15% del territorio ucraniano aspira a tener un impacto disuasorio. Es decir, forzar a que Kiev y sus aliados se lo piensen dos veces a la hora de seguir atacando territorio ruso, aunque sea muy 'fake'.
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Con diferencia, el legado más devastador de Putin es su intento de compensar con el atajo de las amenazas nucleares. Su recurrente chantaje con armas de destrucción masiva está consiguiendo alterar el orden nuclear mundial. Los Estados más vulnerables, que calibran su precaria posición a través del prisma de Ucrania, pensarán que la mejor defensa contra un agresor con armas nucleares es tener su propio arsenal no convencional. Al mismo tiempo, estados con armas nucleares creerán que pueden asegurarse la victoria copiando las tácticas de Putin. Bajo esta peligrosa lógica de proliferación, que supone en la práctica superar el más que justificado tabú nuclear, el gran riesgo es que alguien en algún lugar termine por convertir este tipo de amenazas en una apocalíptica realidad.
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