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La amenaza de una Tercera Intifada

La disputa por la Explanada de las Mezquitas (el Monte del Templo para los judíos) aviva el temor a un nuevo levantamiento palestino

La amenaza de una Tercera Intifada efe

mikel ayestaran

La disputa por la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo, para los judíos) se ha convertido en las últimas semanas en el máximo exponente de las diferencias entre israelíes y palestinos. Ultranacionalistas judíos exigen el cambio del estatus actual del lugar santo, que establece que sólo pueden rezar los musulmanes, en lo que consideran el lugar más santo del judaísmo y el presidente palestino, Mahmud Abás, les acusa de llevar el conflicto a las puertas de «una guerra religiosa». Al otro lado del muro, en lugar de «guerra religiosa», analistas y políticos han rescatado la palabra «Intifada» (que en árabe significa levantamiento) y alertan del riesgo de que se repitan las situaciones vividas a finales de los ochenta y comienzos de 2000, momentos de las dos grandes alzamientos que hasta el momento han protagonizado los palestinos contra la ocupación israelí.

Seis muertos en menos de un mes –arrollados por vehículos o a cuchilladas- y las protestas diarias en Jerusalén Este y Cisjordania llevaron al corresponsal diplomático del diario «Haaretz», Barak Ravid, a colgar en Twitter que «Por si alguien no se ha dado cuenta, la Tercera Intifada está aquí». Las autoridades tratan de dar la imagen de que mantienen la calma y apuestan por la mano dura para superar «un momento de tensión sin precedentes en Jerusalén, que siempre ha sido una ciudad tensa, pero vamos hacia algo desconocido», según Jonathan Schanzer, representante de la Fundación por la Defensa de las Democracias, citado por «The Atlantic».

El primer ministro, Benyamin Netanyahu, ha ordenado «reforzar las medidas de seguridad en todo el país, destruir las casas de los terroristas, instaurar una política severa contra los que lanzan piedras y cócteles Molotov, y multar a los padres de los que tiran piedras». Y su ministro de Defensa, Moshe Yaalon, prefiere no hablar de «Intifada» porque «no vemos masas saliendo a las calles. Lo que vemos en algunos lugares son jóvenes que participan en el terrorismo popular, y principalmente, vemos atacantes solitarios. Entonces, ¿cómo lo llamamos? No cabe duda de que se trata de una escalada de la violencia. Esperemos para ver cómo bautizarla».

De las piedras a los atentados

Los momentos históricos han cambiado, pero la desesperación creciente entre la población palestina ante la ocupación se mantiene como denominador común de los alzamientos anteriores. En 1987, veinte años después de la victoria israelí en la Guerra de los Seis Días, un vehículo militar arrolló a un grupo de trabajadores palestinos en el campo de refugiados de Yabalia y mató a cuatro personas. Esta fue la chispa que encendió las calles y provocó una campaña de lucha callejera a base de piedras y desobediencia civil que empujó a Israel a sentarse en la mesa de diálogo y acudir a Madrid en 1991 y a Oslo dos años después.

La ilusión generada por los acuerdos de paz no duró mucho. Yasir Arafat regresó a Ramala después de toda una vida de lucha en el exilio para hacerse cargo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y reconoció el Estado de Israel, algo que nunca hizo Hamás, brazo de los Hermanos Musulmanes en Palestina que empezaba a cobrar gran protagonismo y apostaba por la resistencia armada. Tampoco los ultranacionalistas judíos estaban dispuestos a respetar lo firmado en España y Noruega y el volcán de descontento explotó en 2000 cuando Ariel Sharon, escoltado por mil policías, subió a la Explanada de las Mezquitas al grito de «¡El Monte del Templo en nuestras manos!».

Los palestinos volvieron a echarse a las calles en masa, pero además de piedras recurrieron a los atentados suicidas y a los choques armados, lo que hizo de esta Segunda Intifada un conflicto más sangriento que el enaterior con más de 5.000 muertos hasta su final en 2005, tras la muerte de Arafat y la celebración de la cumbre de Sharm el Sheikh que reunió a Mahmoud Abás y Ariel Sharon. Esta reunión dio paso a la nueva forma de resistencia pacífica de Abás y a la apuesta del diálogo con Israel, medidas que han provocado una expansión sin precedentes de los asentamientos.

Nuevos tiempos, mismo problema

En 2014 faltan Arafat y Ariel Sharon, pero los ultranacionalistas encabezados por el rabino Yehuda Glick vuelven a pedir a gritos el Monte del Templo y, después de una década de colaboración con las fuerzas de seguridad de Israel en la lucha contra Hamás y de sofocar cualquier intento de resistencia armada en Cisjordania, Mahmoud Abás llama a los palestinos a la defensa de Al Aqsa, tercer lugar más sagrado para el islam. El muro de separación levantado por Israel ha logrado aislar a los palestinos y la separación física y política entre Cisjordania y Gaza es cada vez mayor como se ha visto esta semana en el aniversario de la muerte de Arafat, recordado por Fatah en Ramala, olvidado por Hamás en la Franja. Pero tras la ofensiva contra la Franja de este verano, que dejó más de 2.200 muertos, la ANP no pudo contener las protestas entre los más jóvenes.

A diferencia de lo ocurrido en los dos levantamientos anteriores «no hay una organización detrás de las protestas y ataques y esto genera mayor desconcierto porque solo el agresor sabe lo que va a ocurrir. Uno se levanta por la mañana o va a la mezquita por la tarde y se le ocurre ir a matar a unos israelíes», explicó a la prensa Yaakov Amidror, asesor de seguridad nacional, en un intento de justificar los problemas a los que se enfrenta la inteligencia israelí para atajar a esta nueva amenaza de los «lobos solitarios.

«En el último mes ha habido más muertos israelíes que en los últimos cuatro años», recuerda en su blog, «Balagán», Eugenio García Gascón, decano de la prensa española en Tierra Santa, testigo directo de la Segunda Intifada y autor, entre otros, de «Israel en la encrucijada». «Las últimas semanas han visto un resurgir las protestas y hasta la violencia, básicamente contra las fuerzas de ocupación y los colonos judíos que viven en los territorios ocupados. Cabe preguntarse si esta tendencia va a consolidarse de manera que sea apropiado hablar de la T0ercera Intifada, algo que por el momento no está claro», reflexiona García Gascón, que se suma a las voces que piden moderación antes de emplear el término «intifada».

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