marruecos

Las voces del cambio

Los jóvenes que saldrán hoy a manifestarse en Marruecos son tan heterogéneos como la propia sociedad del país: islamistas, laicos, intelectuales, parados...

paula rosas

Quieren acabar con la corrupción endémica. Con los privilegios que ostentan unas pocas familias mientras la gran mayoría tienen dificultades para llegar a fin de mes. Se definen como patriotas, amantes de un país que no quieren abandonar empujados por la misma falta de oportunidades ... que ha llevado a muchos conocidos al extranjero.

Saben que su lucha no es nueva en Marruecos, y se sienten depositarios de un legado que ya iniciaron sus padres y sus abuelos, algunos de los cuales sufrieron la represión en tiempos de Hassan II. Pero son conscientes, también, de que el triunfo de las revoluciones de Túnez y Egipto y las nuevas tecnologías les han dado un impulso nuevo, que no quieren dejar escapar. Reconocen ser una minoría, pero esperan despertar con su protesta al resto de la juventud marroquí. Otros, como los que propusieron las manifiestaciones, los del movimiento Libertad y Democracia, han decidido retirarse de la convocatoria a última hora. Este es el retrato de algunos de los que se manifestarán hoy.

Montaser Drissi, 19 años

Estudiante y activista de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos

Montaser es el realizador del video que circula por internet en el que varios jóvenes del Movimiento 20 de febrero exponen sus razones para salir a manifestarse. «Tardamos tres días en rodarlo. Ha sido todo muy casero», explica este rabatí para desmentir las acusaciones que ya les están llegando desde algunos medios de comunicación oficialistas: «Dicen que el vídeo se ha sido financiado por Argelia, el Polisario o los servicios secretos españoles. Es ridículo».

Este joven, de pelo rizado alborotado y estética propia de cualquier chaval de su edad en Europa, se forma en Rabat en una academia para poder sacar la selectividad y viajar a España a estudiar diseño gráfico. «No quiero emigrar, pero la formación en Marruecos es pésima, y quiero tener oportunidades en el futuro», asegura este casi adolescente, que lidera el club de jóvenes de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) en Rabat. Reconoce que «la mayoría de los jóvenes no tienen inquietudes políticas, están demasiado cómodos para darse cuenta de que, a su alrededor, el sistema no funciona, tiene muchos agujeros». Por eso se ha implicado en las protestas, desde que conoció a otros chavales en las manifestaciones de apoyo a las revoluciones tunecina y egipcia.

Selma Maaruf, 22 años

Estudiante de Biología y activista de Amnistía Internacional

«Desde que me sumé a la protesta, muchos amigos de clase y también de Facebook me han retirado la palabra», asegura Selma, una joven inquieta y despierta que no se separa de su teléfono móvil. «Me dicen que si soy atea, que si nos influyen desde el extranjero, que lo que hacemos va a destrozar el país», relata. Selma hace caso omiso a las críticas, convencida de que es necesario el cambio y de que su protesta parte del amor que sienten por su país. «Tenemos que acabar con el abuso de poder, la corrupción, y empezar de cero con una nueva Constitución», señala la joven.

«Muchos marroquíes sienten pavor de decir lo que piensan. Hay una cultura del miedo instalada en la sociedad: miedo a la policía, al majzén, a los cambios», explica Salma para argumentar que «ahora seremos una minoría, pero después de hoy la gente perderá el miedo y acabaremos siendo una mayoría».

Hakima el Alaui, 35 años

Miembro de la organización islamista Justicia y Caridad

«Queremos enviar un mensaje al mundo de que los islamistas buscamos el cambio de manera pacífica», explica Hakima, una joven madre de tres hijos para quien las revoluciones de Túnez y Egipto han conseguido demostrar que el cambio en el mundo árabe no se consigue ni con la intervención de las potencias extranjeras ni con el terrorismo, sino con la voluntad pacífica pero inquebrantable del pueblo. «Necesitamos una transformación radical, tanto a nivel social como económico y político», sostiene esta mujer, que trabaja en una empresa marroquí de importación, y que está muy implicada con la juventud femenina de Justicia y Caridad.

Su activismo en una organización ilegal aunque tolerada tiene sus consecuencias. «Nuestros teléfonos están pinchados y estoy segura de que los servicios secretos saben perfectamente que estoy hablando en un café con una periodista». Pero se muestra dispuesta a afrontar los retos que sena necesarios: «Los cambios no salen gratis, probablemente tendremos que pagar un precio por implicarnos en esta pequeña revolución».

Mustafa Zaimi, 35 años

Funcionario, miembro de Justicia y Caridad

«Tengo 35 años, y nunca he podido gozar del derecho a elegir quién me gobierna». Mustafa Zaimi acudirá hoy a la manifestación en Rabat junto a otros compañeros de Justicia y Caridad para exigir «el derecho que se nos ha negado a expresarnos en libertad». Mustafa ha dejado de creer en los partidos políticos que pululan en la escena marroquí «porque todos están afectados por la misma corrupción y clientelismo que afecta a todo el sistema». Tampoco se identifica con el islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD), que no se ha unido a la protesta que se celebra hoy .

Considera que el modelo de la transición española, donde el Monarca reina pero no gobierna, «podría ser una solución temporal para Marruecos». Pero el cambio debe empezar ahora, asegura este joven funcionario. «Debido a la opresión del sistema, a muchos jóvenes sólo les queda la opción de emigrar o caen en el alcohol, la droga o el terrorismo. Al final, son los regímenes despóticos los que alimentan el radicalismo», asegura.

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