Las razones (sin mitos) por las que los Borbones vencieron a los Habsburgo en la Guerra de Sucesión

El historiador Aitor Díaz Paredes, uno de los autores más prometedores del país, acaba de publicar 'Almansa. 1707 y el triunfo borbónico en España' (Desperta Ferro Ediciones) pormenorizando no solo los detalles de una batalla tan crucial, sino las circunstancias que llevaron al bando borbónico de estar al borde del desastre, expulsados de Madrid, al camino de la victoria final. «Entre 1706 y 1707, los meses previos y posteriores a la batalla de Almansa, el Archiduque Carlos vio que en circunstancias normales no iba a poder ganar la guerra. La batalla de Almansa fue por ello decisiva, una trascendental muestra de que el ejército hispano francés era claramente superior en número, en calidad y cantidad de tropas y armamento a los austracistas. Tenía un modelo que funcionaba mejor en el marco de la guerra peninsular», señala Díaz Paredes, cuya obra parte de una tesis universitaria enfocada a cómo responden los estados a las tensiones de la guerra.

–¿Qué es lo que impidió a los austracistas ganar la guerra?

–En primer lugar el problema es que Austria, que en teoría era la que más interés tenía en que el pobre Archiduque Carlos fuese Rey de España, antepuso sus intereses inmediatos a los de la guerra. Viena consideraba que su área de influencia estaba en Hungría, los Balcanes y, sobre todo, en la Italia española. Hasta la Primera Guerra Mundial, una de sus máximas estratégicas fue la salida al Mediterráneo. Por tanto, Austria dejó que el Archiduque Carlos dependiera completamente de la ayuda británica, que esperaba una victoria rápida y no quería una guerra muy cara. Los británicos pidieron a cambio al Archiduque Carlos que, una vez en el trono, les diera todas las ventajas y concesiones comerciales para hacerse con el tráfico mercantil con América. En este sentido, como dependían completamente de los británicos, el Archiduque recibió unas tropas y un dinero procedente de Gran Bretaña por vía marítima, generando unos problemas logísticos y unos costes más elevados que los que pudo tener Felipe V. En tercer lugar, el Archiduque Carlos dependía de unos territorios, como son los de la Corona de Aragón, que se aferraba a sus privilegios medievales, a esa tradición pactista de negociar con el Monarca a cambio de tropas y de dinero. En resumen, el Archiduque no podía reclutar tropas con la facilidad que tenía Felipe V en Castilla.

Noticia Relacionada

El misterio que Goya se llevó a la tumba y ocultó a la Inquisición sobre quién era la Maja desnuda

César Cervera

Fernando VII confiscaría el cuadro años después, y en 1815 la Inquisición secuestró la obra por «obscena» y levantó una causa contra Goya para saber las circunstancias de su gestación

–¿Los británicos son los grandes ganadores de la guerra?

–Los objetivos británicos al principio de la guerra son dos: que Francia no se comiera España y el alcanzar unos acuerdos comerciales ventajosos en América. En los años posteriores a la batalla de Almansa, como los británicos vieron que no iban a poder ganar la guerra en la Península, lo que hicieron es separarse de los austriacos. Aprovechando que la otra parte de la parte borbónica, la francesa, también quería negociar la paz allanaron el terreno hacia los tratados de Utrecht, en los cuales, en efecto, los británicos se llevaron a grandes rasgos lo que querían. Luego, como no quedaron satisfechos del todo llegaría a la famosa Guerra de la Oreja de Jenkins, en los años 30 y 40 del siglo XVIII. Ni los británicos ni los franceses pudieron sacar de España exactamente lo que esperaban, porque España era más fuerte de lo que ellos pensaban y Francia no tanto. De hecho, Francia es la gran perdedora de la Guerra de Sucesión, pues acabó prácticamente en bancarrota y sus ambiciones comerciales no se vieron cumplidas. Y la gran vencedora es, junto con Gran Bretaña, la propia España.

–Usted defiende una visión más positiva de esa monarquía que todos tachan de decadente, pero nadie quiere renunciar a ella.

–La imagen que se tiene de España por los contemporáneos es la de un gigante dormido con un potencial tremendo. Felipe V no heredó una ruina de monarquía, no era un escombro. Eso tanto los franceses como los británicos lo entendían al margen de la crisis de mediados del siglo XVII. La España de finales del reinado de Carlos II llevaba una tendencia, diríamos, positiva. Esto se vio, por ejemplo, en la calidad del Ejército español. Es cierto que había problemas de financiación, evidentemente, pero el ejército de finales del siglo combatía con fusiles de chispa, bayoneta y apenas usaba la pica y el arcabuz. No era un ejército tecnológicamente atrasado. Durante la Guerra de Sucesión se vio que era totalmente competente y funcionaba muy bien junto a las tropas francesas.

–¿Jugaron un papel importante los soldados españoles en estas batallas llenas de tropas internacionales?

–Cuando terminó la Guerra de Sucesión, el ejército de Felipe V superaba a los 70.000 efectivos en la Península. Con ese dato ya es suficiente para hacernos una idea de su poder. Cuando uno estudia los años previos y la distribución de tropas en la batalla de Almansa, pues ve realmente que es un ejército propiamente hispano-francés. Porque los números nos dicen que más o menos estaban igualados en cantidad de tropas. En fin, que sin la ayuda militar francesa España no habría podido defenderse de la agresión de una coalición internacional, del mismo modo que, evidentemente, si el Archiduque no hubiese tenido ni siquiera a las tropas británicas holandesas, pues entonces no habrían podido siquiera desembarcar en España.

