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Argelia, hacia la Segunda República

El intento de Buteflika de presentarse a un quinto mandato en Argelia ha generado una ola de protestas y una grave crisis política en un país estratégico

En abril de 1999 Buteflika fue elegido presidente de Argelia con un alto índice de popularidad, que ha dilapidado tras 20 años ejerciendo el poder con más sombras que luces Reuters

Javier Fernández Arribas

Las protestas de miles de argelinos , desde hace mes y medio, en las calles de las principales ciudades del país comenzaron contra la intención del presidente Abdelaziz Buteflika de presentar su candidatura a lo que sería su quinto mandato en la Jefatura del Estado. Pero, en realidad, una vez conseguido el objetivo de la renuncia de Buteflika a comparecer para un nuevo mandato , las exigencias encabezadas principalmente por jóvenes y secundadas después por amplios sectores de la sociedad argelina, se centran en un cambio real que acabe con el régimen presidencialista y autoritario construido por Buteflika desde su elección en 1999.

Ahora, son millones los argelinos que este viernes, sexto consecutivo, han reclamado en las calles un cambio total que signifique la ruptura con el control del poder por parte del entorno de un presidente gravemente enfermo desde que sufrió un derrame cerebral en 2013 y que conduzca a Argelia hacia una democracia con libertades, una Segunda República. Los cánticos de las protestas han evolucionado desde «sólo Chanel hace el número 5», para rechazar el quinto mandato de Buteflika al «fuera los corruptos, queremos democracia y libertad» como exigencia de un cambio profundo para el presente y futuro de Argelia. Los manifestantes rechazan la opción de que las decisiones tomadas hasta ahora supongan un engaño y un subterfugio para mantener en el poder a Buteflika y a su entorno.

El anuncio de la renuncia del presidente a su candidatura tuvo un segundo capítulo preocupante para gran parte de los argelinos como es el aplazamiento sin fecha de las elecciones presidenciales previstas para el 18 de abril con la justificación de convocar una Conferencia Nacional para gestionar la situación y preparar el camino hacia la convocatoria de nuevos comicios. En las calles se considera que se trata de una maniobra de distracción que pretende ganar tiempo para desinflar el movimiento de protesta y mantenerse en el poder.

Abdelaziz Buteflika, en 2014 Efe

El pulso para desbloquear la situación y abrir el camino hacia unas elecciones libres está planteado por diversos estamentos de la sociedad argelina: desde los partidos de oposición, a las centrales sindicales, algunos grandes empresarios y el que más influencia puede tener, el jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Gaid Salah , que el pasado lunes, durante su intervención en la visita que realizaba a la sede de la tercera región militar, pidió la aplicación del artículo 102 de la Constitución para inhabilitar por razones de salud al presidente Buteflika, nombrar un gobierno provisional y la celebración de elecciones en un plazo de 90 días.

Las tripas del poder argelino se removieron entre los presidentes del Senado, el Alto Consejo de Seguridad (verdadero detentador del poder como asesor del Alto Comité del Estado), los empresarios afines al poder y el Frente de Liberación Nacional, partido todopoderoso desde la independencia de Francia en 1962 y otras unidades de las Fuerzas Armadas como el jefe de la Guardia Republicana, muy cercano al entorno presidencial. Las espadas están en alto y todos atentos a los próximos movimientos que no pueden tardar demasiado, porque los millones de argelinos que este viernes llenaron las calles exigen decisiones, ¡ya!. Son decisiones importantes para la estabilidad de Argelia y de toda la región.

Sin violencia

La crisis de Argelia, que en 2011 no había sufrido el contagio de las denominadas Primaveras Árabes que se iniciaron en el vecino Túnez, continuaron en Egipto, y provocaron desastres como los de Siria o Libia, por resumir, ha causado alarma en sus vecinos del norte de África, sobre todo en Marruecos, Túnez y en la región del Sahel, y en los del sur de Europa, Francia, Italia y España, principalmente, más en Estados Unidos y Rusia. Afortunadamente, hay un elemento a destacar en las protestas callejeras: la ausencia de violencia pensando en las tremendas repercusiones que podría tener revivir el sangriento período de guerra de los años noventa del Estado contra los islamistas del GIA , Grupo Islámico Armado, con un balance, todavía por confirmar, que se estima entre los 150.000 y 250.000 muertos.

En 1992 se produce un golpe de Estado militar que impide la celebración de la segunda vuelta electoral donde el FIS , el Frente Islámico de Salvación, podría haber obtenido dos tercios del Parlamento. La durísima factura pagada por la sociedad argelina durante esos años ha servido como una especie de vacuna contra la violencia y, por supuesto, contra los islamistas que no han vuelto a cosechar resultados electorales notables. Se han registrado algunas provocaciones a los manifestantes por parte de grupos de encapuchados que no han tenido efectos y se ha evitado la provocación. Por ejemplo, revivir el antiguo conflicto con los bereberes de la Cabilia o agitar el espectro de un renacimiento de los islamistas radicales que en las calles es públicamente descartado, aunque nadie se fía.

Los manifestantes son lo suficientemente jóvenes para no haber conocido la guerra de liberación que llevó a la independencia, lógicamente, pero también crisis tan sangrientas como la de la sémola o la del pan y, sobre todo, la librada contra los islamistas y la reconciliación posterior que llevó a un periodo de prosperidad económica y social y de estabilidad política de la mano de un Buteflika apreciado y bien valorado por estos logros durante años.

Incluso, se aceptó la reforma constitucional en 2008 que posibilitaba su reelección indefinida. Algo que ahora se ha terminado. En la carta dirigida a la población argelina, Buteflika planteaba su nueva candidatura, aunque reconocía que «ya no tengo las mismas fuerzas físicas…». La realidad es que desde hace seis años no se le ha escuchado articular palabra, ni ha realizado viaje oficial alguno, solo a la clínica de Suiza que le atiende y donde pasa largas temporadas por su delicado estado de salud.

Argelia es un país estratégico para la estabilidad de los países mediterráneos por tres motivos principales: productor y exportador de gas y petróleo con la empresa Sonatrach, baluarte en la lucha contra los grupos terroristas y los movimientos islamistas radicales y dique de contención de la inmigración irregular por su control y represión de las mafias de la zona que trafican con seres humanos.

Importancia para España

España importa el 54% del gas que consume a través de los dos gaseoductos que unen Argelia y España. Altos funcionarios argelinos han asegurado que el suministro está garantizado a pesar de la crisis. Los políticos y empresarios con amplias y duraderas relaciones con Argelia hablan de dos poderes en el país: el que es reconocido formalmente y el que garantiza el funcionamiento de sectores claves para el Estado con la mayor discreción y eficacia.

Francia y EE.UU. juegan un papel relevante a la hora de tomar decisiones trascendentales para el rumbo político y económico, mientras que Rusia limita su antaño gran influencia al suministro de armamento. Otro asunto pendiente, de gran relevancia, es el conflicto del Sáhara Occidental . Las conversaciones mantenidas en Ginebra entre los principales implicados, con el impulso de la ONU y su enviado especial, el expresidente alemán, Horst Köhler, es otro de los desafíos a afrontar con una solución imprescindible para todos que incluya, además, la apertura de la frontera con Marruecos.

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