análisis
Todo lo que Occidente le debe a Ucrania
No deberíamos desaprovechar la ocasión para aprender el valor del liderazgo, el verdadero patriotismo y una fe restaurada en el orden liberal y la democracia
El año de Ucrania
¿Cómo definir una paz justa para Ucrania?
Un soldado ucraniano vigila su posición en Donetsk
Cuando empezó la ofensiva de Rusia, durante la madrugada del 24 de febrero del 2022, el mapa de Ucrania se llenó de flechas. Las tropas del Kremlin avanzaron simultáneamente desde Bielorrusia, desde la frontera de Rusia pivotando en la localidad de Bélgorod, desde la anexionada península de Crimea ... y desde los territorios secesionistas del Donbass.
Con anticipación, los servicios de Inteligencia de Estados Unidos -intentando expiar su fracaso con las armas de destrucción masiva atribuidas al régimen de Sadam Husein y no anticipar el avance fulminante de los talibanes sobre Kabul tras la retirada de los últimos soldados del Pentágono- fueron capaces de anticipar y compartir los planes del Kremlin: una ofensiva relámpago que en cuestión de días se saldaría con la toma de la capital Kiev, la decapitación (metafórica y literal) del gobierno de Volodímir Zelenski, la eliminación de todos los posibles líderes que pudieran fomentar una resistencia activa y la formación de un gobierno títere de Moscú.
Las previsiones sobre la agresión contra Ucrania eran tan brutales que la Casa Blanca ofreció al presidente Zelenski una evacuación anticipada, con la advertencia de que una vez iniciadas las hostilidades sería imposible una operación de rescate. Al rechazar una salida segura, Zelenski se convirtió en un líder providencial, culminando su transformación política. Muchos líderes en Occidente utilizan la vida pública para convertirse solo en celebridades, pero el cómico judío que habla mejor ruso que ucraniano utilizó su fama para convertirse en un estadista y ejemplo para sus compatriotas.
Valiosas lecciones
Al cumplirse el segundo año de la tragedia de Ucrania, esta guerra de agresión nos deja valiosas lecciones. Como ha explicado David Brooks en 'The New York Times', no deberíamos desaprovechar la ocasión para aprender algunas cosas muy importantes: el valor del liderazgo; el verdadero patriotismo y una fe restaurada en Occidente, el orden liberal, la democracia, nuestra capacidad para unirnos en lugar de dividirnos, y que las relaciones internacionales no deben operar al dictado del más fuerte que actúa al margen de normas y valores.
Como balance provisional, Putin puede presumir de haber ocupado la franja terrestre de mil kilómetros que une el territorio de Rusia con Crimea, una extensión de territorio equivalente a Portugal. A pesar de los heroicos esfuerzos militares por parte de Ucrania, y de los crímenes de guerra perpetrados por los rusos en lugares como Bucha, el frente se ha estabilizado para beneficio del Kremlin. La frustrada contraofensiva ucraniana ha demostrado la enorme dificultad de utilizar tácticas militares occidentales y sistemas de armas prestados, con un gradualismo cuestionable.
El último año de combates ha elevado a la categoría de misión imposible el objetivo ucraniano de alcanzar a contrarreloj la excelencia en operaciones de armas combinadas y penetrar las endurecidas y profundas defensas rusas. Pero el creciente pesimismo sobre las posibilidades de Kiev de recuperar todo su territorio debería equilibrarse con la creciente desesperación que también acumula Moscú.
Rusia es más dependiente que nunca de China, suplica material militar a Irán o Corea del Norte, y busca soldados en lugares como Cuba. La exasperación de Putin quedó brutalmente reflejada en el mafioso ajuste de cuentas con el que zanjó el reto planteado por Evgueni Prigozhin, el señor del 'catering' convertido en señor de la guerra, que se creía intocable por su efectividad en la siniestra privatización de la tiranía.
Rusia es más dependiente que nunca de China, suplica material militar a Irán o Corea del Norte
Purga de opositores
En su perversa deriva hacia una autocracia cada más perfecta, el vil asesinato de Alexéi Navalni ilustra la creciente paranoia de Putin que antepone a cualquier otra consideración la supervivencia de su régimen, hoy más subordinado a los votantes de Estados Unidos que a los votantes de Rusia. Tras haber denunciado los dos cimientos que sostienen al régimen de Moscú -el miedo y la codicia-, el martirio y muerte del heroico disidente solamente puede interpretarse como un signo de debilidad.
El Ejército y el pueblo ucranianos están soportando todo el peso del conflicto, y están dispuestos a seguir haciéndolo. Para eso, solo piden a Estados Unidos y a Europa que sigan suministrando armas avanzadas, munición y ayuda financiera. En el capítulo de resultados, Ucrania ha conseguido que la maquinaria militar de Rusia sea mucho menos peligrosa para Occidente y para Kiev. Las estimaciones coinciden en que durante los dos últimos años, el Kremlin ha perdido el 87% de sus tropas en servicio activo anteriores a la invasión, dos tercios de sus carros de combate y la mayor parte de su flota del mar Negro.
Vladímir Putin todavía puede infligir mucho daño a Ucrania con misiles y drones, pero su ambición de someter a todo el país y de utilizar su victoria para continuar desestabilizando a sus vecinos europeos no se ha cumplido. Ni debe cumplirse.