Descendemos del mono
El presidente argentino Alberto Fernández se ha columpiado de forma aparatosa, pues ha confundido al Nobel Octavio Paz con el rockero Lito Nebbia
Fernando Iwasaki
La primera vez que escuché la frase de marras –«Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos descienden de los incas y los argentinos descendemos de los barcos»– fue en la voz de un elegante y encantador investigador argentino en el Archivo de Indias de ... Sevilla. Corría el año de 1985 y aquel profesor deseaba piropear a los países que tenían grandes culturas precolombinas. Por lo tanto, aquella humorada fue una forma de reírse de sí mismo –como argentino–, aunque no exento de melancolía, porque los pueblos originarios del Río de la Plata fueron diezmados por la misma república criolla que promovió la llegada de los barcos cargados de inmigrantes.
Es difícil precisar la autoría del donaire, pues la encontramos en ‘El atroz encanto de ser argentino’ (2001) de Marcos Aguinis o en ‘Historia de los judíos argentinos’ (1993) de Ricardo Feierstein, por no abundar en expresiones de Jorge Luis Borges y Conrado Nalé Roxlo, quienes de otra manera también dijeron lo mismo. Sin embargo, en todos los casos, el chiste en boca de un argentino siempre tenía intención autoirónica, como se puede apreciar en ‘Los cinco soles de México’ (2000), cuando Carlos Fuentes reveló cómo el novelista argentino Martín Caparrós le contó el «famoso chiste», aunque haciendo incapié (como en la canción de Les Luthiers) en que «Argentina tiene un comienzo, pero México tiene un origen». Hasta aquí la heurística o autopsia del chiste.
El presidente argentino Alberto Fernández se ha columpiado de forma aparatosa, pues ha confundido al Nobel Octavio Paz con el rockero Lito Nebbia, ha metido a los brasileños en la selva, nos ha sacado a los peruanos del chiste y le ha hecho un feo a los pueblos indígenas americanos. Pero no saquemos las cosas de quicio y no veamos mala intención donde sólo hay torpeza. No obstante, sí debo decir que lo extraño es que Alberto Fernández presuma de algo –descender de los barcos– sin el menor pudor o autoironía que siempre mostraron los argentinos a quienes había escuchado decirlo. Y que conste que no es la primera vez que ha hecho el mismo comentario, porque en febrero de 2020 también presumió delante de Angela Merkel, de que los argentinos habían descendido de los barcos.
El verbo «descender» cumple una función inequívoca en el chiste: recordarnos que todos descendemos del mono. Los barcos quizá fueron muchos, pero el mono era el mismo. Eso sí, exonero de cualquier responsabilidad a los aterrados simios del presente, no sea que en nombre de una némesis revisionista alguien quiera ajustarles las cuentas.
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