Una oposición dispersa y dividida se dispone a tomar el poder en Siria

Son muchos los sirios que contemplan con desconfianza el auge de la Hermandad Musulmana siria, cuya importancia no deja de crecer desde el principio de las revueltas. Los islamistas han demostrado una capacidad de organización y una determinación muy superior a la de otros grupos políticos, a la que ha ayudado la existencia de importantes redes de apoyo en el exterior, así como sus excelentes relaciones con gobiernos extranjeros, como Turquía o Arabia Saudí.

Un Consejo Nacional Sirio controlado por los islamistas

El resultado es que el Consejo Nacional Sirio, a pesar de estar formalmente presidido por secularistas —el kurdo Abdel Basset Saida , y antes que este el profesor Burhan Ghaloiun , exiliado en París—, está dominado por la práctica por los Hermanos Musulmanes, que controlan la mayoría de los puestos clave, como la Oficina de Reconstrucción y Ayuda o el departamento de Relaciones Públicas (hasta el punto de que Ghalioun se vio obligado a crear su propia oficina de información de la Presidencia).

Para el futuro, los Hermanos Musulmanes apuestan por concurrir a unas elecciones que, según ellos, tienen muchas posibilidades de ganar. «Se ha tomado la decisión de formar un partido islámico. Estará abierto a todos los sirios y promoverá una visión democrática y pluralista del estado, basado en la igualdad de todos los ciudadanos», aseguró hace dos días Ali Beyanouni , jefe del ala política de la Hermandad.

Pero en el Consejo Nacional Sirio también hay muchas figuras seculares. Algunos son opositores veteranos, como los cristianos Michel Kilo (de la llamada «Declaración de Damasco», un movimiento de protesta surgido en 2005) o George Sabra. Otros, como la portavoz, Bassma Kodmani , mantenían un perfil más académico y reformista, y solo se han convertido en disidentes plenos ante la brutal represión de las manifestaciones pacíficas. Algunas personalidades con una importante trayectoria de oposición, como Ammar Qurabi, director de la Organización Nacional de Derechos Humanos en Siria, o el juez Haizam El Maleh (considerado, a sus 81 años de edad, «el padrino de los disidentes sirios»), han roto con el CNS para formar sus propias plataformas de oposición, por ahora muy minoritarias.

Están, además, aquellos partidarios de llegar a algún tipo de acuerdo con el régimen, que se agrupan en el llamado Comité de Coordinación Nacional para el Cambio Democrático en Siria. Su portavoz en el exterior es el académico Haizam Manna, otro veterano activista de derechos humanos, muy criticado por otros opositores por sus posiciones conciliadoras. Sin embargo, a diferencia del CNS, la mayoría de los miembros del Comité de Coordinación Nacional residen en la propia Siria, aparentemente bajo la tolerancia del régimen, lo que ha despertado las suspicacias de otros disidentes.

Además, el CNS ha fracasado a la hora de ganarse el apoyo de las minorías, más allá del muy reducido Bloque Democrático Asirio. Los representantes kurdos —cuya población en Siria es de entre tres y cuatro millones de personas— han denunciado repetidamente el desinterés de los líderes del CNS por la cuestión kurda , y por ello se escindieron y crearon el Consejo Nacional Kurdo, con base en el norte de Irak, del que forman parte once de los doce principales partidos kurdos de Siria.

El otro, el Partido de la Unidad Democrática (PYD), afín a la guerrilla del PKK en Turquía, ha preferido mantenerse independiente. Su líder, Mohammad Salih Muslim, incluso aceptó el cargo de vicepresidente del Comité de Coordinación Nacional, y se han producido acusaciones de connivencia entre el PYD y el régimen. Ciertas o no, es indudable que voluntarios del PYD han establecido retenes en las carreteras de las regiones kurdas de Hasakah y Afrín, e incluso se han negado a permitir la entrada de combatientes del Ejército Sirio Libre en las áreas bajo su control. A medida que el control de las fuerzas armadas sirias se desvanece en las zonas fronterizas, la presión de los militantes kurdos (tanto del PYD como de otras facciones antigubernamentales) se incrementa. El estatus de la minoría kurda va a ser una de las grandes cuestiones a resolver en la futura Siria.

Están, además, aquellos que se han jugado la vida en el interior de Siria, tanto los insurgentes armados como los activistas de base. Pero existen importantes divisiones entre ellos: si los Comités de Coordinación Local están integrados en el CNS, la llamada Comisión General de la Revolución Siria rechaza la injerencia de los «políticos de salón» y exiliados y aboga por el apoyo a la lucha armada. También el Ejército Sirio Libre está dividido entre aquellas facciones leales a su fundador, el coronel Riad Al Asaad , y los que prefieren alinearse con el general Mustafá Al Shaij, que ha aceptado coordinarse con el CNS. Por ahora, la lucha contra el enemigo común mantiene estas diferencias en un segundo plano, pero es de esperar que resurjan con violencia en el mismo momento en que Assad ya no esté.