El regimen de Al Assad clama victoria en una Siria rota

ABC recorre la ciudad de Damasco que se tiñe de rojo, blanco y negro para mostrar unidad frente a una oposición cada vez más dividida cuando faltan pocos días para el comienzo de una nueva ronda negociadora en Ginebra

El regimen de Al Assad clama victoria en una Siria rota reuters

mikel ayestaran

Damasco se viste de rojo, blanco y negro. La bandera nacional decora las persianas de la mayor parte de comercios y en un recorrido por la capital cuesta mirar hacia cualquier lado sin encontrarse con los colores nacionales. La misma estrategia que empleó la oposición ... para marcar su territorio tras el levantamiento de marzo de 2011 con la enseña negra, blanca y verde (bandera de la independencia de los franceses), la usa ahora un régimen que después de casi tres años de guerra y más de 130.000 muertos apela al nacionalismo, al presidente y, sobre todo, al Ejército para mantener unida a una sociedad rota y cansada. Salimos desde el Ministerio de Información con el permiso que autoriza a trabajar en las calles de la capital en la mano, un papel imprescindible que hay que mostrar una y otra vez a los mil cuerpos de seguridad, de uniforme y paisano, que controlan cada esquina.

El recorrido arranca en Mezze, la avenida de ocho carriles de diseño soviético que desemboca en la plaza de los Omeyas y donde se encuentran gran parte de las embajadas extranjeras, incluida la española. Pedimos permiso a un joven armado con un AK47 a las puertas de un edificio que asegura es «la oficina de la familia Assad» para sacar una fotografía de un cartel enorme de Bashar con la letra del himno nacional. Pocos metros más adelante, tras superar la embajada de Irán , gran socio regional de Damasco cuya legación está totalmente blindada para evitar ataques, otro cartel colgado en el muro de una escuela ensalza el papel del Ejército. Alí Saud, agente de Policía de paisano de 25 años, quiere hablar con el periodista extranjero para decirle que «nuestro destino está en manos de las fuerzas armadas». A su lado Alí Abdula vende té y café, pero acaba de cumplir 18 años y «pronto me llamarán a filas y no tengo miedo, hay que sacrificarse por la patria», un sentimiento que no comparten otros jóvenes que deciden huir del país para no tener que ir directos al frente. El servicio militar es obligatorio y desde el estallido de la crisis quien se viste el uniforme ya no se lo quita.

Sheikh Saad discurre paralela a Mezze y se ha convertido en una de las grandes arterias comerciales de la capital porque está alejada de los barrios en disputa desde donde caen morteros casi a diario. En la acera se mezcla el olor de fruta fresca, el shawarma (pedazos de carne de pollo o cordero que giran en asadores verticales) que gira a fuego lento y la pintura. No hay comercio sin los colores negro, blanco y rojo en su persiana. Abu Moutaz, de 45 años y dueño de una tienda de móviles dice que «se trata de una recomendación de la gobernación local y la verdad es que lo teníamos que haber hecho desde el comienzo de los problemas».

El cambio de imagen en Damasco llega también a los puestos ambulantes que vuelven a ofrecer llaveros, pegatinas, fotografías y collares con imágenes de los Al Assad. La familia que ostenta el poder desde hace 43 años era omnipresente hasta 2011, pero durante varios meses su presencia se limitaba a los puestos de control militares, donde la mayoría de soldados proceden hoy de la provincia de Latakia de la que es originario el presidente, hasta que «hemos vencido el miedo a las posibles represalias de la oposición. La propaganda del régimen avanza de la mano de las victorias militares en el campo de batalla», reconoce Abu Mohamed, vendedor llegado a la capital desde Idlib, bastión opositor al norte del país. Bufandas a 400 libras (dos euros al cambio), collares a 100 (50 céntimos de euros), fotos del presidente, 50 (25 céntimos de euros)… todo mezclado con el Ché Guevara, Hasán Nasrala (líder de Hizbolá, milicia chií libanesa que combate en Siria del lado del régimen) y espadas colgantes del Imam Ali, primer Imam del chiismo duodecimano, secta del Islam mayoritaria en Irán que se ha erigido en protectora de la minoría alauita siria, una escisión dentro del chiismo a la que pertenece Assad y el grueso de sus fuerzas más leales.

Victoria y derrota

«Es justo decir que Assad ha mejorado un poco su posición, sí. Pero aun así, no está ganando. Estamos en un punto muerto», declaró el secretario de Estado estadounidense John Kerry a la cadena CNN en una entrevista en la que defendió la estrategia de Estados Unidos en el conflicto. Una opinión radicalmente opuesta a la del doctor Bassam Abu Abdula, director del Centro de Damasco para Estudios Estratégicos situado también en Mezze, para quien «este clima de victoria que se respira en la capital se debe a la derrota de los planes de Washington de apoyar a una oposición armada. El Gobierno ha ganado legitimidad tras su paso por Ginebra y ahora está claro que el gran problema sirio e internacional es la lucha contra Al Qaeda».

La siguiente parada es el campus universitario donde «un simple estudiante de Farmacia», que pide ser presentado así en este artículo, responde a las preguntas subrayando que «aquí es difícil poder decir abiertamente lo que se piensa, porque te puede costar caro». Tiene 22 años y ganas de abandonar el país nada más terminar los estudios porque «hemos perdido la esperanza, nadie va ayudarnos y los cambios son a peor». Una foto de Assad da la bienvenida a todos los estudiantes desde el centro de la puerta principal como una especie de Gran Hermano orwelliano. «No olvides que en la universidad ha habido mucha presión para que no hubiera problemas en todo este tiempo», confiesa este joven para quien «la nueva moda de las banderas en cada esquina busca dar imagen de unidad de cara al exterior, pero a muchos ciudadanos no nos dice nada».

Tras superar el atasco de tráfico diario provocado por el gran número de calles cortadas y los puestos de control donde uno a uno cada conductor y pasajeros deben mostrar sus tarjetas de identidad se alcanza la Ciudad Vieja, corazón de esta que es considerada una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo. El furor patriótico ha llegado también al histórico zoco del Hamidie donde Dured, de 28 años y dueño de un comercio de maletas, estrena bandera nacional en su persiana «por iniciativa propia, es nuestra bandera y así lo dejaremos por mucho tiempo. El Ejército va ganando la guerra y será el vencedor final porque es quien tiene la razón».

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