Quince años en la embajada: el «encierro récord» del cardenal Mindszenty

Huir o enfrentarse a un más que probable arresto. Esa fue la decisión que tuvo que tomar Mindszenty en noviembre de 1956, cuando supo que, tras un levantamiento contra el régimen comunista en Budapest, los refuerzos soviéticos llegarían a la ciudad en cuestión de horas para sofocar las protestas. Tras haber pasado ocho años en la cárcel acusado de traición por sus críticas al Gobierno comunista de posguerra -había sido liberado apenas unos días antes por los insurgentes-, optó por la primera opción.

No se fue muy lejos. Asegura Alex Last en la BBC que cuando uno de los guardias de seguridad de la Embajada estadounidense en Budapest lo vio acercarse al edificio, se apresuró a preguntarle a su superior qué debía hacer. « Cumpla con su deber », fue la respuesta. Y el guardia corrió a abrir la puerta al cardenal. Casi al mismo tiempo, la sede diplomática había recibido un mensaje cifrado desde Washington: «Si aparece el cardenal, denle alojamiento», explicó uno de los agentes de la embajada citado por la BBC. La amenaza de un posible asalto mantuvo en vilo durante horas a la seguridad del edificio. Al final, los soviéticos detuvieron el estallido anticomunista y encarcelaron a miles de personas, pero decidieron no acercarse a la Embajada.

Cuenta Last que al cardenal le fueron asignadas las dependencias del jefe de la misión: dos habitaciones y un pequeño baño. El líder de la Iglesia católica en Hungría estableció una rutina diaria que incluía un paseo por el jardín de la embajada y que mantenía alerta a la seguridad, ante la posibilidad de que un francotirador intentase acabar con su vida desde un edificio cercano. Cuando, catorce años más tarde, un joven William S. Shepard llegó a la capital húngara para tomar posesión de su puesto, los empleados de la legación no se habían olvidado de Mindszenty, que mantenía la misma rutina. Eso sí: ya había aprendido a hablar en inglés.

Poco a poco, la tensión política fue disminuyendo. Muchas de las personas encarceladas en 1956 fueron puestas en libertad progresivamente. Y en 1963 la ONU aceptó oficialmente al nuevo Gobierno como legítimo. Pero el cardenal seguía siendo reacio a colaborar mientras los comunistas siguiesen en el poder . Hasta que un día, cuenta Shepard en la BBC, el jefe de la misión diplomática oyó murmurar a Mindszenty: «¿Qué estoy haciendo aquí cuando hay tanta gente a la que ayudar? ¿Qué hago aquí?».

El Vaticano era entonces partidario de mejorar sus relaciones con las autoridades húngaras. Con el apoyo de EE.UU., y no sin cierta resistencia por parte del cardenal, en 1971 se llegó a un acuerdo para que abandonase la embajada el 28 de septiembre de ese año .

Su marcha se llevo a cabo en secreto, cuenta Shepard. No debía haber ninguna multitud delante de la embajada. Las calles aledañas habían sido selladas; el parque frente al edificio estaba desierto. Mindszenty volvió a Roma. Más tarde publicó las memorias que había ido escribiendo durante su estancia en la embajada. Cuando se negó a retirarse como primado de Hungría, el Vaticano lo despojó de su cargo. Murió en Viena en 1975, a los 83 años. En el interior de la Embajada de Estados Unidos en Budapest, una placa recuerda al huesped que vivió en ese edificio durante 15 años.