«Generación 11-S: no retirada, no rendición»
Este ha sido el mensaje del Pentágono en un día lleno de simbolismos en los tres memoriales erigidos en recuerdo de las víctimas del 11-S
EMILI J. BLASCO
En un día lleno de simbolismos, cada escenario de los tres memoriales erigidos en recuerdo del 11-S tuvo su específico mensaje, y el del Pentágono fue claro: “No retirada, no rendición”, como dijeron varios de los presentes en el lugar donde se estrelló el ... avión del vuelo 77 de American Airlines, matando a sus 59 pasajeros y tripulantes y a 125 personas que trabajaban en el Pentágono (55 de ellas militares). El 11 de septiembre de 2001 la sede del Departamento de Defensa no cerró, como el World Trade Center, sino que desde el mismo momento del ataque pudo entregarse a la tarea de devolver el golpe, aplicando la máxima militar de no retirarse ni rendirse ante el avance enemigo.
La ceremonia en el Pentágono sirvió para tributar honores a la “generación 11-S”: 2,8 millones de soldados que desde entonces han combatido en Irak, Afganistán y otros lugares, “preparados para llevar la lucha de encontrar a Bin Laden hasta las puertas del infierno y volver, como hicieron”, según proclamó el vicepresidente estadounidense, Joe Bilden.
Barack Obama no habló ni ahí ni en Shanksville (Pennsylvania), donde se recuerda a las cuarenta víctimas del United 93. Lo había hecho antes brevemente en la Zona Cero de Nueva York y lo volvería a hacer por la noche en el “Concierto de la Esperanza”, que tuvo lugar al final de la larga jornada en el Kennedy Center de la capital estadounidense.
El día comenzó bien pronto para el matrimonio Obama. A las 6.15 de la mañana salían en helicóptero desde la Casa Blanca para desplazarse consecutivamente a los memoriales de Manhattan, Shanksville y Pentágono. En cada uno de esos lugar pusieron una corona de flores y pudieron hablar con las familias de las víctimas y supervivientes.
Entre las personas que saludaron estuvieron los familiares de Max Beilke, que fue el último soldado en abandonar Vietnam en 1973 y que a sus 69 años continuaba trabajando para el Ejército, colaborando con el servicio de personal, situado en la parte del Pentágono donde se produjo el impacto. Un jardín adyacente, con 184 bancos, uno por cada víctima, recuerda a los fallecidos.
Entre las historias humanas evocadas en Shanksville, por su parte, estuvo la de la piloto Heather Penney, quien en la mañana del 11-S se encontraba pilotando un F-16 cuando recibió la orden de interceptar y derribar el avión del vuelo 93 de United. El caza de Penney no llevaba en ese momento misiles ni tenía tiempo de cargarlos, así que asumió su misión consciente de que la única manera de derribar el avión de pasajeros sería utilizando su caza como misil. “Esa mañana era un piloto kamikaze”, ha explicado ahora por primera vez.
La acción no fue necesaria porque los propios pasajeros del vuelo se amotinaron. “Dieron su vida por nosotros”, dijo el expresidente George Bush el día anterior en la inauguración del monumento, un largo muro de mármol blanco de baja altura, cada uno de cuyos segmentos lleva el nombre de una víctima. “Sin apenas tiempo para decidir -declaró el expresidente Bill Clinton, que acompañaba a Bush en la inauguración- dieron a todo el país un don incalculable: salvaron la capital de un terrible ataque”.
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