«Creíamos que era un avión de Gadafi»

La caída del F-15 estadounidense transforma la vida de una pequeña aldea agrícola del norte de Libia

«Creíamos que era un avión de Gadafi» MIKEL AYESTARÁN

MIKEL AYESTARÁN

«No se puede pasar, hay dos misiles americanos a menos de un kilómetro y nos han dicho que pueden explotar en cualquier momento». Mehdi Boeida lidera el primer puesto de control de acceso a Gut Sultan, una aldea agrícola de menos de mil habitantes ... famosa en Libia porque allí cayó el F-15 estadounidense la madrugada del lunes, el primer incidente grave que sufre la operación internacional.

Tras una breve discusión y después de revisar la tarjeta de prensa, se sube al coche para convertirse en el guía y guardaespaldas hasta la mitad del trigal en el que descansan los restos del caza. «No podemos bajar la guardia, ayer un coche de los Lejan Thorria (comités revolucionarios gadafistas) nos ametralló en este mismo lugar, uno de los nuestros está en el hospital», advierte.

El F15 cambió la vida de un pueblo que hasta su caída vivía alejado del furor revolucionario. Después del «fallo técnico» de la aeronave, los vecinos han dejado por sus aperos de labranza y el cuidado del ganado para velar por los restos del aparato.

Adel Daud saluda a Mehdi y da la bienvenida al extranjero. Fue el primero que acudió a la zona tras la explosión, y quien se topó de bruces con uno de los pilotos que «estaba muy asustado y lanzó un par de bengalas al cielo para alertar a los suyos del accidente».

Adel es el vigilante que permanece más próximo a la aeronave y supervisa la retirada de la chatarra en camiones y furgonetas, labor que se lleva a cabo con su tractor John Deere. «Es peligroso por culpa de los dos misiles, pero van a venir dos expertos de Bengasi para ayudarnos», asegura este pastor.

El miedo generalizado, sin embargo, no debería ser tal porque el Pentágono informó de que tras el accidente procedió a bombardear los restos del caza «para evitar que cayeran en manos equivocadas» y con esta acción la munición debería haber quedado inutilizada.

«Gracias a Dios que el piloto mantuvo el rumbo hasta caer en una zona despoblada», suspiran ambos agricultores que conocen a Mohamed Ben Awayad, dueño de la tierra, «que no piensa pedir indemnización alguna por el destrozo sufrido. Al contrario, está muy agradecido por la ayuda extranjera».

Adel recuerda que el aparato cayó a tierra volando en círculos cada vez más rápidos y que después se escucharon varias explosiones. Era la media noche del lunes y nadie pegó ojo en la aldea porque «al principio pensamos que se trataba de un avión de Gadafi y estábamos muy asustados», confiesa Adel.

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