Trump solo logra el fin de los ataques en el mar Negro

Trump afirmó anoche en la Casa Blanca que se trata de «grandes avances» y calificó la guerra como «una situación que nunca debería haber ocurrido». Sin entrar en detalles, expresó su deseo de que ambas partes negocien directamente y de que otros países actúen como observadores para garantizar el cumplimiento de cualquier acuerdo de alto el fuego.

Pese a la insistencia de Trump en calificar los acuerdos como «avances históricos», en realidad los compromisos asumidos en Riad reflejan más bien los límites de su margen de maniobra. El presidente ha optado por ofrecer a Putin lo que hasta hace poco consideraba inaceptable: alivios económicos significativos sin una contrapartida territorial o militar verificable. La Casa Blanca defiende que se trata de medidas temporales y sujetas a cumplimiento, pero en los hechos suponen el primer levantamiento de sanciones desde que comenzó la invasión a gran escala en 2022.

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Trump ha intentado presentar esta distensión como una vía pragmática para reducir la violencia y proteger intereses estratégicos, sobre todo en el mar Negro, por donde transita parte del suministro global de grano. La prioridad declarada es contener el riesgo de una crisis energética o alimentaria que desestabilice aún más a Europa. Sin embargo, la reacción desde Kiev ha sido de cautela, cuando no de desconfianza. Volodímir Zelenski, excluido del proceso de negociación bilateral con Rusia, ha reiterado que cualquier acuerdo real debe incluir garantías sobre la integridad territorial de Ucrania.

En paralelo, las concesiones estadounidenses han desatado críticas entre algunos aliados europeos, que ven en esta maniobra un retroceso respecto a la política de presión mantenida durante los tres últimos años. Aunque la Administración Trump afirma que los pactos no implican un reconocimiento de hechos consumados ni suponen una legalización de la ocupación rusa, varios gobiernos han expresado inquietud por lo que consideran una legitimación indirecta de los avances militares del Kremlin.

Mientras tanto, en Moscú, el gobierno de Putin ha celebrado discretamente los resultados. Medios afines al régimen presentan el acuerdo como una muestra de la eficacia de la diplomacia rusa y un reconocimiento implícito de que las sanciones occidentales no lograron debilitar al Kremlin. Las mejoras en el acceso a seguros marítimos y sistemas de pago abren la puerta a una recuperación parcial del comercio exterior ruso, especialmente en sectores clave como el de fertilizantes y cereales, fundamentales para el abastecimiento global.

La negociación sobre los menores ucranianos deportados forzosamente a Rusia representa, sin embargo, una de las pocas áreas donde Kiev puede reclamar una victoria simbólica. Aunque no hay cifras concretas ni plazos establecidos, Washington se ha comprometido a supervisar procesos de retorno bajo supervisión de organizaciones internacionales, algo que hasta ahora Moscú se había negado a discutir.