Rebelión en la granja

La contraofensiva lanzada hace unos días por Kiev aspira a recuperar el territorio invadido, con el fin de desembocar en un alto el fuego y salvar la independencia del país. El órdago del jefe de los mercenarios contra su principal valedor llega en el peor momento. La gran pregunta es si puede inclinar la balanza hacia una victoria ucraniana. Después de tomar el mando de operaciones en Rostov, Prigozhin ha iniciado una «marcha por la libertad» sobre Moscú con el fin de sorprender al zar en su guarida.

Desde la capital se ha puesto en alerta máxima a todos los efectivos militares y se ha movilizado a las unidades contraterroristas para frenar este ataque frontal. Las tensiones entre el grupo Wagner, responsable de algunas de las mayores atrocidades contra la población ucraniana, y el ejército ruso han sido constantes. Esta escalada imparable se debe en parte a la ineficacia de los mandos rusos sobre el terreno y al choque entre Prigozhin y los miembros de la cúpula militar, que eran relevados a medida que iban fracasando.

La gota que ha colmado el vaso ha sido el bombardeo ruso del cuartel general del grupo Wagner, del que escapó ileso su jefe. Su organización criminal está muy presente en Siria y en varios países africanos, de hecho, ya ha expulsado a los soldados franceses del Sahel que luchaban contra los grupos islamistas.

Al hablar de «puñalada por la espalda», Putin tiene todo a favor para prevalecer y reforzar su discurso hiper nacionalista contra el enemigo externo. Pero este incidente es un serio aviso de que, por mucho poder que acumule un dictador, el paso del tiempo lo convierte en insuficiente.