–La Guerra de Sucesión se suele estudiar solo en clave nacional, ¿qué es lo que se nos escapa con estas lecturas locales?

–Se puede ver como una guerra civil, pero también como una lucha internacional de carácter económico y mercantil por colocar en el trono de Madrid a un rey que fuera favorable a los intereses de cada bando. En este sentido, es una guerra engañosa, porque en el norte de Europa, los Países Bajos, a grandes rasgos, los Borbones perdieron la guerra, pero en la Península la ganaron. Y esa es la paradoja que cuento en el libro: los británicos y también los austriacos estaban ganando la guerra, pero al mismo tiempo sabían que el leitmotiv de la guerra, que era España, ya no la podían ganar. Los tratados de Utrecht son la plasmación de que las dos partes no pudieron imponerse de forma satisfactoria. Y de ahí esa sensación de que dejó la contienda de heridas abiertas.

–¿Cuál es la ventaja en concreto por la que los borbónicos vencieron en la batalla de Almansa?

–En primer lugar está la superioridad numérica borbónica. Los borbónicos eran unos 30.000 efectivos, mientras que en el otro bando a duras penas llegaban a 20.000. Luego está el propio transcurrir de la campaña en los años anteriores. Antes del combate las tropas borbónicas descansaron durante el invierno acampadas entre Murcia y Albacete. Tenían víveres y un campamento establecido en Almansa, mientras que Galway hizo marchar a sus soldados durante prácticamente un día entero sin descansar. Si tienes un ejército que es inferior en número, inferior en medios y que además está cansado frente a un ejército que es más numeroso, está mejor abastecido, etcétera, se entiende que el propio Galway fuera al combate mentalizado de que de que iba a perder.

–Para el nacionalismo valenciano, Almansa es un hito de su mitología, ¿está justificada la importancia que le dan a la batalla para el devenir de la región?

–No escribí el libro como un juez, sino confiando en el valor que tiene la historia en sí misma. Estamos hablando de una batalla internacional que cambió no sólo la historia de España, sino la de Europa y América. Por eso quería superar esas visiones regionalistas de un conflicto global. El ejército aliado en Almansa no tenía tropas valencianas, porque los mandos ingleses no se fiaban de las milicias, que no tenían ni la disciplina ni la experiencia en combate que las tropas profesionales inglesas o holandesas. Lo que hacen los nacionalismos es potenciar el hecho diferencial para justificar una serie de políticas identitarias. Creo que no está justificado y es deshonesto. Vamos a decirlo así. Utilizar la historia con unos fines políticos, descontextualizando la guerra y sin querer conocer como era Europa a comienzos del siglo XVIII es un error. Hay que estudiar la guerra en su contexto.

–Lo mismo ocurre, en general, con toda la guerra en el caso catalán. ¿Fue tan perjudicial el desenlace para los catalanes?

–Pues nuevamente es cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Depende de en qué nos fijemos. Por ejemplo, en Cataluña los sectores vinculados a la demanda militar, empezando por el textil, se vieron tremendamente beneficiados por la ocupación militar que siguió a la contienda. Los decretos de Nueva Planta eliminaron las aduanas internas que había entre los reinos de la Corona de Aragón y la Corona de Castilla abriendo el mercado nacional a catalanes y valencianos. También hubo cosas negativas, como es la ocupación militar y la consiguiente militarización de la vida política de estos territorios. Aparte de ello, tú puedes considerar de forma legítima que los decretos de Nueva Planta son objetivamente beneficiosos porque permitieron la construcción de la España moderna de una España unitaria, dando lugar a que el siglo XVIII español sea un siglo a grandes rasgos de crecimiento, pero también te puedes fijar que las instituciones históricas y los fueros eran una barrera contra un gobierno autoritario controlado por un rey distante en Madrid, rodeado por unos ministros de confianza que gobernaban de forma vertical, y que por lo tanto debilitan a los territorios periféricos. Son dos lecturas válidas, pero lo que me pregunto es cómo podría haberse desarrollado un Estado moderno unitario sin este proceso. Creo que no habría sido posible.

–¿Qué hubiera pasado si ganan los Habsburgo la guerra?

–Entramos en arenas movedizas, no sé si me atrevo a decir mucho. Mirando al conjunto del siglo XVIII el resultado habría terminado siendo más o menos el mismo, porque siempre se compara a la España de los Austrias con la de los Austria de Austria. Pero, desde mi punto de vista la Monarquía española no tenía la diversidad política, cultural, religiosa, lingüística, étnica que tenía el imperio austríaco. España era mucho más homogénea que los territorios de los Habsburgo en Austria. Entonces no se puede elucubrar que la Monarquía hubiese evolucionado en la dirección de la Monarquía austriaca. Haciendo ciencia ficción diría que los Habsburgo igualmente hubieran orientado su política a una monarquía autoritaria. España tenía una política exterior imperial que trascendía Europa y no podía permitirse ciertos lujos en la planta del Estado. Además, hay que recordar que en época de Felipe IV se intentó una política muy parecida a lo que hicieron los burócratas de Felipe V. En la España de los Austrias ya había esa mentalidad de que para sobrevivir la monarquía debía imponerse a sus partes. Mi diagnóstico es que ambas casas hubieran actuado igual.