Los mártires de Bahréin
«El ataque ocurrió en plena madrugada, cuando la mayoría de los manifestantes estaban encontraban dormidos. A mi hermano le dispararon a quemarropa»
EDUARDO S. MOLANO
Seis de la mañana en la mezquita de Sitra, apenas alejada una decena de kilómetros de la capital de Bahréin, Manama. A sus puertas, centenares de personas acuden al sepelio de Zamir al Mansur, uno de los manifestantes asesinados, el pasado jueves, en la plaza ... de la Perla por tropas del Ejército. Ni una sola lágrima, ni un solo grito de dolor.
“Solo puedo estar orgulloso de él”, asegura a ABC Hussein al Mansur, hermano de la víctima y quien deberá ahora hacerse cargo de la mujer y tres hijos (el menor de tan solo 9 años) del fallecido.
“El ataque ocurrió en plena madrugada, cuando la mayoría de los manifestantes que habían acudido a las protestas se encontraban dormidos. Y a mi hermano le dispararon a quemarropa, mientras trababa de asistir a los heridos”, denuncia Al Mansur.
Zamir (un ingeniero de 55 años) se había dirigido a la plaza, junto con varios de sus amigos, “para protestar por la incipiente corrupción que sufre el régimen”, asegura Hussein, quien recuerda que la manifestación era, en ese momento, totalmente pacífica.
«La revolución no es por un conflicto religioso, sino económico»
“No debemos olvidar que esta revolución no está alimentada por un conflicto religioso (como asegura el Gobierno), sino económico. Porque aquí somos todos iguales, independientemente del credo”, se queja el pariente, mientras señala a un grupo de visitantes que se encuentra en el sepelio.“Ellos son suníes, a pesar de que mi hermano era chií”, asegura este bahreiní.
Sin embargo, la muerte de su pariente no es la única miseria que, en los últimos días, carcome las entrañas de Hussein: “Lo que más me duele, es que ningún miembro del Gobierno se haya dirigido todavía a mi familia para pedir perdón por lo ocurrido. Y esto ya no es un juego. Ahora, por primera vez en la historia, el régimen de los Jalifa probará la sangre de sus mártires ”.
Unas voces que no difieren demasiado a las escuchadas, a tan solo unos metros del centro religioso, en otro de los funerales por el alma un manifestante.
“Mi hijo siempre estaba hablando de cambiar el mundo y de reformar políticamente Bahréin”, asegura a este diario Ahmed Abdillah, quien acaba de enterrar a su hijo Ali.
El icono de la revuelta
El joven asesinado, de solo 22 años, había acudido junto con varios de sus compañeros de la universidad de Manana a la manifestación. “A Ali siempre le gustaba estar en primera fila de las protestas”, asegura su padre. En la última de ellas, a las siete de la mañana del pasado jueves y tras recibir dos disparos en la pierna, Ali era trasladado al hospital de Salmaniya. Allí moriría desangrado dos horas después.
Ahora, convertido en símbolo obligado de la revuelta, la efigie de Ali decora estos días buena parte de las calles de Manama. “Es nuestro mártir. No solo mío, sino de todo el pueblo de Bahréin ” -recuerda Ahmed Abdillah, pese al dolor por la muerte de su hijo- “Es la simple razón, por la que nunca lograrán apagar la voz de esta revuelta”.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete