La última «extremista» proucraniana de Donetsk

«Soy la última de mi organización en Donetsk, todos han escapado por las amenazas de los terroristas», afirma desde el salón donde prepara los artículos para el periódico ‘Nación y Estado’ del movimiento, «un periódico prohibido ahora en esta parte de Ucrania, si me agarran con esto voy directa a la planta quinta de la casa ocupada», dice refiriéndose al edificio de la gobernación ocupado por los separatistas en cuya quinta planta se encarcela a los opositores.

Habla ruso, pero prefiere expresarse en ucraniano. Nacida en la provincia de Ivano-Frankivsk, en 1965 las autoridades de la URSS destinaron a su marido a la universidad de Donetsk y desde entonces reside en la ciudad. Recuerda que la última concentración a favor de la unidad de Ucrania se celebró el 28 de abril y terminó disuelta a palos por los prorrusos ante la pasividad de las fuerzas del orden. «Tenemos miedo, mucho miedo. Mi nombre está en todas sus páginas web y una vez ya me han puesto la pistola en el pecho, pero no pienso abandonar el lugar donde está la tumba de mi marido», confiesa esta activista proucraniana que sus rivales políticos califican de «nazi» y «fascista».

Recibe muchas llamadas de teléfono, una de ellas del representante de una organización de Naciones Unidas que pretende realizar un coloquio para debatir sobre la búsqueda de salidas a la crisis. Olinik acusa al gran oligarca local Rinat Ajmetov de ser el responsable de la revuelta en Donestsk «porque le interesaba establecer una especie de califato donde pueda mandar si rendir cuentas a Kiev, pero se le está yendo de las manos y parece que Putin le puede jugar una mala pasada».

Después de semanas de silencio Ajmetov, uno de los 50 hombres más acaudalados del planeta con una fortuna estimada en 11.000 millones de euros cimentada sobre todo en el acero y el carbón que produce Donetsk, rompió el silencio el martes para posicionarse del lado de Kiev y acusar a los separatistas de cometer «un genocidio». El oligarca no apoya la independencia proclamada por las nuevas autoridades rebeldes y aboga por un modelo federal que no rompa Ucrania, pero la calle va más rápido que sus planes y ahora se especula incluso con la anexión a la Federación Rusa, «una posibilidad que no le conviene a sus negocios, por lo que tiene que hacer algo para frenar esto cuanto antes», opina Olinik.

Sobre una cama tiene lazos con la bandera ucraniana y las estrellas de la Unión Europea. Repasa mentalmente las últimas semanas y piensa en voz alta diciendo que «en Kiev no entienden nada de lo que está pasando, absolutamente nada». Si tiene la posibilidad de hacerlo, votará por el empresario Petro Poroshenko «porque es la opción menos mala», pero piensa que los separatistas lograrán que las presidenciales no puedan celebrarse porque ahora tienen el control de la calle. Su movimiento goza de gran arraigo al oeste del país, pero no ocurre lo mismo en Donetsk, que hasta la caída de Víctor Yanukovich era el bastión del Partido de las Regiones y ahora está camino de convertirse en una república independiente.