Entrevista
«China es como el franquismo: no se metan en política y les garantizo desarrollo»
Entrevista al periodista Isidre Ambrós, corresponsal durante una década en el gigante asiático y autor del libro La cara oculta de China
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Iniciar sesiónAño 2008. Occidente se prepara para una crisis económica que dejará al sur de Europa al borde del colapso. Mientras, la República Popular China celebra en la cima del mundo el éxito propagandístico de los Juegos Olímpicos de Pekín. Aquel año aterrizó en la metrópolis ... china Isidre Ambrós (Barcelona, 1956) con la idea de cómo China podía ir abriéndose al mundo, y a la democracia liberal, gracias a su entrada en el circuito del comercio mundial. Nada más lejos de la realidad. «Al llegar, una vez pregunté que si no era mejor poder elegir entre tres o cuatro líderes capaces para el país. Y me dijeron: "No, no, queremos un jefe fuerte, que mande y que haga trabajar"», recuerda el periodista catalán, corresponsal de La Vanguardia en Pekín, primero, y más tarde, Hong Kong entre 2008 y 2018, que recientemente ha presentado en Madrid su libro La cara oculta de China (Diëresis), donde recoge breves relatos de la sociedad china alejados de los grandilocuentes análisis geopolíticos.
Al pedir una taza de café y un vaso de agua en la terraza de una cafetería madrileña, Ambrós recuerda los primeros choques culturales a su llegada a China.
-El tema del agua fue la primera sorpresa que me llevé en China. Quería desayunar y pedí también un vaso de agua. Me dieron un vaso de agua caliente. Al principio me sorprendió, pero luego me acostumbré. Ahora ya no tomo agua fría. Es una cosa que me sorprende.
Después de haber vuelto hace un par de años, ¿qué otras diferencias en el día a día ha notado?
Son muy expeditivos. Luego se pueden perder en burocracias oficiales, pero a la hora de ejecutar son muy rápidos. Allí te tienen que cambiar el calentador de la cocina y te dicen: «Mañana iremos a las 10». Y te llaman a la 9.40 para avisarte: «Oiga, que ya estoy por la zona, ¿le viene bien esta hora?». Aquí me he encontrado que dicen que van a venir sobre la una, pero pasa la una, la una y media, las dos, las tres...
Saben más de nosotros que nosotros de ellos…
Les interesa mucho cómo somos, nuestras costumbres. Llevan tiempo estudiándonos, aprendiendo idiomas. Los chinos se interesan mucho por el español. En cambio, nosotros conocemos muy poquito o nada de su cultura. Ahora estamos empezando a estudiar chino, pero no sabemos nada. Eso repercute en que ellos han aprendido a modular muy bien lo que nosotros, los occidentales, queremos oír de ellos. Nos han tomado la medida. Nos cuentan lo que quieren y como quieren. Nosotros en cambio somos incapaces de llegar a ellos y hacerles comprender nuestras inquietudes y que nos tengan en cuenta. Esa es un poco la idea que me da a mí de los chinos. Para ellos, todo se basa en 'perder la cara', algo así como ser humillados en público. Si tú les gritas o abroncas, para ellos tú estás perdiendo la cara porque estás perdiendo las formas. Ellos no han mostrado sus sentimientos. Les cuesta muchísimo.
Enero de 2020. Empiezan a llegar noticias de un virus que viene de China. Viviendo ya fuera del país, ¿qué recuerda de aquellos días?, ¿cómo los vivió?
Al principio reaccioné como un occidental: eso no llegará. Luego pensé: esto es grave porque han pasado otras epidemias y a ver cómo les va. Llegué a la conclusión de que era muy grave cuando salió la noticia de que los chinos empezaban a construir dos hospitales en Wuhan. Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes de logística muy importante y donde va a parar toda la industria automovilística nacional y extranjera. En una ciudad de 11 millones de habitantes de repente empiezan a construir dos hospitales urgentemente para poder acoger a enfermos, eso no es muy normal. Además, coincidió o se dio a conocer en una época muy mala: la del nuevo año chino. Todo el mundo se mueve y se va a casa de la familia. Se da un periodo de vacaciones de 40 días para que les dé tiempo a estar con la familia. Además, todo el mundo viaja en trenes normales porque son más baratos y tardan horas e incluso días en llegar. La gente que hubiera contraído el Covid se lo estaba llevando a todas partes. A pesar de lo que decían aquí sobre si mascarillas sí, mascarillas no, yo cogí las que tenía de China y me las puse. Me lo veía venir. La sensación era que sería grave. Lo que yo no me pensaba es que se iba a extender tanto por Europa y EE.UU. y con un efecto tan grande.
