El temor a una segunda degradación de la deuda francesa sobrevuela la campaña presidencial

«Si François Hollande fuese elegido presidente de la República, la crisis financiera se dispararía automáticamente...», han repetido al unísono, cada cual más grave, el presidente Nicolas Sarkozy y el primer ministro François Fillon .

Sin entrar en el debate electoral francés, un economista de reputación continental, Markus Kerber , profesor de economía en la Universidad de Berlín, advertía este jueves: «Ninguno de los candidatos hablan del estado lamentable de las economía nacional, cuando la soberanía de Francia está amenazada, a corto plazo».

Muchos otros economistas, franceses y europeos, comparten el análisis de Kerber, destilando, todos, las mismas reservas: «Sarkozy no ha consumado las reformas anunciadas. El Estado francés gasta demasiado. Francia debe prepararse para recortes significativos del gasto público, aplazados y siempre aplazados, desde hace años».

Los proyectos europeos de François Hollande tampoco tranquilizan a las agencias de calificación. El candidato socialista afirma que Francia no ratificará el proyecto de Tratado europeo que debía consumar la convergencia fiscal, instaurando la «regla de oro» común para todo la zona euro. Si Hollande fuese elegido presidente y cumpliese tal promesa, toda la «arquitectura» de la convergencia fiscal de la zona euro quedaría aplazada «sine die», hasta que Francia aceptase reducir sus déficit y deuda, hacia el 2017. Se trata de una perspectiva catastrófica para la estabilidad del euro.

Ante tal panorama, vuelven a correr los rumores de una segunda degradación de la triple A francesa , antes del verano. Standard & Poor's ya degradó la AAA francesa a primeros de enero. Otras agencias, como Fitch, decidieron situar a Francia en una «perspectiva negativa, a medio plazo».

Anunciando una «crisis financiera» si Hollande fuese elegido presidente, Sarkozy y Fillon, su primer ministro, han sido los primeros en atizar el fuego de las sospechas. Ellos han confirmado que «no cederán a la presión de los mercados», Hollande no ha tranquilizado a nadie.