Escocia

El líder secesionista, Alex Salmond, aparca la leyenda de «Braveheart»

Los independentistas dan prioridad a los argumentos materiales y económicos

El líder secesionista, Alex Salmond, aparca la leyenda de «Braveheart» reuters

BORJA BERGARECHE

«Has visto la película . Ahora haz frente a la realidad». Eso decían los folletos que el Partido Nacional Escocés (SNP) repartió en septiembre de 1995, después del estreno europeo de la película «Braveheart» en la ciudad escocesa de Stirling . El actor australiano ... Mel Gibson encarnaba con melena y falda a William Wallace, el primer héroe de las guerras de independencia contra los ingleses, ejecutado en 1305. El SNP se apresuró a trazar paralelismos. «Wallace veía la independencia como un requisito previo al bien común».

La película ha sido reestrenada esta semana en Edimburgo con motivo del 700 aniversario de la Batalla de Bannockburn, en la que el rey Roberto I de Escocia culminó la gesta patria iniciada por Wallace. Pero, esta vez,el nacionalismo escocés se ha mostrado mucho más contenido. Desde el albur del nacionalismo romántico en el siglo XIX y hasta los años 90, la explanada a las afueras de Stirling en la que las tropas de Roberto I derrotaron inesperadamente a una fuerza muy superior capitaneada por Eduardo II de Inglaterra fue escenario del equivalente a la Diada o al Aberri Eguna de los nacionalismos catalán y vasco .

Los distintos movimientos nacionalistas y pro-autogobierno primero, y el SNP a partir de los años 30 del pasado siglo, se reunían el 24 de junio en Bannockburn para conmemorar las gestas de Wallace y Roberto I (Robert the Bruce). «Fue así hasta los 90, cuando el SNP hizo un uso muy inteligente de “Braveheart” pero, a medida que se crea el parlamento escocés en 1999 y que el SNP asume responsabilidades de gobierno en 2007, el nacionalismo se aparta conscientemente del recurso a este tipo de acontecimientos históricos para movilizar el fervor patriótico», explica a ABC Michael Penman, especialista en historia política escocesa de la Universidad de Stirling.

Aspiraciones económicas

«La decisión se debe, en parte, a la necesidad de mejorar su imagen y su credibilidad, pero también al deseo de evitar que el debate sobre el referéndum fuera nublado por las emociones; querían un debate de tipo materialista sobre las implicaciones económicas», afirma. Otros insisten en que era una mera necesidad de la aritmética electoral. Apenas un tercio de los escoceses vota con la identidad nacionalista primero, por lo que el nacionalismo debe ampliar el espectro de sus apoyos entre los votantes más pragmáticos, guiados por cálculos de coste beneficio, si quiere ganar el referéndum convocado para el próximo 18 de septiembre.

« El debate sobre el referéndum tiene que ver con la economía y con la seguridad material mucho más que con las banderas y con la identidad», explicaba esta semana a ABC Bruce Crawford, diputado de la circunscripción de Stirling y responsable de asuntos parlamentarios en el gobierno que preside Alex Salmond. Este fin de semana, miles de personas y descendientes de más de 40 clanes escoceses se han congregado en Bannockburn para asistir a una recreación con especialistas medievales de toda Europa de la batalla que allanó el camino a la primera declaración de independencia de 1328. Y la mayoría de ellos ha replicado el curioso error histórico que muchos historiadores ya apreciaron en el estreno de «Braveheart» hace casi veinte años.

Todavía a comienzos del siglo XIV, los distintos clanes de los barones feudales escoceses –aristócratas con lealtades a menudo dudosas y tierras a ambos lados de la frontera- no se distinguían todavía por las conocidas faldas escocesas llamadas «kilt» Pero nadie quiere dejar que un detalle de vestuario estropee una gran leyenda. «Tendríamos que gastar el doble de lo que gastamos en “Braveheart” en hacer una película sobre Robert the Bruce», explicaba ayer Roy Ramsey, el « actor » que encarna al victorioso rey, ataviado con un «kilt».

Los especialistas atribuyen la divulgación de la imagen mítica que todavía hoy asociamos a Escocia, encarnada por el belicoso patriota habitante de los Highlands identificado por el tartán de su falda, al escritor romántico Sir Walter Scott (1771-1832). En su residencia en Abbotsford, en la zona fronteriza entre Escocia e Inglaterra, el autor de «Ivanhoe» diseñó su propio despacho con vistas sobre el Tweed, el río que separa las dos naciones. En aquellas tierras de nadie aprendió las leyendas escocesas de su abuela, a quien visitaba de niño en su granja de SandyKnowe. Y fue Scott, un defensor de la unión británica, quien con sus relatos transformó los Highlands de un lugar remoto y peligroso en un escenario de épica y aventuras.

Aquel «lifting» a la percepción global de la irredenta Escocia fue oficializado en el imaginario colectivo por la visita en 1822 del Rey Jorge IV ataviado con una falda tradicional escocesa, y por la elección más tarde del castillo escocés de Balmoral como residencia de verano por la Reina Victoria. Todavía hoy, la frontera es, por lo general, hostil al nacionalismo. «Lo único que quiere Salmond con el referéndum es convertirse él en una especie de Robert the Bruce definitivo», explica George, uno de los voluntarios en la residencia del escritor. Pero la leyenda sigue viva.

El líder secesionista, Alex Salmond, aparca la leyenda de «Braveheart»

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