El socialdemócrata Scholz gana el debate electoral

Mientras que Baerbock y Laschet optaron por momentos por un tono más combativo y acusador, Scholz adoptó esa calma imperturbable a la que Merkel ha acostumbrado al electorado alemán, lejos de acusaciones y mucho menos descalificaciones, por encima de partidismos y abrazando al mismo tiempo a votantes de todos los partidos. Y la fórmula parece seguir funcionando. El analista de 'Die Welt', Nikolaus Doll, condensa esta reflexión aludiendo al apodo con el que el electorado alemán ha calificado cariñosamente a la canciller alemana durante las últimas cuatro legislaturas: Después de «mamá Merkel», llega «papá Scholz».

La estrategia de los tres candidatos evitó los ataques directos. Nadie mencionó en el plató de televisión que el candidato Scholz, como ministro de Finanzas, carga a sus espaldas con dos de los mayores escándalos financieros de la historia de la República Federal, Cum-ex y Wirecard. Scholz, además, procuró no entrar en detalles sobre sus políticas y se sirvió de frases como «juro que dedicaré mi tiempo y mi energía al bienestar del pueblo alemán». «Es la voz de Helmut Schidt, cuando prestó juramento como canciller federal en 1974», recuerda Doll, «este es el mensaje subliminal: Scholz es Schmidt».

El haber trabajado codo con codo con Merkel en los últimos años, seguramente en un nivel de colaboración muy superior al de Laschet con la canciller, a pesar de que pertenecen al mismo partido político, también parece estar reportando beneficios al candidato socialdemócrata. En su discurso, desliza abiertamente la idea de que se ve a sí mismo como el sucesor natural de Angela Merkel . Solo le falta doblar las manos en forma de diamante para los fotógrafos. «Olaf Scholz es un profesional en contrarrestar ataques», dice el politólogo Wolfgang Schroeder, «su estrategia es no defenderse y no ofrecerse así como objetivo a los contrarios».

En las más de cuatro décadas en las que ha estado políticamente activo, el ahora vicecanciller de 63 años ha resistido muchas tormentas. Fue apodado el «Rey Olaf» cuando su partido lo desterró como alcalde de Hamburgo, para alejar su perfil de candidato a canciller. De hecho, le permitieron de nuevo la notoriedad solamente tras las pasadas elecciones, cuando el SPD accedió a formar otra gran coalición por «responsabilidad de Estado», después de que fallaran otras negociaciones de Merkel, y con la directiva convencida de que esa asociación supondría la muerte electoral de quienes participasen más visiblemente en ella. A menudo objeto de burlas, por su talante austero y sus discursos en tono de autómata, que también le han valido el sobrenombre de «Scholzomat», se ha convertido sin embargo el el político alemán con más carisma y mayor índice de preferencia de cara las elecciones del 26 de septiembre.