África: urnas frente a «Primavera Árabe»
No todos en el contienente optan por la vía revolucionaria. Senegal, donde Wade reconoce haber perdido los comicios, es un ejemplo
EDUARDO S. MOLANO
Urnas por sangre. La elección es ya posible. En un año que ha servido para tallar -a golpe de fuego- el concepto de “primavera árabe” en el norte del continente africano, los últimos doce meses parecen abrir, sin embargo, un nuevo ejemplo democrático más allá ... del Sahara. ¿El último caso? Senegal, donde el presidente del país, Abdoulaye Wade, reconocía la pasada madrugada su derrota en la segunda vuelta de las elecciones celebradas el domingo , en una llamada telefónica a su rival, el ex primer ministro Macky Sall.
En los últimos días, la sombra de un posible pucherazo electoral que garantizara el tercer mandato de Wade había inquietado a uno de los países africanos con mayor trayectoria democrática.
Pese a ello, y salvo disturbios aislados, las elecciones -primera y segunda vuelta- se ha caracterizaron por una relativa tranquilidad gracias, sobre todo, a la llamada a la calma practicada desde las instituciones de Gobierno. No en vano, poco después de conocerse los resultados, la Unión Europea -en palabras del portavoz comunitario de Asuntos Exteriores, Michael Mann- reconocía que las presidenciales senegalesas fueron “una gran victoria para la democracia”.
Un proceso electoral, ejemplo de pluralismo político, y que parece ser representativo de una tendencia continental: A falta de “primaveras árabes”, buenas son las urnas. Al menos, a cuanto a violencia se refiere.
Las cifras son claras. De todos los comicios celebrados en los últimos doce meses en el sur del continente, tan solo en dos de ellos se produjeron incidentes de gravedad ligados exclusivamente al proceso : República Democrática del Congo (según una reciente denuncia de Naciones Unidas, la reelección de Joseph Kabila dejó 33 muertos solo en la capital, Kinshasa) y Uganda (el líder opositor Kizza Besigye ha sido detenido en numerosas ocasiones desde que se produjera el plebiscito de febrero de 2011).
Calma sin renovación institucional
Sin embargo, el resto de comicios disfrutaron de paz relativa. Aunque hablar de renovación del sistema sea ya otra cuestión. Mientras que en Camerún el mandatario Paul Biya sumó el pasado año una nueva victoria ta sus más de 29 años en el poder, en Gambia, Yahya Jammeh fue reelegido con más de un 70 por ciento en el que será su cuarto mandato (pese a que los comicios fueron boicoteados por la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental). A su vez, en Nigeria, el gobernante Partido Democrático Popular incumplió el compromiso para que la presidencia rotara -cada dos mandatos- entre el norte, de mayoría musulmana, y el sur cristiano.
Eso sí, no todo son pantomimas. Éste es el caso de Zambia, donde el principal líder de la oposición del país, Michael Sata, ganó las elecciones presidenciales tras imponerse en la urnas al por entonces jefe de Estado, Rupiah Banda , o en Níger, donde el líder de la oposición Mahamadou Issoufou venció al ex primer ministro Seyni Oumarou, en unas elecciones calificadas de “modelo para África”.
Para el futuro, no obstante, quedarán los procesos más polémicos: Aplazados a perpetuidad, el sátrapa zimbabuense Robert Mugabe anunció (de nuevo) la celebración de comicios para antes de fin de año (de momento, “sine die”). De igual modo, para marzo próximo están previstas las elecciones presidenciales en Kenia. Una prueba de fuego tras la ola de violencia post electoral que, en el periodo 2007-2008, dejó cerca de 1.500 muertos en el país.
No obstante, siempre nos quedará Senegal.
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