Las elecciones presidenciales francesas marcan el futuro de Europa

Aunque Hollande se mantiene favorito, Sarkozy ha ido día a día reduciendo las distancias, y en estos momentos se encuentra a solo cuatro puntos del primero, según la última encuesta elaborada por Ipsos, que concede un 52 por ciento de las intenciones de voto al socialista y un 48 por ciento al presidente candidato.

Una eventual victoria de Hollande implicará una revisión del actual eje franco-alemán en Europa. El candidato socialista ha anunciado que su primera visita tras un posible triunfo sería a Berlín. Y su jefe de campaña, Pierre Moscovici , ya se ha apresurado a asegurar que “nada puede alterar la amistad franco-alemana. “Ni siquiera un cambio de gobierno puede modificarla”, añadió en una entrevista al diario Frankfurter Algemeine Zeitung.

Las autoridades germanas, por su parte, han adelantado que Hollande sería bienvenido, pero que el Pacto Fiscal , que establece un férreo calendario para el saneamiento de las cuentas, es intocable. Es más, los representantes alemanes ni siquiera quieren el lanzamiento de nuevos programas públicos de inversiones. Imposible, “porque tendrían que ser financiados con nuevas deudas, y este sería un mal mensaje para los mercados”, afirmó en una entrevista Volker Kauder, jefe del grupo parlamentario de la democracia cristiana de Alemania (CDU).

Como mucho, se podrían reorganizar los actuales fondos estructurales o pedir préstamos al Banco Europeo de Inversiones (BEI). Menudencias. Los países del sur confían en que si el foco de atención se desplaza de la “austeridad” al “crecimiento”, podrán tener cierta flexibilidad en los plazos de saneamiento de sus cuentas. Pero, en todo caso, el margen de maniobra para la renegociación del Pacto Fiscal es mínima.

La victoria de Sarkozy podría suponer un cierto restablecimiento de los controles fronterizos eliminados por el tratado de Schengen. Sobre todo, en el corto plazo, de aquí a las próximas elecciones legislativas de junio, cuando tendrán que volver a disputar el voto frente a la extrema derecha. Pero el resto de los socios no están por la renegociación de Schengen. Como mucho, dejarían que Francia hiciera lo que considere más oportuno. Asunto diferente es el debate que acarrearía sobre una mayor renacionalización de las actuales políticas europeas.