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Dos guerras calientes

Israel no sólo es el pequeño pedazo de tierra al fondo del Mediterráneo, sino comprende todos los judíos del mundo

Pánico en Gaza: «Yo creo que ya está, vamos a morir aquí»

Soldados israelíes con prisioneros egipcios durante la Guerra de los Seis Días, en 1967 EFE

En la resaca de la brillante, aplastante, asombrosa victoria israelí en la Guerra de los Seis Días contra todos los ejércitos musulmanes, Charles de Gaulle, con la más pura lógica cartesiana, dijo «Israel será derrotado por la demografía y la geografía».

En efecto, el ... mundo musulmán se extiende como un cinturón a lo largo de todo el planeta tiene un crecimiento de población mayor del que pueden infringirle todas las guerras. Pero el general francés olvidó que Israel no sólo es el pequeño pedazo de tierra al fondo del Mediterráneo, sino que comprende a todos los judíos del mundo, que son muchos y con un sentido de pertenencia que ya quisieran para sí la mayoría de los Estados-nación, incluido el nuestro. Siempre dispuestos a mantener el Estado que finalmente han conseguido tras un peregrinaje errático y a menudo doloroso a lo largo de nuestra era.

La exclamación de Golda Meir tiene, junto a la fina ironía judía, un montón de realidad: «¡Cuánto menos nos hubiera ido si la Tierra Prometida hubiese estado en el Lejano Oeste norteamericano!», pero resulta que estaba en una de las encrucijadas del mundo, al fondo del Mediterráneo, donde se cruza la Ruta de la Seda con los mayores pozos de petróleo; junto al Canal de Suez, el más utilizado, construido por los franceses pero ansiado por los ingleses. Desde entonces, la zona más violenta.

Todo por haber cometido los europeos un error garrafal, dos mejor dicho: el primero, enzarzarse en otra gran guerra que no era la Segunda, sino la décima o vigésima, hemos perdido la cuenta. Luego, no haber sabido hacer la descolonización. Los pequeños especialmente, Bélgica, Holanda, la misma Francia, que tras derrotar a las potencias del Eje, Alemania, Italia, Japón, que habían llegado tarde al reparto colonial, exigían un imperio para ellas, y volvieron a casa llevándose cuanto podían, lo que significó volver no ya a la Edad Media, sino a las tribus que había desde la más remota antigüedad, que se odiaban entre sí.

Cuando tras aprobar la Asamblea General de la ONU en San Francisco la resolución 1514 XV, llamada «Carta Magna de la descolonización», donde se concedía a todas las colonias el derecho a autodeterminarse, se las soltó en banda, cuando deberían haber sido obligadas a quedarse allí hasta que hubiese una administración eficaz y una seguridad tanto jurídica como política. Ocurriendo lo que era inevitable: África hoy es un infierno y Europa se ve inundada por inmigrantes que prefieren morir ahogados que en la llamas.

Mientras, hay soldados europeos en los guerras no frías, sino ardientes, en Ucrania y en el Oriente Medio. Un asunto demasiado grave para liquidarlo en una columna y les hablaré de él en mi próxima Tercera. No apta para menores.

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