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¿Una tercera guerra fría?

La primera se inició antes incluso de acabar la Segunda Guerra Mundial, con los tanques rusos ocupando Berlín, y Hitler suicidándose en la Cancillería

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Churchill pronuncia un discurso electoral en Cardiff, la capital de Gales archivo abc

Pero ¿hubo dos guerras frías?, se preguntarán algunos lectores. ¡Claro que las hubo, y menudas fueron! La primera se inició antes incluso de acabar la Segunda Guerra Mundial, con los tanques rusos ocupando Berlín, y Hitler suicidándose en la Cancillería. Con lo que no ... había más remedio que capitular. Pero los rusos ya habían conquistado media Europa, incluida la Prusia Oriental, patria de Kant, cuya capital, Königsberg, rebautizaron con el nombre de uno de sus héroes, Kaliningrado, y les sirve de punta de lanza hacia los Estados bálticos, que desde entonces viven temiendo un asalto.

Pero, mientras los rusos se llevaron de su parte alemana hasta las vías de tren, la occidental vivió un milagro económico gracias a la ayuda norteamericana. Aunque el verdadero autor del mismo fue el hombre que lo había logrado, Winston Churchill, que para asombro de todos había perdido las elecciones tras haber sido el único líder que resistió el asalto nazi. Churchill convenció a Truman -que barajaba convertir Alemania en un país agrícola- «porque quien controla Alemania controlara Europa»- y en un discurso histórico advirtió que «desde el Báltico a Trieste, un Telón de Acero ha caído, quedando tras él todas las capitales de los antiguos Estados europeos que han caído en la esfera soviética y estarán sometidas a su influencia».

Por fortuna, Truman le hizo caso y comenzó la segunda guerra fría, que no fue caliente porque las dos superpotecias sabían que ambas iban a perderla. Aunque se impuso la lógica de la economía y la productividad, acabando cuando cayó el Muro de Berlín, dejando al descubierto la miseria que había detrás. La primera víctima fue el desplome de colchón que Rusia se había procurado en su entorno, aunque desde entonces no ha hecho más que retroceder.

Hasta en el Kremlin entra un miembro de la KGB dispuesto a reconstruir el imperio de los zares o de Stalin, no importa lo que cueste, convencido, por haberlo visto, de que Occidente no tiene el cuajo de defender lo que predica. El primer zarpazo, de todas formas, se lo lleva Ucrania, la pieza más valiosa. Su éxito inicial no logra sus objetivos por el valor de los ucranianos y el gigante con pies de barro que es su país. Se acerca el segundo invierno y siendo esta una guerra de desgaste, ganará el que más resista. Ni lo mejores analistas se atreven a hacer pronósticos. Sólo la izquierda de la izquierda desea que sea el que considera la democracia superflua.

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