¿Qué fue de #Kony2012?
Fulgurante éxito en internet, la campaña para capturar al líder rebelde ugandés conmemora su primer aniversario
EDUARDO S. MOLANO
Cumplido un año de que la organización (¿humanitaria?) Invisible Children pidiera la cabeza de Joseph Kony , líder del grupo rebelde ugandés Ejército de Resistencia del Señor (LRA), bajo una perspectiva simplista y próxima al videoclip para adolescentes, es hora de analizar el éxito o ... fracaso de la campaña #Kony2012. Sobre todo, ante el desconocimiento de una realidad demasiado compleja para quedar reducida a apenas media hora de metraje.
«La verdadera medida del éxito de esta campaña es si las vidas de las personas están cada vez mejor en el terreno», reconocía esta semana Ben Keesey, presidente ejecutivo de Invisible Children. Sobre el papel, esto es complicado de analizar.
Pese a que Caesar Achellam, uno de los principales comandantes del grupo, era capturado en mayo y el «brigada Binani», miembro de la guardia personal de Kony, asesinado a comienzos de año, la creciente militarización de la región no contribuye al beneplácito civil. En enero, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, extendía la ley de Recompensas por la Justicia (la cual ofrece incentivos financieros por cualquier información que lleve a la captura de personas buscadas por terrorismo o el tráfico de drogas) al propio Kony.
«Actualmente se está tergiversando el conflicto. Desde hace nueve años, el LRA no se encuentra activo en nuestra región (Uganda). En aquel momento, era empuñar el fusil o morir. Ahora ya no», destacaba recientemente a ABC Moses Rubangangeyo. Sabe de lo que habla. El 22 agosto de 1996, este joven ugandés fue secuestrado en su escuela de las afueras de Gulu por una decena de miembros del LRA. Tenía solo 16 años. Durante los ocho siguientes, viviría cautivo del grupo armado, convirtiéndose en uno de sus principales comandantes y viajando al sur de Sudán, región —junto a República Centroafricana y República Democrática del Congo— donde vive el actual conflicto.
Todo ello, pese a que Invisible Children se empeñaba en verter las tintas armadas sobre Uganda (las críticas sobre el primer vídeo obligaron a la organización a mencionar a estos países en una nueva grabación). «El LRA ya no se encuentra activo en nuestro territorio y esta campaña tan solo puede provocar que vuelva a intensificar su matanzas. Nadie nos ha preguntado por nuestro dolor», reiteraba Moses.
Invisible Children, mientras, se agarra a sus cifras, con una reducción del 67% en el número de asesinatos cometidos por el LRA en el último año. Éstos, ofrecidos en un nuevo vídeo para conmemorar el aniversario (esta vez, de apenas siete minutos) vuelven a pecar de absoluto simplismo.
Bajo los Diez Mandamientos
Sin ni siquiera la frágil lógica de otros grupos armados africanos, la lucha del LRA se centra en la defensa del milenarismo bíblico y la construcción de un Estado gobernado conforme a los Diez Mandamientos. Sin embargo, la lucha por el control de los recursos minerales de la zona, principalmente el coltán, un mineral utilizado en la mayoría de los dispositivos electrónicos , se presenta como un motivo a tener en cuenta como método definitorio de sus actos. No en vano, es precisamente el halo de misticismo que envuelve la figura de Kony, la principal arma utilizada por el LRA para expandir su legado de terror. En dos décadas, el guerrillero apenas ha concedido un par de entrevistas, por lo que prefiere que sean sus víctimas —a quienes suele cercenar las orejas y los labios— las que ejerzan de improvisados portavoces.
«Durante nuestros encuentros siempre se comportaba de forma correcta. Le hacíamos preguntas y las contestaba de forma cortés. Un simple ser humano como cualquier otro. Quizá sea éste uno de los mayores dramas», aseguraba a este diario en los momentos álgidos de la campaña John Baptist Odama, arzobispo de Gulu y mediador entre el grupo guerrillero y los gobiernos locales.
Por ello, tras más de dos décadas de terror, calificar de «éxito» una reducción en el número de ataques basada, tan solo, en una medida de tiempo de doce meses resulta del todo osado. Porque de Kony, de momento, ni rastro. Por muchas campañas mediáticas que pese.
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