Tropas rusas procedentes de Crimea se adentran en la Ucrania continental

Los rusos blindan la frontera al mismo tiempo que siguen con la toma progresiva de todos los lugares estratégicos de manera directa o a través de los paramilitares prorrusos que operan en los núcleos urbanos bajo la etiqueta de «fuerzas de autodefensa».

En las últimas 24 horas el ministerio de Defensa de Kiev denunció la toma de una nueva base de misiles próxima a la ciudad de Sebastopol y la irrupción a tiros de soldados del país vecino en el cuartel de Bakchysarai, a unos 35 kilómetros al sur de Simferópol, de donde se llevaron varios vehículos.

La capital de la península tampoco se libró de los movimientos armados y la paz de una jornada festiva –en Ucrania, como en Rusia, fue día festivo para celebrar el Día Internacional de la Mujer que este año coincidió en sábado- se truncó a media tarde cuando un grupo de hombres irrumpió en el céntrico hospital militar y se hizo con su control. Esto comienza a ser norma habitual cada día.

Los problemas para el gobierno central aumentan también en las principales ciudades del este, próximas a la frontera, donde la población de origen ruso da la espalda a las nuevas autoridades de Kiev e intensifica las movilizaciones.

En Járkov manifestantes lanzaron huevos y manzanas al ex boxeador Vitali Klitschkó , líder del partido ucraniano Udar (Golpe) y uno de los héroes de la plaza de la Independencia, cuando intervenía en un mitin a favor de la unidad del país.

El reloj corre especialmente rápido para la minoría tártara que representa al doce por ciento de la población y apela a la comunidad internacional como último recurso para seguir siendo parte del territorio ucraniano.

Las oficinas del Majlis –su sede principal- están vacías porque «ya sufrimos un ataque y debemos estar listos para el siguiente, hemos guardado el material y documentos en lugar seguro», asegura Abduraman Egiz, miembro de la ejecutiva del Majlis para quien «esto es un conflicto que se debe resolver por cauces internacionales. Nosotros no podemos aceptar esta consulta que va en contra de la Constitución y pedimos a Estados Unidos y Europa que intervengan de forma urgente. Por eso nuestra decisión es llamar al boicot del proceso».

Egiz y el resto de la cúpula tártara insisten en que «hemos pedido a nuestra gente que no responda a las provocaciones». Este mensaje no cala entre los más jóvenes que se encuentra en la misma oficina y que no ocultan su determinación de hacer de Crimea «una nueva Chechenia para los rusos, estamos listos para luchar por nuestros derechos», señala un joven, que pide mantener el anonimato. A las puertas del organismo tártaro un grupo de hombres de las fuerzas de autoprotección formadas contra el reloj por esta minoría custodia la calle.

No hay que alejarse mucho para llegar a la plaza Lenin donde después de un fin de semana marcado por las concentraciones a favor de la anexión a Rusia apenas quedan unos vendedores de banderas rusas. Desde el escenario central suenan marchas militares, pero no hay ninguna luz y el frío es helador. El imponente Lenin de no tiene quién le acompañe por primera vez en las últimas semanas. El doctor Igor Trushko se acerca al periodista extranjero con curiosidad por su nacionalidad. Veterano del Ejército Rojo, este hombretón estuvo destinado en Cuba hasta la desintegración de la URSS y «ahora, después de 23 años, tenemos la sensación de volver de nuevo a casa, a la madre patria. No pedimos nada a Moscú porque uno no pide nada cuando va a casa de su familia». Esta sensación es la que comparte gran parte de la población de Crimea de origen ruso