El narcotráfico, la lista negra y la princesa
Para Holanda, un país en jaque por el crimen organizado, Ridouan Taghi es el enemigo público número uno. La prensa dice que está tras las amenazas a la heredera del trono. Encarcelado desde 2019 por drogas y asesinatos, la fiscalía dice que gobierna «una máquina de matar». La 'Mocro Mafia'
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Iniciar sesión«Es particularmente persistente, una vez en su lista negra, nadie puede salir de ella». La advertencia pertenece a la petición de cadena perpetua contra Ridouan Taghi expresada por el fiscal en la apertura del juicio por los llamados 'asesinatos masivos de Marengo' el pasado ... marzo, muchos meses antes de que el diario 'De Telegraaf' le señalara como el hombre que estaría tras las amenazas de muerte o secuestro de la heredera al trono de Holanda, Amalia de Orange y del primer ministro Mark Rutte. Recluido en una cárcel de alta seguridad desde que, declarado el criminal más buscado del país y recompensa mediante de 100.000 euros, fuera atrapado hace tres años en Dubai, ha rechazado a través de su abogada cualquier vinculación con semejante idea de magnicidio, desvelada para desconcierto mundial por los propios padres de la princesa, los reyes Guillermo y Máxima.
La letrada, Inez Wesky, ha proclamado que su cliente «está en shock» por esa insinuación y ha exigido que se rectifique. Pero conviene indicar que Taghi gasta una vehemencia sin límites a la hora de negarlo todo. El periodista más conocido de los Países Bajos, Peter De Vries, tuiteó el 14 de mayo de 2019 que este sujeto, entonces todavía fugitivo, había mandado liquidarle. «Puedes ir a donde quieras y cuando quieras sin temer ningún peligro de mi parte», le hizo llegar Taghi en agosto. El 6 de julio de 2021, De Vries era abatido en plena calle de Amsterdam de cinco disparos mientras tres individuos filmaban su ejecución.
Como Italia, como Méjico
El atentado convirtió al reportero estrella en un mártir patrio del siglo XXI y a Holanda –tan orgullosa de su tolerancia con las drogas blandas, que no están legalizadas, ojo, sino despenalizadas– en un país de la rica Europa del norte que descubría de golpe ser algo así como un narcoestado de tránsito. Al estilo de esos vecinos mediterráneos del sur cuyos problemas con el crimen organizado más salvaje nunca creyeron los neerlandeses, tan ultracivilizados ellos, que tendrían que enfrentar. Cuando en realidad el hampa lleva años operando delante de sus narices. A saber: un tercio de la cocaína que entra en la UE lo hace a través de los puertos holandeses por obra de la Mocro Mafia, un 'súper cártel' coliderado por Taghi que, entre otros, tiene el virtual monopolio de los estupefacientes peruanos. Junto a él, esa multinacional del delito está gobernada por Raffaele Imperiale, número dos de la Camorra; 'el Pablo Escobar bosnio', Edin Gacanin y el irlandés Daniel Kinahan, viejo conocido en la Costa del Sol y por cuyo paradero se ofrecen cinco millones de dólares. Son datos de la poderosa Drug Enforcement Administration (la DEA norteamericana, en sus siglas en inglés).
Nabil el arrepentido
Si a medida que uno profundiza en la biografía de Taghi se viene a la mente la música de 'El Padrino', hay motivo. Por no faltar, en las guerras en las que sus sicarios y otras bandas vienen derramando cadáveres por Holanda y Bélgica desde 2012, no falta un trasunto de la legendaria secuencia de la cabeza de caballo sangrante que aparece en la primera película de la trilogía de Francis Ford Coppola: en marzo de 2016, la cabeza cortada de un traficante fue dejada chorreando enfrente de un shisha bar en Amsterdam. Fue en mitad de la ola de violencia total que duró de 2015 a 2017, en la que se circunscriben los ya mencionados 'asesinatos de Marengo', seis consumados y cuatro intentos, amén de la voladura de una tienda de equipos de vigilancia, hechos por los que se sientan en el banquillo 17 sospechosos. La cuestión hoy es que estos gángster han pasado de matarse entre ellos a desafiar el orden establecido –como en México o Italia–, al sistema, a la democracia. Al Gobierno, a la Corona.
