Miles de conquistadores para buscar una extraña isla que jamás se encontró
Se encontraba en muchos mapas de los siglos XV y XVI, con información detallada acerca de sus pobladores y varios reyes europeos organizaron exploraciones para dar con ella
Dos siglos tras las minas de oro citadas en la Biblia: el gran enigma arqueológico
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Iniciar sesión«Cuando miramos al cielo, imaginamos dioses. Cuando miramos al océano, imaginamos islas», escribió Malachy Tallack hace siete años. El autor de 'Islas desconocidas' (Geoplaneta, 2017) afirmaba también que «desde que la gente empezó a crear historias, ha estado inventando islas». No le faltaba ... razón: desde los albores de la navegación, el mar fue un territorio envuelto en brumas, en el que los desembarcos eran imprevisibles. En los días de las grandes exploraciones, los aventureros europeos se lanzaban al océano buscando tierras desconocidas, ignorando lo que realmente podrían encontrar. El misterio era absoluto.
Un ejemplo singular lo ofrece el célebre mapa del otomano Piri Reis. En él, las costas de España, Portugal y África aparecen delineadas con notable precisión en el lado derecho, mientras que América y la Antártida se muestran de manera muy aproximada. Esto se entiende si recordamos que fue realizado en el año 919 del calendario musulmán —1513 en el cristiano—, cuando oficialmente estas dos regiones no habían sido aún descubiertas por Europa.
Piri Reis aseguraba que parte de su información procedía de «los antiguos dioses del mar». Ante la incertidumbre de lo que otros marineros podrían hallar en el futuro, decoró los bordes del mapa con figuras fantásticas, desde hombres sin cabeza hasta reptiles antropomorfos inspirados en la mitología romana, e inscribió la advertencia «hic sunt dracones» («aquí hay dragones»). Esta fórmula, repetida en otros mapas de la época, aludía a peligros desconocidos en territorios cuya existencia se daba por cierta, aunque todavía no se hubiesen hallado.
Morir de hambre en el Matadero de Madrid
Israel VianaCasi nadie lo sabe, pero en 1941, las autoridades franquistas encerraron a miles de personas sin hogar y en condiciones inhumanas en el antiguo Mercado Municipal de Ganados de Madrid
Desde hace casi cien años, y hasta tiempos cercanos, arqueólogos, geólogos y egiptólogos han defendido una tesis polémica: que cierta estatua de 70 metros se levantó miles de años antes de lo que marca la cronología oficial.
En aquellos primeros mapas del Atlántico surgían, además, islas imaginarias que despertaban la ambición de los exploradores con leyendas de civilizaciones perdidas y criaturas extrañas. La más célebre fue la Atlántida. Durante siglos se creyó que estaba más allá de los Pilares de Hércules, en el Estrecho de Gibraltar. Platón, quien fue el primero en citarla, la describió como el hogar de un pueblo divino «famoso por su belleza corporal y la perfección de su virtud».
Historia de Antillia
No menos sugerente es la historia de Antillia, isla que figuró en numerosos mapas de los siglos XV y XVI, tanto anteriores como posteriores al descubrimiento de América. Piri Reis la incluyó en su 'Libro de las Materias Marinas', publicado en 1521 y dedicado al Mediterráneo. Allí se recogía la expedición de «un astrónomo llamado Kolón que salió en busca de la Antillia y la descubrió». Aunque su hallazgo nunca se confirmó, la creencia en ella perduró durante años.
Con un perfil sorprendentemente rectangular, Antillia se dibujó en otros mapas del siglo XV, época en que los europeos exploraban rutas marítimas por todo el planeta. La tradición española y portuguesa la situaba justo al oeste de la Península Ibérica y atribuía su fundación a obispos que huyeron en el 711 tras la invasión musulmana. Sin embargo, no fue hasta setecientos años después cuando apareció en el mapa de Weimar, que se conserva en la Biblioteca Gran Ducal de esa ciudad alemana.
Aunque fechado en 1424, se sospecha que el mapa pudo elaborarse unas cinco décadas más tarde. El autor se desconoce, aunque se cree que pertenecía a la familia de cartógrafos Freducci de Ancona. La falta de certezas se debe al mal estado del documento, que rara vez se fotografía. En su extremo izquierdo figura la isla, cortada en la parte inferior pero con la inscripción «Antillia» legible.
Mapa de 1492
El Erdapfel, el globo terráqueo más antiguo que se conserva, fabricado por Martin Behaim en 1492, también la representaba. Behaim, que trabajó para Portugal y pasó allí buena parte de su vida, escribió que «la isla de Antillia, conocida como la isla de las Siete Ciudades, estaba habitada por un arzobispo de Oporto, seis obispos y hombres y mujeres cristianos huidos en barco desde España con su ganado, pertenencias y bienes».
En 1507, Johann Ruysch publicó en Roma un planisferio que, por ser el segundo mapa impreso con datos del Nuevo Mundo, es pieza clave de la cartografía de comienzos del siglo XVI. Allí anotó: «Esta isla de Antillia fue una vez encontrada por los portugueses, pero ahora, cuando se busca, no se puede encontrar. La gente que reside en ella habla el idioma hispano y se cree que huyeron allí ante la invasión bárbara de Hispania, en la época del Rey Roderic \[Don Rodrigo], el último en gobernar Hispania en la era de los godos. Aquí hay un arzobispo y otros seis obispos, cada uno de los cuales tiene su propia ciudad. Por eso se la llama la isla de las Siete Ciudades. La gente vive allí de la manera más cristiana, repleta de todas las riquezas de este siglo».
El texto fue repetido casi de forma literal en el 'Libro de grandezas y cosas memorables de España', de Pedro de Medina (1548), quien incluso detalló que medía 87 leguas de largo por 28 de ancho y tenía «muchos buenos puertos y ríos». La situaba a la altura del Estrecho de Gibraltar y aseguraba que era vista desde lejos por los marineros, aunque se desvanecía al acercarse.
La versión de Faria
En el siglo XVII, Manuel de Faria e Sousa ofreció otra versión: el gobernador visigodo de Mérida, cercado por musulmanes, pactó la rendición y marchó a la costa para embarcar con otros exiliados rumbo a las Canarias. Sin embargo, habrían terminado en una isla atlántica «poblada por portugueses y \[que] tenía siete ciudades, que algunos imaginan que es la que puede verse desde Madeira, pero que cuando intentan llegar a ella, desaparece».
El rumor de que en Antillia abundaban la plata e incluso el oro animó a Alfonso V y Juan II de Portugal a financiar expediciones para encontrarla y colonizarla. Todas fracasaron. El primero la citó en una carta del 10 de noviembre de 1475, otorgando a Fernão Teles «las Siete Ciudades y cualquier otra isla poblada» que hallara en el Atlántico occidental. El segundo encargó a Ferdinand van Olmen «descubrir la isla de las Siete Ciudades» en 1486.
Van Olmen pretendía zarpar con dos carabelas desde Terceira, en las Azores, con víveres para seis meses. Se desconoce si alcanzó su objetivo o si regresó. Según el medievalista belga Charles Verlinden, la partida debió realizarse antes del 1 de marzo de 1487, pero el invierno y una ruta excesivamente al noroeste sellaron el fracaso. Nunca volvió a las Azores. El historiador portugués Damião Peres señala que en junio de ese año estaba en Terceira, sin que pueda saberse si había regresado o si ni siquiera había partido.
La isla de Antillia jamás fue hallada, aunque su nombre quedó inmortalizado en el archipiélago caribeño de las Antillas.
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