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Yeonpyeong se queda sin turismo de guerra

A diez kilómetros de Corea del Norte, casi nadie se atreve a visitar esta isla surcoreana tras el bombardeo en el que murieron cuatro personas en 2010

Yeonpyeong se queda sin turismo de guerra pablo m. díez

pablo m. díez

Las amenazas de guerra de Kim Jong-un ya no asustan a los 2.200 habitantes de Yeonpyeong, una pequeña isla surcoreana situada a sólo diez kilómetros de Corea del Norte. Visible desde un monte adornado con tanques, helicópteros y anfibios de la guerra de hace 60 años, esta cercanía con el país más hermético del mundo, que antes atraía a tantos turistas, casi acaba hundiéndolos en el fondo del Mar Amarillo.

Tras los enfrentamientos navales en sus proximidades que tuvieron lugar en 1999 y 2002, en pleno Mundial de Corea del Sur y Japón, la isla fue bombardeada en noviembre de 2010. El motivo: unos ejercicios de tiro del Ejército surcoreano, habituales en esta zona, a los que Pyongyang respondió con una lluvia de fuego al considerar que habían traspasado sus aguas territoriales. Murieron cuatro personas, dos civiles y dos soldados, y una veintena de casas, casi todas de madera y con depósitos de gasóleo en sus tejados, ardieron pasto de las llamas. Sus columnas de humo, elevándose en el horizonte, eran lo único que veían a sus espaldas sus aterrorizados vecinos cuando fueron evacuados.

Más de dos años después, ABC regresa a Yeonpyeong, donde ya se han reconstruido todas las viviendas que resultaron dañadas menos tres, que el Gobierno ha convertido en un mausoleo para recordar a las víctimas militares del ataque. Además de sus retratos y de un vídeo con infografías y música bélica, exhibe las carcasas de los obuses que cayeron sobre la isla y algunos objetos domésticos quemados por las explosiones. «Abierto en enero, se trata de un centro educativo para que no se olvide el bombardeo que ya ha recibido la visita de colegios, cadetes de la Academia Militar y grupos de desertores norcoreanos», nos explica Hwang Gye-jun, responsable municipal.

Pero los que no han venido a verlo son los turistas que antes llenaban esta agradable isla, asustados por la escalada militar que inició el tercer ensayo nuclear de Corea del Norte en febrero. «El año pasado fue bueno para el negocio porque había muchas cuadrillas de albañiles trabajando en la reconstrucción, pero ya han terminado y se han marchado», recuerda An Gwang-hyun, dueño de un restaurante de «noodles» y pescado que llegaba a servir hasta cien comidas al día. «Había hecho reformas pensando en la llegada de turistas en primavera, pero ahora la gente tiene miedo a venir aquí», se lamenta el tabernero, que entretiene a los pocos comensales que paran en su local enseñándoles las fotos que tomó del bombardeo.

Marineros asustados

El mismo problema tienen los hostales y los patrones de los barcos pesqueros, que no encuentran marineros que se atrevan a faenar en sus aguas, tan ricas en cangrejos y rayas que atraen a miles de pesqueros chinos que se cuelan para arrebatarles las capturas. «Los marineros están asustados y lo entiendo porque Kim Jong-un ha visitado varias veces las bases norcoreanas al otro lado del canal», razona Lee Keun-woo, el capitán de un barco pesquero cuya esposa se ha marchado a Incheon, cerca de Seúl, por miedo.

En alerta, los soldados surcoreanos de la base de la isla son los pocos pasajeros del transbordador que lleva a la península. Sus uniformes son los únicos que se ven en el muelle y en el mausoleo del bombardeo de Yeonpyeong, ya sin turistas de guerra.

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«La gente tiene miedo a venir»

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