¿Se puede culpar a los medios y periodistas de que España reaccionara tan tarde el año pasado?
No culpo a los periodistas porque al final hacen su trabajo. Tienen un margen de actuación muy limitado. Transmiten lo que ven y oyen, y a veces no les dicen gran cosa ni pueden ver nada. Después, hay que tener en cuenta las magnitudes. Son 1.400 millones. Europa son 500 millones y EE.UU. 300. Llegamos a los 800. A la mínima que les pase algo todo es enorme. Luego hay que tener en cuenta que lo que pasa mucho en China es que los canales de información tampoco son tan fluidos. Aunque exista el partido y todo vaya de arriba a abajo, a veces los responsables provinciales miran para otro lado porque no se quieren buscar un lío con los jefes de Pekín. En parte fue ese el problema. También está lo de 'perder la cara'. Para los dirigentes chinos, segunda potencia mundial, mostrarse incapaces de poder controlar una epidemia en su país es una afrenta muy gorda, sobre todo porque habían tenido ya la del SARS que les había afeado mucho su tardanza en reaccionar. Se callaron porque no lo controlaban. Cuando se pusieron lo hicieron bien. Hablando con gente de Wuhan me decían que allí no salía ni dios, nada de salir a por el pan. No sé hasta qué punto lo tenían controlado. En principio para trasladarte de ciudad necesitas permiso de residencia, pero mucha gente pasa del campo a la ciudad para trabajar de albañil, malvive y no se registra, por lo que por miedo no iban al hospital y se podían haber muerto en casa.
Al principio de la pandemia hubo episodios de racismo antichino: estar en un vagón con un asiático y alejarse, etc. Como recoges en uno de los relatos con el entrenador español en Wuhan, eso le pasó a él como occidental. ¿Con la gestión del coronavirus y sobre todo la propaganda, ha calado esa superioridad a occidente entre la población china?
Son muy nacionalistas. Tienen grabado a sangre y fuego el siglo de las humillaciones de las guerras del opio que les expoliaron sus tesoros nacionales. Y después además tienen el éxito económico que en 40 años han dado la vuelta al país como un calcetín: de morirse de hambre a segunda potencia mundial. No hay control parlamentario ni nada, pero el país va a delante. ¿Quieren hacer autopistas? Se hacen. ¿Hay que expropiar? Se hace y funciona. El puerto está conectado con el aeropuerto y la ciudad y lo han hecho en tres años. Nosotros hemos estado 15 años en Barcelona para hacer la pata sur que conectase el aeropuerto con la ciudad, porque se peleaba el Ayuntamiento con la Generalitat.
En la década que ha estado en la zona, ¿ha notado más que China se ha occidentalizado o que, a su vuelta a España, ha visto una mayor influencia china aquí?
China no se occidentaliza, más bien al contrario. Se reafirman en sus ideas y principios, y más viendo a Trump. Han controlado mucho antes que nosotros el coronavirus y además con el agravante de lo que dijo Borrell de que Europa no hace ni un gramo de paracetamol y hay que comprárselo a ellos. Se ríen de nosotros, que nos tienen que vender las mascarillas y las inyecciones. Europa no se parecerá a China, pero sí tiene que revisar su manera de pensar y actuar. No tiene sentido que seamos eurocéntricos. El mundo es mucho más grande y competitivo. No creo que China quiera conquistar el mundo, pero sí quiere adaptar el mundo de manera que el Partido Comunista siga dirigiendo China con comodidad y consiga el respeto internacional de su país, de volver a ser el 'imperio del centro' sin invadir físicamente los países.
En el capítulo de Tiananmén destaca el contraste entre la atención mediática extranjera a la plaza por la foto del hombre del tanque y el desconocimiento con la matanza del puente de Muxidi esos mismos días. ¿Es China el actor más eficaz a la hora de borrar el pasado?
