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El líder de Yesh Atid, Yair Lapid y el líder de Yamina, Naftali Bennet llegan a la residencia del presidente israelí AFP
Mikel Ayestaran

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Esta vez Benjamín Netanyahu no cumplió con su fama de ‘mago de la política’ y fue incapaz de sacar un conejo de la chistera que le permitiera formar gobierno. Después de cuatro elecciones en menos de dos años se mantiene el bloqueo político en Israel y Netanyahu podría perder su asiento de primer ministro por primera vez desde 2009. Todas las miradas apuntan a Yair Lapid , la persona que obtuvo el mayor número de apoyos y fue designada por Reuven Rivlin para intentar formar una alianza de gobierno. Netanyahu admitió su fracaso tres minutos antes de la media noche y culpó a Naftali Bennet , líder del ultraderechista Yamina, de bloquear la opción de una gran alianza de los partidos de derecha, ultraderecha y religiosos y apostar por un «peligroso gobierno de izquierda». El propio Bennet también se postuló como candidato, pero finalmente solo recibió el apoyo de su propio partido, Yamina.

Tras la ronda de consultas realizada por el presidente entre los distintos partidos políticos con representación parlamentaria, Lapid obtuvo el respaldo de los 56 diputados de Yesh Atid, Kahol Lavan, New Hope, Yisrael Beiteinu, Meretz, los laboristas y cinco de los seis representantes de la Lista Árabe Conjunta. El bloque leal a Netanyahu, formado por Likud, Judaísmo Unido de la Torá, Shas y Sionismo Religioso, recomendó a Rivlin que diera el mandato directamente al Parlamento. El partido islamista Raam, convertido en la auténtica formación bisagra, no respaldó a nadie, pero insistió en que apoyará a aquel candidato que necesite sus cuatro escaños para gobernar y acepte negociar sus demandas.

Fuentes consultadas por el diario ‘Haaretz’ aseguraron que el escenario más probable es el de la formación de un gobierno de unidad nacional entre Lapid y Bennet. Sería un ejecutivo rotatorio y, según los detalles que se han filtrado a la prensa, será Bennet quien ocupará en primer lugar el asiento de primer ministro. El propio político ultranacionalista declaró tras su encuentro con Rivlin que «con la ayuda de Dios formaremos un buen gobierno». En una encuesta realizada por el Canal 13, el 43 por ciento de los encuestados se mostraron a favor de esta alianza.

A lo largo de la semana, conforme se complicaban los planes de Netanyahu , Lapid declaró que «llegó el momento para un nuevo gobierno. Se trata de una oportunidad histórica para romper las barreras que dividen a la sociedad israelí, para unir a los religiosos y los laicos, la izquierda, la derecha y el centro». Un mensaje que no aceptaron los partidos ultraortodoxos que permanecen fieles a Netanyahu y desconfían de un político laico que siempre ha arremetido contra los privilegios de los religiosos.

En el nuevo escenario que se dibuja en el panorama político israelí Netanyahu abandonaría el poder por primera vez desde 2009 y el Likud, la fuerza más votada, se convertiría en el principal partido de la oposición. «Probablemente Bibi (apodo con el que es conocido el primer ministro) no sea primer ministro, pero esto no significa el final de su carrera política, ni muchísimo menos», considera Meir Margalit, activista y expolítico israelí y autor de libros como ‘Jerusalén, la ciudad imposible’. Margalit adelanta que «un posible gobierno entre Lapid y Bennet no puede durar más de seis meses, sobre todo con el Likud presionando desde la oposición. En seis meses volvemos a las urnas».

Bajo presión

Este activista de origen argentino recuerda que Israel sale de este año de pandemia con un complicado panorama económico y un déficit nacional del 13 por ciento lo que obligará a hacer fuertes recortes en áreas como la educación, la asistencia social o la cultura y esto provocará fuerte malestar que llevará a la gente a las calles. «La diferencia será que esta vez saldrán los votantes del Likud, que son muchos más y más violentos, ellos sí tienen la capacidad de paralizar el país», opina Margalit.

Se abre un plazo de 28 días para que Lapid consiga lo que parece una misión imposible en Israel : sumar 61 escaños en la Cámara.

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