Lula evita que Putin emita un mensaje en vídeo al G-20 para no enfadar a Biden

Ambas cuestiones deberían estar en la declaración final del foro pero, según pudo saber ABC, todavía no habría acuerdo debido a dos sucesos de este fin de semana: el ataque masivo ruso a Ucrania y la decisión de Biden de autorizar a Kiev a utilizar misiles de largo alcance de fabricación estadounidense contra las tropas de Moscú.

Los países del G-7, a quienes se sumaría el presidente argentino, le piden ahora a Lula que la declaración final incluya una condena a Rusia mientras que el organizador busca proponer la paz, incrementar el apoyo humanitario y menor intensidad bélica, una expresión de mero deseo frente a la realidad.

Moscú está representado en la cumbre por el canciller Sergéi Lavrov, ya que Putin puede viajar por muy pocos países sin el riesgo de ser apresado debido a orden de captura dictada por la Corte Penal Internacional por el secuestro de niños ucranianos.

El domingo por la tarde, de hecho, según pudo conocer ABC, hubo contactos entre la cancillería brasileña y el Gobierno chino para explorar la posibilidad de que se emitiera un mensaje grabado de Putin ante los jefes de Estado. Esa opción estaría descartada para no calentar aún más los ánimos. Y es que Biden llegó a esta ciudad con el objetivo de sostener su conflicto contra Rusia hasta el final y diferenciarse de Donald Trump, que en enero regresa a la Casa Blanca. En Washington los demócratas agitan la teoría de que el republicano va a lograr la paz en Europa a costa de la cesión de territorio ucraniano.

Trump es un ausente absolutamente presente en Río. Desde el Departamento de Estado comentan que los contactos de las demás delegaciones son constantes para buscar orientación sobre cómo encarar el cambio político en EE.UU. De hecho, varios presidentes que viajaron a Brasil están buscando agendar, a su regreso, una escala en Miami para conversar en Mar-a-Lago.

Lula cuenta en la cumbre con el gran apoyo del presidente chino, Xi Jinping, que suscribe sus planes de paz para Ucrania, el planteamiento de redefinir el futuro de los organismos multilaterales y el lanzamiento de una cruzada contra la pobreza y el hambre. El mandatario asiático llegó al G-20 como una figura principal ya que a Biden le quedan menos de dos meses en el poder y, principalmente, por el papel que está desplegando China como inversor en proyectos estratégicos en América Latina. Algo que se pudo percibir este fin de semana: mientras Biden recorría la Amazonia y defendía los Acuerdos de París, Xi estuvo en Perú, donde inauguró un puerto en Chancay con una inversión de 3.500 millones de dólares.

La agenda social de Lula es, de momento, el único consenso general de la cumbre, ya que será acompañada incluso por Milei, que en los días previos se mostraba muy antagónico a todo lo propuesto por su par brasileño, especialmente en lo referente a aprobar un impuesto para los ultrarricos del mundo, medida con la que ha mostrado sintonía el presidente Pedro Sánchez. Finalmente, el argentino tendría un gesto con el anfitrión del encuentro.

«La primer cumbre del G-20 fue en Washington en 2008, el mundo hoy está peor, los fenómenos climáticos son devastadores, hay más conflictos y la pobreza ha crecido; según la FAO, 733 millones de personas en el mundo tienen problemas de desnutrición», expresó Lula en la apertura de la cumbre.

El mandatario brasileño señaló que su presidencia 'pro tempore' del G-20 se ha empeñado en sacar adelante la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza y de concretarse será su mayor legado. «Vamos a articular recomendaciones internacionales, políticas públicas eficaces y fuentes de financiamiento». Su mensaje fue secundado por su homóloga mexicana, Claudia Sheinbaum: «¿Qué está pasando en nuestro mundo que en tan solo dos años el gasto en armas creció casi el triple que la economía mundial? ¿Cómo es que la economía de la destrucción alcanzó un gasto de más de 2,4 billones de dólares? ¿Cómo es que 700 millones de personas en el mundo aún viven por debajo de la línea de pobreza?».

Lo cierto es que, mientras los jefes de Estado acuerdan sobre la miseria, las calles de Río de Janeiro están plagadas de indigentes, especialmente en el centro de la ciudad, donde se encuentra el Museo de Arte Moderno donde los mandatarios deliberan. Esa postal de carencia y abandono contrasta con el gran despliegue de seguridad ordenado por Lula, con más de 7.000 soldados que custodian la ciudad y que incluso instalaron tanques en las playas de Botafogo y Copacabana.