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Francisco de Andrés

Media luna a las puertas de Viena

Las admoniciones de la Unión Europea a Turquía solo parecen jalear al presidente Erdogan

Una calle del «resort» de Famagusta abierta ya a los turco-chipriotas EFE

Espejo vivo del Chipre dividido y de la invasión turca de la isla, hace 46 años, el complejo turístico de Famagusta ha reabierto sus puertas no para hacer caja sino para establecer un nuevo frente de hostilidades entre Oriente y Occidente, de poca entidad –todavía– ... pero muy irritante. La voluntad del presidente turco, Tayip Erdogan, de aprovechar la debilidad europea y norteamericana para seguir avanzando los peones de su islamismo «soft» es evidente. Ni los azeríes se hubieran atrevido, hace dos semanas, a romper el statu quo en el enclave armenio de Nagorno Karabaj con sus piezas de artillería, ni los turco-chipriotas habrían metido los bulldozer en el paseo marítimo de Famagusta, si no contasen de antemano con el respaldo y quizá las instrucciones de las autoridades de Ankara.

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