De origen marroquí-holandés y nacido en 1977, el rotativo británico 'The Guardian' ha contado que Riduan Taghi construyó su inmensa fortuna primero con el contrabando de hachís a través del Estrecho de Gibraltar y luego, hacia 2008, acomodando en esa misma ruta la mercancía de los cárteles sudamericanos cuando decidieron que la tradicional operativa de tráfico entre EE.UU. y Europa ya no les servía. Es el aventajado de una generación de delincuentes que el criminólogo Cyrille Fijnaut, citado en el mismo periódico, describe como «más digitales, más organizados, más violentos, más corruptos, más rentables y más transnacionales» que cualquiera de sus predecesores. De su época inicial es el encuentro de Taghi con Nabil B., con raíces en la ciudad rifeña y añil de Chauen, como él mismo, que durante más de una década sería su colaborador de confianza y a la postre se convertiría en el soplón que ha llevado al capo entre rejas. No le quedó otra: en enero de 2017, los hombres de Taghi mataron por equivocación a Hakim Changachi, íntimo amigo desde la infancia de Nabil B., que con el tiempo, y temeroso por haberse ido un poco de la lengua, se dio cuenta de que el siguiente sería él.
Si Tommaso Buscetta pasa por ser el gran arrepentido y el gran traidor de la Cosa Nostra, –más de cuatrocientos mafiosos de la rama siciliana terminaron encarcelados gracias a lo que 'cantó' en 3.000 páginas de confesión–, Nabil B. ya lleva 1.500 folios procedentes de 40 declaraciones ante la policía, materia prima fundamental de la causa de Marengo. Las ha hecho en calidad de testigo protegido, aunque se acabó filtrando su identidad. Una fatalidad.
No había transcurrido una semana y su hermano fue liquidado de un disparo en marzo de 2018. En septiembre de 2019 y con idéntico método, su abogado, Derk Wiersum. La identidad de su sustituto es secreta. El fulgurante periodista De Vries, –investigador estrella de crímenes sin resolver, admirado comentarista televisivo de sucesos– se uniría informalmente en 2020 al equipo de defensa del propio Nabil B. como su confidente, lo que según el Ministerio Público acabó costándole la vida. Un anónimo dijo a la policía que quien apretó el gatillo lo hizo bajo la orden del «jefe de Mocro Mafia», aunque a estas alturas el caso está ya pendiente de sentencia y nunca hubo cargos contra Taghi.
Nótese que para la fecha de este crimen, el capo ya estaba en prisión. Donde continúa. Concretamente permanece en la de la localidad holandesa de Vught, una especie de Alcatraz, cuando han trascendido las amenazas contra la princesa y se ha reavivado la inquietud ante una polémica surgida en septiembre, según la cual Taghi habría seguido comunicándose desde su celda con sus cómplices en el mundo exterior. Se apunta a su abogada.
No son cosas de la prensa, sino una denuncia directa realizada ante el juez por el también abogado Andre Seebregts, que defiende los intereses de un primo de Taghi, de nombre Youssef, en un proceso que le acusa precisamente de haber actuado de correo de los mensajes del convicto, al que visitaba en la cárcel, con la calle. Los pinchazos a su teléfono y la grabación secreta de las conversaciones entre ambos revelaron que juntos planearon al parecer un par de fugas, –contratar a mercenarios de los Balcanes que entraran al asalto, secuestrar a funcionarios de la prisión y exigir la liberación de Ridouan...– y, más allá, confirmaron que, efectivamente, las funciones de enlace del primo facilitaron «el negocio diario del tráfico de cocaína, el lavado de dinero y ataques a los enemigos de Taghi».
Chiclana, 2022
La sombra alargada y sobrecogedora del capo alcanza al presente 2022 y a Chiclana, en Cádiz. Este enero se halló allí en un coche ardiendo el cadáver acribillado de Ebrahim Buzhu, conocido como 'El Carnicero', rival declarado de Taghi y se cree incluso que responsable del chivatazo que por primera vez le puso en el radar de la policía allá por 2015. Iba a testificar contra él.
Los posibles manejos del reo extramuros preocupan, pero también sus contactos con otros reclusos de su misma penitenciaría, caso del terrorista Mohammed Bouyeri, condenado a permanecer entre rejas de por vida por la muerte en 2004 del cineasta y escritor Theo van Gogh y que siempre ha asegurado que volvería a matar, si pudiera, porque cree su obligación «decapitar a todos los que insulten a Alá».
Estos días es el turno de Ridouan Tagui frente al tribunal que lo juzga a puerta cerrada en un edificio bunkerizado a las afueras de Amsterdam, donde los abogados actúan camuflados, sin mostrar el rostro, y en fechas clave no han faltado francotiradores, drones y barricadas policiales. La acusación también cuenta con unos 900.000 mensajes extraídos de móviles que el capo y sus socios utilizaron años atrás, provistos de un software que entonces se pensaba imposible de hackear, de ahí que las comunicaciones sean especialmente crudas. Se trata de drogas, de asesinatos. Holanda da por hecho que la pena de Ridouan Taghi será cárcel permanente, lo que no elimina la inquietud dadas sus artes para controlar lo que quiere desde dentro. «Él toma todas las decisiones», ha dicho el fiscal y de su banda que es «una muy bien engrasada máquina de matar».
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