Eso pasa con todos los dictadores, que cierran el grifo de las redes sociales. Un día hice la prueba de ir a un campus universitario con la foto del hombre del tanque. «¿Qué es eso?», me preguntaban. Y yo: «Es Tiananmén». «No, no puede ser verdad», me decían. Nadie sabe nada y no pueden ni buscarlo. Es cuestión de tiempo, si nunca te lo han explicado, ni te lo van a explicar... Y además tienes tu propio planeta de redes sociales: tu Google, tu Twitter, tu Facebook adaptado a la china. Tienes tu burbuja, no te hace falta nada. ¿Son eficaces? Sí. Las dictaduras suelen ser eficaces. Las dictaduras caen porque la sociedad deja de confiar en ellas porque no les satisface. En Tiananmén cuando el ejercito por primera vez dispara contra el pueblo, se hace un pacto tácito entre el partido y la sociedad china. Es un poco como el franquismo en España: «Ustedes no se metan en política y yo les garantizo el bienestar económico y social, el desarrollo. Déjenme a mi gestionar». Y ha funcionado.
No creo que China quiera conquistar el mundo, pero sí quiere adaptar el mundo de manera que el Partido Comunista siga dirigiendo China con comodidad y consiga el respeto internacional de su país
Tienen también a un ejército en las redes contra los periodistas españoles que critiquen al régimen chino.
Está el grupo de los ‘5 maos’: a los estudiantes les pagan 5 maos para que respondan a las críticas en Twitter, Facebook y tal. Lo que hacen Mavi (Doñate, TVE), Pablo (M. Díez, ABC) que ponen un comentario crítico, estos responden cualquier tontería para darle la vuelta. Tienes los teléfonos pinchados, te vigilan, te siguen… muchas veces no te dejan acceder a los sitios por seguridad. Aquí cuando pasó lo de Atocha, es como si a ti no te dejan pasar de Chamartín. Dicen que lo hacen por tu seguridad. ¿Cómo informo? Te dicen que sigas la Xinhua, la CCTV… El acceso a las fuentes es muy limitado. Los disidentes están muy vigilados y no los conoce nadie. No tienen influencia real en la sociedad. Las embajadas también tienen muy poca información. Al final terminas hablando con gente de Taiwán y Hong Kong, que tienen o tenían más información, porque en Hong Kong están acojonados.
De Pekín a Hong Kong, ¿por qué?
Hubo una suma de elementos. Nos fuimos porque mi mujer estaba hasta aquí de Pekín: la seguían, la vigilaban, tenían su teléfono pinchado. En mi caso iba en el cargo y en el sueldo, pero en el de ella no. Habían entrado en casa. No te hacen nada, pero te cambian un florero de sitio para que sepas que ellos pueden.
En los Juegos Paralímpicos de Tokio, China ha doblado a sus rivales en medallas. ¿Qué lugar tienen los discapacitados en la sociedad? ¿O simplemente es la obsesión por ganar en todo?
Apenas ves o nunca ves discapacitados por las calles en China. Tiene que ver con lo de 'perder la cara', no puede ser que no haya discapacitados en la sociedad china. Me ha chocado mucho. Y luego es verdad que ellos están obsesionados con ser los números uno en todo. El imperio del centro. De ahí viene el famoso sueño del futbol de Xi Jinping: no solo organizar el mundial, sino también ganarlo. Pero juegan muy mal.
Fuentes chinas han promovido la desinformación antivacunas en EE.UU. y Europa. ¿Es posible un movimiento antivacunas semejante en China?
Generalmente la gente sigue las directrices del partido, pero los chinos viven en su burbuja. Es lo que decía antes del franquismo. Hay que vacunarse. Debe haber bastante gente no antivacunas pero que desconfían de la eficacia de la vacuna china. Aunque no lo dicen. Tienen el dicho: «La montaña es muy alta y el emperador está muy lejos». Otra cosa es que se organicen. El régimen siempre ataca a los movimientos organizados. Tienen pánico al desorden social. Todo lo que pueda organizar a las masas lo cortan de raíz. De ahí esa obsesión por las redes sociales.
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